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Rusia Rusia · Stalingrado
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Críticas 3,142
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
7
21 de noviembre de 2013
408 de 443 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película dialéctica: Tesis, Antítesis y Síntesis.
Tesis: cortejo o asedio.
La primera parte se hace eterna y, por momentos, insufrible. Consiste en asistir, una vez más, al enésimo diálogo merluzo previo al posible apareamiento; al infinito tema: chico (guapo, cómo no) conoce chica (guapa, cómo no), le da la murga hasta el umbral de la tortura y ella resiste numantinamente mientras que, al mismo tiempo, le hace mohínes, le pone caritas de arrobo y en el fondo se derrite por sus huesos. Aquí, además, hay un plus de amaneramiento y extrema autoconsciencia. El espectador desea que acabe la mostrenca conversación y a ver qué pasa. Pues sí, termina afortunadamente, llegan a la casa, la conversación se va adensando y...
Antítesis: reverso oscuro o quiebra.
La segunda parte es el opuesto de la primera; el juego permanece pero los papeles han cambiado; el tono ya no es el mismo; hemos pasado de la comedia banal a la situación absurda y desasosegante; de la esperanza al desquiciamiento; del humor al terror psicológico (recuerda, por ejemplo, a los ambientes tensos y enfermizos de Polanski). Lo que estaba soterrado sale a la luz; la supuesta inocencia se transforma en lucha de poder, amenazas y estallidos de violencia. Se han quitado las máscaras y ya van en serio.
Síntesis: dolor, desesperación y aprendizaje.
Y llegamos al gran final que acaba de dar sentido a lo anteriormente esbozado; concreta lo sugerido y cierra todos los caminos y temas abiertos. Los grandes finales son los que dan coherencia y significado a lo anterior, y este lo hace de forma implacable, hermosa y necesaria.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
De ella sabemos mucho pese a que no nos explican casi nada (gran acierto: suele ser penoso cuando lo dan todo masticado y no te dejan imaginar nada); podemos deducir que es una chica extremadamente sensible, frágil y vulnerable que acaba de salir de una gran crisis (seguramente una depresión con intento o por lo menos deseo de suicidio) y que siente que no encaja; que no encuentra su lugar en el mundo y que teme no encontrarlo jamás. La noche en la que transcurre la primera parte es la primera vez que intenta salir después de mucho tiempo y, por temor a volver a romperse, tiene una actitud defensiva y cortante y al mismo tiempo angustiada y anhelante (de amor, calor humano o como queramos llamarlo).
Él es el típico y tópico chulo piscinas urbanita, tierno y encantador; el joven perfecto y superfluo; vacuo, tramposo y maravilloso que se mueve como pez en el agua en el campo abierto de la seducción de pacotilla y el ligue ocasional. Se cree más de lo que es realmente; no pasa de mequetrefe embaucador, de tahúr de medio pelo.
A ella, la experiencia le confirma sus peores temores: que no se puede confiar en la gente y que ella es incapaz de entender y jugar el juego ( "el hombre es un lobo para el hombre" y ella es una corderita indefensa y minúscula).
Él no ha aprendido nada, solo lo ha pasado mal por la reacción de ella. Su conocimiento llegará después, cuando la película se haya acabado; el suicidio de ella será el espejo en el que se verá patética y groseramente reflejado.
Película que parte de tópicos retrógrados y terriblemente manoseados; la sempiterna guerra de los sexos en la que la mujer es pasiva, busca el amor y el compromiso obsesivamente y aunque diga no (al sexo), en el fondo espera que sí; y en la que el hombre solo busca el sexo sin ataduras, miente como un bellaco (la mundialmente famosa frase de "... hasta meter... " o algo así) y aunque diga sí (al amor), en el fondo espera que no; y acaba transcendiendo progresivamente hasta convertirse en una gran película tanto formalmente (bella fotografía y perfecto montaje y utilización de la cámara) como sobre todo de contenido: reflexión atinada, matemática, cruda y poderosa sobre el amor, el sexo como campo de batalla sutil y complejo y especialmente sobre las relaciones humanas, el deseo de comunicarnos y entendernos y lo difícil y doloroso que puede llegar a ser todo eso.
Por último, los actores: él está bien en un papel difícil en el que quizás flojea en los momentos más dramáticos; ella está soberbia: precisa y delicada, contenida y desgarrada.
