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España España · Granada
Críticas de Kikivall
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Críticas 2,005
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
16 de mayo de 2024
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Película dirigida por Darren Aronofsky y guion de Robert D. Siegel, la trama sigue a Randy “The Ram” Robinson (Rourke), un profesional de lucha libre o “wrestling” que, después de haber sido una estrella en los años ochenta, intenta continuar su carrera en el circuito independiente.

Combate en cuadriláteros de tercera categoría y enfrenta a las consecuencias físicas de los brutales golpes que ha recibido a lo largo de su carrera. El filme explora, así, la decadencia de un ídolo y su búsqueda de redención.

En un momento dado decide poner orden en su vida: intenta acercarse a Stephanie, la hija que abandonó (Evan Rachel Wood) y trata de superar la soledad con su amor por Cassidy, una streaper (Marisa Tomei).

La película explora temas como la soledad, la identidad, la decadencia física y la búsqueda de redención. Randy “The Ram” Robinson es un personaje complejo que lucha con su pasado y su presente.

El uso de la lucha libre como metáfora para la vida de Randy es notable. El cuadrilátero representa su escape y su prisión al mismo tiempo y la sabia mano de Aronofsky reconstruye el rito de la pérdida hasta convertir la basura en oro. Lo cual, que Rourke engrandece su cuerpo torturado hasta transformarlo en pura ensoñación, para una conmovedora historia.

Buen reparto con un Mickey Rourke que ofrece una actuación conmovedora y auténtica como Randy. Su presencia física y emocional en pantalla es impresionante. Marisa Tomei interpreta a Cassidy, la stripper y soporte amoroso de Randy. Su relación con él también es crucial para la trama.

Darren Aronofsky utiliza una estética cruda y realista. La cámara sigue a Randy de cerca, capturando su dolor y vulnerabilidad. La música de Clint Mansell y la canción “The Wrestler” de Bruce Springsteen, añaden una capa adicional de melancolía. Magnífica la fotografía de Maryse Alberti.

El final de la película es abierto a interpretación. ¿Randy encuentra redención al subir al ring una vez más o al alejarse de la lucha libre? Es una pregunta que queda en el aire.

Obra maestra que combina una narrativa poderosa con actuaciones excepcionales. Aronofsky logra transmitir la humanidad detrás del mundo del wrestling. "Una película espléndida, un penetrante retrato del fracaso, de ambientes sórdidos (...) Mickey Rourke impresiona, te está hablando del infierno terrenal" (Boyero).
Kikivall
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8
16 de mayo de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película de Felipe Gálvez Haberte se desarrolla entre el siglo XIX y el XX, cuando proliferaban las estancias ovejeras en el territorio de la Patagonia chilena.

En 1893 se pone en marcha una expedición compuesta por Segundo (Arancibia), un mestizo chileno; MacLennan (Stanley), terrible “teniente” escocés; y Bill (Westfall), un vaquero estadounidense mercenario sin escrúpulos.

Estos hombres inician una expedición a caballo para delimitar y reclamar las tierras que el Estado le ha otorgado a José Menéndez (Castro), un poderoso de la economía de Chile, un millonario déspota y sanguinario.

Hay que allanar, indagar y cartografiar las tierras para que pasten las ovejas del amo. Y allá va el trío, al interior de Tierra de Fuego, a gestionar esa extensísima propiedad y, de paso, a matar a los lugareños. Lo que fue pensado como viaje con fines administrativos, acaba convirtiéndose en una violenta cacería de selknams, los nativos del archipiélago.

La secuencia más lastimosa y horrenda de la película muestra a Bill y a MacLennan disparando a discreción y masacrando a una tribu de inocentes indígenas. Luego violan a una sobreviviente. Segundo disimula y sus disparos van al aire, pero queda traumatizado.

Western pausado que deviene violencia y sangre, enmarcada tal crudeza en el uso inquietante y bello a la vez que Gálvez hace del imponente paisaje: condensación entre la hermosura de la naturaleza y la brutalidad de las acciones humanas.

