Me entusiasma cuando una película me lleva por el camino del suspenso y de la intriga. Me gusta cuando me invita a adentrarme en ese juego que supone que uno intente adivinar quién está detrás de ese tejido de manipulaciones. Y en 'Drop', Meghann Fahy (de muy buena labor, por cierto) empieza a recibir mensajes anónimos, amenazantes, que la desesperan y la ponen entre la espada y la pared, en medio de una primera cita. Hasta acá vamos bien. O quizá es que la cinta tiene tan buen ritmo que uno se entrega al entretenimiento.

Pero claro, de a ratos me va apareciendo esa sensación inevitable, vinculada a temer lo peor, a que una de esas maniobras que suelen emplearse para develar el "misterio", en este tipo de relatos, estropee gran parte de lo construido. Algo así como un efecto dominó. Si eso sucede, si hay un giro ridículo, ¿qué tanto se perdona? Depende de cada persona y de las pretensiones que posea el film de aspirar a sonar serio, verosímil.

La obra de Landon me clava una espina que me molesta. La percibo repentinamente atolondrada y casi insultante en sus formas de cerrar el telón. No puedo negar que 'Drop' es ágil y llevadera, pero tampoco puedo hacer vista gorda a sus decisiones, esas que en un vendaval de disparates, le restan puntos al score final.