6 de febrero de 2018
200 de 233 usuarios han encontrado esta crítica útil
(Seguro que hay spoiler. No lo pude evitar)
Cuento perverso y sofisticado de una exquisitez y belleza que extasía, hipnotiza y arrebata.
La neurosis, el perfeccionismo, el miedo a la vida y el juego del cazador y la caza.
Modisto enmadrado (la madre muerta) y hermanado (la hermana viva) hasta el delirio se refugia del mundo a través del trabajo.
Solo necesita una modelo/musa/amante/criada/madre/enfermera/matrona/dominatrix/víctima para soportar una vida que a duras penas aguanta, amurallado tras infinitas puertas, histerias y férreo control.
El deseo de orden frente al caos vulgar del mundo. El afán de belleza contra la agresiva fealdad de la vida. El silencio, la buena educación (casi siempre), las buenas formas, la buena vida y la apariencia de seguridad esconden a un niño pequeño, castrado (se supone que por su mamá y, también, su hermana), asustado, débil, temeroso, incapaz de hacer frente a los hechos de manera natural, sana o flexible.
Por otro lado, es una reflexión sobre el precio que hay que pagar para lograr desarrollar un oficio con verdadera pasión y excelencia, la vida misma, todas las fuerzas vitales sacrificadas en el altar del arte textil, de los grandes vestidos.
Película compleja, sutil, elevada, llena de capas, insinuaciones y vericuetos. Con dos líneas paralelas y recurrentes que a veces (muchas) se cruzan, la miniatura psicológica llena de matices y minucias, y la gran creación de hermosos vestidos, es decir, la intimidad y el trabajo alimentándose continua y mutuamente.
Es una gran sinfonía, musicalmente deslumbrante (banda sonora original y piezas clásicas y románticas en feliz comunión) y fotográficamente impecable, una delicada ópera llena de temas y detalles, de forma y fondo entrecruzados y enlazados, de voces, solistas y coro, de melodías, crescendos, clímax y reposos.
Un cine gozoso, culto, elegante, cuidado. Una calidez esmerada y educada que contrasta con el clima actual de sonrojante monserga ideológica y enorme zafiedad estética.
Quizás su peligro radique en la tentación de caer en la autocomplacencia formal, que esta se coma la historia y que los personajes desaparezcan aplastados bajo el peso de tan bello despliegue de alardes técnicos y barrocos.
A veces eso pareciera. Pero no llega a tanto. No malogra la obra.
El cazador cazado. La joven aprendiza (el mito eterno de Pigmalión: "My Fair Lady", por ejemplo) se venga, lo envenena y así se lo queda. Matrimonia y lo tiene atrapado entre sus garras humanas abyectas ("Misery").
La película juega con el espectador, con los tópicos melodramáticos y maniqueos habituales. Al principio, ella es una pobrecita utilizada por dos hermanos sin escrúpulos, engañada, seducida y seguramente abandonada. Primero ella es agasajada, tentada, escogida y manipulada, y después es simplemente una pieza más de la industria familiar. Otra chica más de las, parece (eso se sugiere al principio, como Fermín de Pas en "La Regenta" o Cayetano Salgado en "Los gozos y las sombras", ambos con amantes sucesivas y madres de aúpa también), muchas, que han estado en esa situación de rehén de lujo. Le valen hasta que se cansa o aburre de ellas y las echa.
Pero se da la vuelta. Esta no es como las demás. Y lo caza. Lo pesca. Lo secuestra. Lo destruye e inutiliza. Lo apresa y tortura. Ahora él es el pobrecito.
Pero tampoco. Porque lo sabe y se presta. Ya no hay víctimas ni victimarios. Ni buenos ni malos. Todo queda empatado. Neutralizado. Siniestro y hermoso.
Ese final es perverso, clínico, enfermizo, malévolo, juguetón, viscoso, inteligente, metafórico, fabulesco y cachondo.
Aunque también pueda ser banal, idiota, inverosímil y fuera de lugar.
O las dos cosas a la vez.
O alguna.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Es una historia llena de grandes momentos y regalos:
- La narración de la captación de la chica. Cómo la encandila y fascina.
- Cuando aparece la hermana y rompe el hechizo de la Cenicienta. La cara de ella. Bravo.
- La historia de la gorda mecenas y cómo ella aprovecha la situación para ganarse el respeto y aprecio de él, al reclamar el vestido mancillado le demuestra que entiende y valora lo que supone el trabajo para él, la vida entera.