El libreto está escrito por el propio Gálvez junto con Antonia Girardi, utilizando el modelo de western crítico poscolonial que adopta conforme avanza, el punto de vista de su único personaje indígena, Segundo.

Tiene un reparto muy bueno, con actores donde destacan un Alfredo Castro como el terrateniente y ovejero Menéndez. Camilo Arancibia borda el rol del pobre mestizo. Mark Stanley muy bien como el despiadado militar escocés. Benjamin Westfall en el rol del brutal mercenario texano.

Impresionante fotografía pictórica de Simone D’Arcangelo y partitura épica de Harry Allouche (con ecos de Morricone), que nos regala una música llena de fuerza y matices que acompaña una narración tan extraordinaria como brutal.

La película es academicista y hace zoom y panorámica muy lentamente a través de los paisajes grandiosos que acompañan el viaje. Hay primerísimos planos de los ojos exaltados de los caballos o planos primeros de los rostros de los expedicionarios. A veces la pantalla parece una pintura.

“Por concluir: el genocidio”

Como es sabido, en el país andino, se está profundizando en su pasado colonial. Chile investiga y ahonda su pasado indígena.

La película es una producción que nos muestra el nacimiento de las fronteras en el fin del mundo, y cuenta cómo los países escriben sus historias oficiales. Uno de los ejes que vertebran la película es el genocidio selknam, pueblo amerindio de la isla Grande de Tierra del Fuego.

En su momento las gigantescas estancias ovejeras sufrieron la oposición y el enfrentamiento de la resistencia indígena, compuesta por unos pocos miles de nativos armados de flechas y piedras. En forma desigual, los colonos británicos, argentinos y chilenos, armados con rifles Winchester o revólveres, desataron una guerra de exterminio contra aquella pobre gente.

En la actualidad hay algunos descendientes de los selknams tanto en Argentina como en Chile, aunque el exterminio fue prácticamente total. Un tema peliagudo que quizá algunos/muchos espectadores desconozcan.

Más extenso en revista ENCADENADOS: https://encadenados.org/criticas/los-colonos-3/
Kikivall
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8
15 de mayo de 2024
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Sin duda el mejor western que dirigió Budd Boetticher, protagonizado por su actor favorito Randolph Scott y escrita por su guionista también predilecto Burt Kennedy (bajo una idea del novelista Elmore Leonard). La película cuenta la historia de Pat Brennan, un veterano vaquero que decide establecerse por su cuenta en una granja.

Un día, se cruza con la diligencia que conduce su amigo Ed, en la que viaja el peculiar matrimonio formado por Doretta, hija de un rico hacendado, y el desagradable Willard, su reciente marido (por el interés). Pronto, un grupo de bandidos ataca la diligencia, llevando a los cautivos a una situación tensa y peligrosa.

Mientras Brennan guarda la compostura, Willard se transparenta como un hombre cobarde y codicioso. Así aguanta la cosa hasta que por fin y tras unos minutos de alto voltaje, Bernnan logra hacerse con la situación.

A pesar de su aparente sencillez y para alguna escasa relevancia, “Los Cautivos” (The Tall T) nos brinda una trama tensa, constante suspense, e indiscutiblemente muy entretenida. El director Boetticher logra extraer mucho de esta pequeña historia, y el papel de Randolph Scott como Brennan, un vaquero más humano y vulnerable que los héroes tradicionales, pero igualmente invencible: notable.

La película se destaca por su dirección, tensión psicológica y la valerosa sencillez del guión (“Haz una cruz sencilla, carpintero…” León Felipe).

Aunque no esté entre las cien películas más destacables, su brevedad, la añeja fotografía en color del memorable director de fotografía Charles Lawton, la enorme música de Heinz Roemheld y un reparto de lujo (no olvidar a Maureen O’Sullivan, Skip Homeier o Henry Silva), hacen de esta obra un producto memorable.

