Recuerdo emocionado de la "Revolución de los claveles". Esta revolución se distinguió por dos aspectos: la protagonizó el ejército (lo normal es que hagan golpes de estado e impongan dictaduras, no revoluciones que lleven a democracias) y fue pacífica.
El relato oscila entre la realidad y la ficción sin apostar por ninguno definitivamente.
Se nos cuentan las hazañas de dos capitanes (uno de ellos, Maia, existió realmente) del ejército portugués que se levantaron en armas contra la dictadura de Salazar (había muerto hacía 4 años, pero su legado permanecía casi incólume). La película homenajea a estos dos jóvenes que participaron en las guerras coloniales en África y que, por lo tanto, conocieron el horror de primera mano. Son dos emblemas, dos símbolos, que representan la fuerza y la esperanza del pueblo portugués en abril del 74. Con ellos se quiere otorgar el protagonismo a los personajes de la intrahistoria (no a los generalotes de relumbrón o a grandes figuras históricas), a la gente humilde que, de vez en cuando, se rebela ante las injusticias, y muy de vez en cuando triunfa. A pesar de la evidente exaltación de la revolución, no por ello se deja de señalar el gran escepticismo que provoca la democracia venidera; se viene a decir, más o menos, que el poder seguirá ajeno al pueblo, con la sola diferencia de la aparición en escena del juego corrupto de los partidos políticos.
Es una película sencilla, simple, modesta, que en tono de comedia costumbrista cuenta las aventuras de los capitanes y, un poco por encima, los hechos históricos.