- Cuando se acerca con decisión y le dice a su alteza que ella vive allí.
- Cuando la hermana amenaza al modisto con su mayor fortaleza (te destruiría, ten cuidado, no me pongas a prueba). En verdad, todas sus tensas charlas son jugosas, llenas de miedo, cariño y estupor. Se necesitan, detestan y quieren a su perturbada manera. Relación de dependencia y crueldad amoroso fraternal. Dos terribles solterones, se da por supuesto, de ella poco o nada sabemos, atrapados, privilegiados y encerrados.
- Las escenas ruidosas durante los desayunos. Su evolución como reflejo de los cambios en su relación.
- El ruido y el movimiento como dos formas de agresión a una mente excesivamente sensible, delicada, enclaustrada y desequilibrada, los sentidos se convierten en antenas de dolor, susceptibles de considerar todo como un ataque del exterior, una paranoia quirúrgica y exacerbada. Dos tormentos sublimes e indiscutibles para el que teme la turbación, el bullicio y la vida en su discurrir horrísono, desorganizado y desvergonzado. Una persona cerebral encerrada en su mente enferma.
- El decoro y el buen gusto frente a la tosquedad desagradable y gritona de los demás, la quietud ascética en oposición al perpetuo movimiento idiota de los que viven felices, sin dirección, conciencia o motivo.
Sí, Day-Lewis está estupendo (completamente acertado, apabullante mezcla de debilidad y amoralidad). Ella, también (inocencia y ferocidad, sensibilidad y vulgaridad). Y la hermana (como un alcaide en un penal, fiera y larga, sabia, tenaz e indestructible).
Al final se demostró que ella tenía razón, aguantaba más la mirada, era más fuerte. Sabía, o se dio cuenta, que él no podía soportar todos los rituales y autoexigencias que tenía que arrostrar diariamente para poder funcionar, para sobrellevar la existencia y seguir produciendo, sabía, o aprendió tras mucha observación, que él quería abandonarse, relajarse, olvidarse, que necesitaba descansos, abandonos, y que nunca lo haría por propia voluntad, no podía (estaba enfermo de voluntad neurótica, obsesiva compulsiva), necesitaba la coartada de otro, de alguien que le obligase, que se lo impusiera a la fuerza, necesitaba una nueva madre a la que supeditarse, a la que respetara, quisiera y temiese, a la que odiaraamara. Es, la película entera, en verdad la búsqueda desesperada de la madre perdida y, quizás, ¿reencontrada?, ¿reencarnada?, ¿sustituida?
27 de marzo de 2017
143 de 163 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mucho me temo que esta crítica ya la hice. Si Álex se repite con recurrente contumacia, yo solo le imito, por qué no. A mismas películas, parecidos comentarios. Uno tiene un par de ideas, y mucho exagero, que medio trata de disimular y más bien no. Se acaba notando la falta de variedad, la insistencia, el recochineo, la pesadez y escasez de ingenio, para qué hablar más, la total falta de originalidad. Y yo lo confieso. Ahora espero el perdón y la penitencia. Ya me contaréis.
Mientras tanto, a todo aquel que me haya leído en otras ocasiones (esa inmensa mayoría silenciosa, como zombis a punto de arrancar, a echar a correr) con suma atención y que ahora note tal vez el fallo, le pido disculpas, no volverá a pasar, nunca jamás.
Vamos... Lo hemos dicho siempre y a las pruebas no remitimos, Álex, nuestro querido y tan prolífico director de cine ya no tan joven, es un autor, cojonudo, pistonudo, un verdadero hacedor.
¿Por qué? Por dos razones fundamentales: por su innegociable y machacona visión del mundo, la tiene y no la cambia por nada, me quedo contigo; y por su estilo engolfado, libre, desmañado, ese humor negro y ese carnaval esperpéntico contado con la ingenuidad de un adolescente granujiento y el ímpetu de un joven sin cansar ni desasnar.
Y "El bar" lo vuelve a confirmar. Desde todo punto de vista.