Este filme es un triunfo de las pequeñas historias en el género del western.
Kikivall
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7
14 de mayo de 2024
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Estando en el colegio (religioso) pude ver, con 16 años esta cinta que me quedó grabada; tenía la edad exigida para poder ir a visionarla por la dureza moral de la cinta, que no se me olvidó nunca. Supuestamente ya era mayor para ir a pelis de mayores.

En la obra un sacerdote de Boston va ascendiendo en la jerarquía de la iglesia católica, gracias a sus cualidades humanas e intelectuales. El sacerdote proviene de una humilde familia, su padre es conductor de tranvía.

A lo largo del metraje tendrá que abordar y resolver problemas/dilemas personales delicados y situaciones políticas de riesgo como la invasión nazi en Austria.

Es peliaguda la situación en la que el Cardenal debe decidir en un parto extremadamente difícil, si se salva la vida del niño o de la madre que a la sazón es su hermana. Aborda igualmente temas como la infidelidad conyugal, temas sexuales, el aborto o cuestiones políticas como el papel de la Iglesia durante el ascenso de Hitler.

La película tiene un buen ritmo narrativo, aunque se puede observar que está algo lastrada por la responsabilidad que, sobre su director, el gran Otto Preminger, tuvo el hecho de que fuera una ambiciosa y exigente superproducción.

Tiene un cuadro de actores muy bueno con Tom Tryon en el rol de cardenal, trabaja el mismísimo John Huston (su primer papel serio, como Obispo), Romy Schneider está sensacional y bella o Ralf Vallone, un clásico.

Basada en la novela de título homónimo de Henry Morton Harrison que leí también en su momento, Robert Dozier consigue un libreto aceptable, aunque se deja puntos importantes del libro.

Tiene un excesivo metraje que puede hacer la obra un poco pesada por momentos, excelente la fotografía en color de Leon Shamroy y una aceptable música de corte clásico, creada por Jerome Moross.

Película buena que merece ser vista por cualquier cinéfilo que se precie.
Kikivall
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7
14 de mayo de 2024
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Veinte años atrás, hubo un mediático romance en los EE. UU. entre Gracie Atherton-Yu (Moore) y un joven, Joe (Melton) de 13 años, que provocó un gran escándalo. Cuando ha pasado el tiempo, ya con sus hijos camino a la Universidad, Hollywood rueda una película sobre esta historia.

La actriz Elizabeth Berry (Portman), que hará el papel de Gracie, decide pasar un tiempo con la familia para intentar entender mejor a esta mujer a la que va a encarnar.

Comedia oscura y drama psicológico dirigido por Todd Haynes y escrito por Samy Burch (debutante) a partir de una historia del propio Burch y Alex Mechanik, basada en el escándalo real de Mary Kay Letourneau, quien sostuvo relaciones sexuales con su alumno Vili Fualaau en la década de los 90, por lo cual fue condenada a prisión.

Haynes realiza un trabajo intrigante de psicodrama que va más allá de la fábula. La historia una actriz que llega a Savannah, Georgia, para indagar sobre la culpable del mencionado y escandaloso caso. Conoce y habita con Gracie para perfeccionar su trabajo en una película en que hará sobre ella. Un drama que se desarrolla de forma delicada y gradual.

El filme ofrece un juego presidido por la astucia, con una excelente pareja de intérpretes en plena forma: Natalie Portman y Julianne Moore, involucradas en un interesante juego de espejos. Cuenta el reparto también con actores y actrices como Charles Melton, DW Moffet, Cory Michael Smith, entre otros.

La cosa es que la relación duró y la pareja, ahora casada, tiene hijos en edad universitaria. La vida familiar de Gracie con Joe Yoo de 36 años, trabajador en un hospital, parece feliz y estable, una familia armónica. Sin embargo, hay algo no resuelto, hay una paz controlada por la esposa, atrapados los dos por una relación carnal infantil dos décadas atrás.