- Tesis. "Somos unas ratas. El resto es mentira", dice el profeta tan fibroso, justiciero y charlatán. En esas estamos. Peores que las ratas. Más retorcidos, miserables y ruines. Igual de sucios y mugrientos. Solo hace falta quitarnos la primera capa del barniz de la civilización y las buenas maneras para encontrar, de sopetón, a bocajarro, nuestra verdadera esencia o dícese de un egoísmo pulverizador, una estupidez atorrante y una pequeñez galopante. Tratamos de vivir cara al sol (que diría, por ejemplo, el ínclito en su día y ahora más olvidado Sánchez Mazas, a pesar de "Soldados de Salamina") y respirando aire puro, pero nuestro verdadero lugar está en el subsuelo, entre la mierda y las cucarachas.
- Estilo. Confirma la máxima de su cine. Su caducidad supersónica, antes siquiera de empezar ya se está desintegrando, cayéndose a malos cachos de incoherencia y falta de sentido. Suelen comenzar bien estos experimentos del Profesor Bacterio, avanzan con garbo y buenas hechuras, pero casi siempre hay un momento, un clic, un chisporroteo o pequeña explosión que provoca la caída estrepitosa e irremisible, con todo el equipo, del edificio o tinglado cinematográfico, la voladura destruye la historia y ya de paso también a nosotros que nos quedamos como unos gilipollas, pidiendo sopitas, entre las cenizas y las ruinas. Si aquí, en este bar madrileño, había un prólogo, tres actos (bar, sótano y alcantarilla como los pasos rituales del inevitable y desolador descenso a los infiernos) y un epílogo, yo diría que llega más o menos bien hasta el segundo tramo y es a partir de ese instante difuso cuando se empiezan a acumular las inconsistencias, insensateces y suma de delirios chapuceros y ya, pobre espectador, ay de ti, te da todo un poco igual. Hasta llegar al final.
- Resumen: vivimos en un mundo en el que los poderes públicos (los medios, el estado, las fuerzas de seguridad, los que mandan o dirigen) son el horror. Rodeados, además, de un azar caprichoso y cruel (el virus del demonio en este caso, el que sea) y entre seres humanos abyectos y ridículos. ¿Qué se puede hacer, por tanto? Luchar, perseverar, mantener cierta pureza, honradez o bondad. Y ya tú verás.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
De hecho, varias veces, como es este el feliz caso, los héroes (de) de la Iglesia se salvan, son premiados por su buen comportamiento. Blanca es la más maja, la más honesta y menos traicionera. Y sobrevive.
Otros apuntes.
- El prólogo y el epílogo son fabulosos. Los títulos de crédito, maravillosos (igual que la increíble música que suena, ese Duke Ellington desaforado y tan apropiado).
Personajes:
- Terele. Haciendo de Terele. Lo borda y se la quiere. Queremos más Terele, lerele, feliz, feliz. Siempre Terele. Cuando tú no estás, me falta el aire.
- El policía facha de película española. Tópico elevado a la máxima potencia. Pobres maderos. Qué poco les quieren nuestros artistas patrios.
- El fetichista sin motivo. Buen actor (el argentino Awada), personaje pobre pero cachondo.
- El barman. Secun de la Rosa es un buen cómico. Aquí perpetra con eficacia un buenazo de pocas luces y mucha sinrazón.
- Marios Casas. El yihadista hipster (con él aprovechan para reírse de muchos de los clichés actuales; del terrorista coránico, el publicista atontado, el nerd ensimismado con los tirantes, las gafas de pasta, la barba bien cuidada y toda la tontuna a granel como si no hubiera un mañana ni un ayer, solo un cero patatero en el de gravedad centro). Medroso y venenoso tras su fachada de pavisoso zonzo. Cumple, Mario, por hoy yo no me quejo.
- Israel. A mí me carga. Se pasan. Demasiado papel. Recuerda mucho, dios nos perdone, al De Niro de "El cabo del miedo". El que desvela, y se descojona por ello, toda la hipocresía de la sociedad. El loco que ilumina por contrapeso, como contraste. El citador bíblico sin remedio. ¿Un homenaje horroroso?
- Machi. La tragaperras. Gran actriz. Siempre querida. Personaje maltratado.
- Blanca. Estupenda. Es la heroína. La niña pija que aprende lo que vale un peine. Nada menos que se da cuenta de cómo funciona el mundo (como le pasaba a Emily Blunt en Sicario, en otras circunstancias). Viaje iniciático hacia la luz, hacia la verdadera sabiduría a través de las heces. Cuando todo termina, ella ya no está para más tonterías. Su mirada ha cambiado. Ahora ya sabe y comprende. Ahora nos gusta más, todavía más ahora.