A ella se le oye decir: “Las personas inseguras son peligrosas… yo soy segura”. Claro, ella sedujo y abdujo al niño que fue su actual esposo que quedó enredado en la tupida red de afectos perversos que ella creó sobre él.

Joe cría mariposas y observa su gestación, como si nunca hubiera entendido cómo funciona el mecanismo de la reproducción e incluso del sexo. Porque Joe creció de golpe, pero como vemos, no creció realmente, quedó infantil. Fue seducido y directamente convertido en padre por una mujer que simbólicamente era su madre. Esta es la idea que quiere apuntar el título original: “Mayo Diciembre”, expresión usada en inglés para referirse a las relaciones en las que uno de los integrantes de la pareja es mucho mayor que el otro (mayo como la primavera y diciembre como el invierno de la vida).

Elizabeth se toma su tiempo para estar con Gracie, Joe y su familia, llevando una investigación que se desliza por lo intrusivo, por inmiscuirse en asuntos delicados que no son su objetivo. Su interés en la historia mezcla lo personal con una curiosidad malsana sobre el pasado de la familia.

De hecho, la actriz se reúne con varias personas de la comunidad, incluido el ex marido de Gracie, Tom (DW Moffet), y su hijo mayor, el abrasivo y amargado roquero aficionado Georgie (Cory Michael Smith).

Lo que habría podido ser una investigación sobre la ética del cine, de hacer películas “sacadas de las noticias", se convierte en un drama que desvela asuntos psicológicos profundos y graves. Joe va mostrando su incapacidad y su infantilismo conforme avanza el metraje, a lo cual colabora la estupenda actuación de Melton, el joven padre de familia.

Joe es un hombre cuya psique ha sido rota por su prematura experiencia como púber lanzado al sexo y a la paternidad. Pues es sabido que, en la infancia, el sexo es una especie de rompecabezas, pero no se sabe bien cómo encajar las piezas ni cómo funciona. El ser humano necesita un proceso de aprendizaje y tiempo para conseguirlo. Pero cuando el niño Joe conoce a Gracie, esta lo lleva a la cama y le da ya armado el puzle, lo cual tiene sus consecuencias negativas.

De hecho, Gracie todavía trata a Joe como si fuera un pequeño. Es el mismo Joe padre quien le confiesa a su hijo adolescente Charlie (Gabriel Chung) que nunca ha fumado un porro, o sea, que no sabe de la vida. Como que Joe dio un precipitado salto desde la infancia a la edad adulta, perdiéndose fases intermedias como la adolescencia, que es una etapa crucial, resultando ser, así, un ser incompleto e inmaduro. Su esposa sigue contribuyendo a ello.

Moore hace su rol de Gracie con nervio de acero en una actuación mezcla de fragilidad neurótica y fragilidad dominante. Portman de su parte convierte a Elizabeth en una figura misteriosa que oculta su yo real, como hacen a veces los actores, mientras absorbe las características de Grace; a veces es una ingenua detective y otras es una mujer muy manipuladora.

Drama naturalista que nos recuerda su dimensión metaficcional: esos efectos de espejo, con Moore y Portman a menudo enmarcadas en una simetría exagerada, e imágenes televisivas que nos hacen preguntarnos hasta qué punto la película de Elizabeth tratará realmente sobre la búsqueda de la verdad, o pretende algo más… algo más básico.

Hay un truco sorprendente, pues el responsable de la música, Marcelo Zavros, acorde con Hayne, utilizan para la obra la partitura de Michel Legrand en otra película muy anterior: “El mensajero” (1971), de Joseph Losey, cuyos acordes reelabora el compositor Zavros. Como queriendo subrayar temas de esa película como la explotación o la inocencia.

Haynes y el director de fotografía Christopher Blauvelt también se inspiran en ese filme de Losey, especialmente en primeros planos de la vida de los insectos y el exuberante follaje sureño, entre otras imágenes, de un mundo suburbano supuestamente perfecto pero que no lo es.
Kikivall
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