10 de febrero de 2018
227 de 347 usuarios han encontrado esta crítica útil
(Esta crítica me va a costar la vida hacerla. La lucha entre las risas y las lágrimas, al recordar lo visto, va a suponer un enorme obstáculo para que fluya con soltura mi prosa y su desmesura. Coraje. Lo intentaremos)
El soberano sueco fue saludado por los soldados con siete salvas.
Hay muchas formas de aproximarse a los acontecimientos históricos más señeros. Por ejemplo:
- Con sarcasmo feroz y compasivo humanismo. "Senderos de gloria". Viva.
- Con humor salvaje y libertario. Esperpéntico y voraz. "M.A.S.H". Bravo.
- Con mirada documental, muchos testimonios y largas horas de observancia pasmada. "Shoah". Bien.
- A través de series que recreen esos hechos con atenta exhaustividad. Ya sean documentales o ficcionales.
Pero sobre todo hay un modo que triunfa como la cerveza y agrada a toda la platea. La solemnidad sentimental propagandística patriotera patotera. O digámoslo de otra forma: el espectáculo circense que traduce la Historia a una gran farsa, gran guiñol o monstruos de feria que maquillados casi parecen superhéroes (de la Marvel). O casi mejor: como el concierto de un solista genial, elegido, iluminado y bendecido por la gracia de Dios que nos salva a todos del mal, la oscuridad y el miedo.
No sé por qué pero empiezo a tener la extraña sensación, dos y dos suelen ser más que tres, de que el Imperio Británico que parecía muerto y enterrado está renaciendo de entre sus cenizas como el ave Fénix. El caso es que han puesto la maquinaria de propaganda a todo trapo. ¿Quieren lavar su imagen por los últimos acontecimientos y sus dudosas actitudes como serviles del amo americano y tahúres en el espacio europeo? ¿Nada que ver?
Juntemos varios hechos (artístico-peliculeros).
- Dunkerque. Nolan. Los ingleses somos héroes y salimos de todos los atolladeros con el apoyo de nuestro hermoso pueblo.
- The Crown. Serie sobre la corona británica de alta calidad pero de evidente regodeo patrio y ensalzador de su máxima mandataria regia que casi ya a los cien nos llega. La condenada.
- Casi que la última de Branagh, aunque de producción americana, en su sorprendente desenterramiento in extremis de su diosa literata popular Christie y de sus, por añadidura indirecta, patentados métodos filosófico deductivos inductivos. Por no hablar de la un poco más fuera de fecha aunque en la misma línea cachondo histórica de cuchufleta, la recordada "El discurso del Rey".
Hagiografía o loa o genuflexión o felación serían términos ralos, chabacanos, cortos.
Nos muestran a Winston como un superhéroe de tebeo (grotesco). Por muchos momentos, aquello parecía una película de Spiderman o Superman más que el retrato de un alcohólico y rechoncho gobernante/gerifalte.
"Sobre ti recae el peso del mundo". Le comenta su santa esposa. Y claro, no pude evitar pensar en frases como "un gran poder conlleva una gran responsabilidad". Es decir, reducen un asunto de una envergadura monstruosa, la Segunda Guerra Mundial en sus inicios, a las bravatas, ocurrencias y barrabasadas del bueno de Winston. La reduccion infinita de un problema gigantesco supone un proceso (anti)intelectual de simplificación, puerilidad y mala intención que casi no se puede creer (¿por quién nos toman, a nosotros, a todos, nada menos?).
Vayamos al spoiler que hay mucho más.
Nos sacan a Winston con todas las cualidades tópicas (hasta el vómito) de los grandes hombres que en el mundo han sido, mala leche, brillantez, espontaneidad, valor, generosidad, improvisación, gruñón, cachondo, enfadado, salvaje, libe y muy hermoso (en espíritu, como un mesías que nos redime).
Hasta sus, al parecer, abundantes y celebradas cagadas nos (casi) enseñan. Del cerdito (así se tratan en la tierna intimidad los sempiternos enamorados, entre mimos y delicados gruñidos -los dioses cuando se visten de humanos también son vulgares, como todos, aunque no lo parezca) todo tiene provecho y gozo.
Y hay que arroparle, darle un coro, una claque que le inspire, apoye, aliente y aplauda. Algún mediador que insista en su humanidad y cercanía, que resalte el aspecto más sentimental del brutal titán.
Para esa digna, encomiable función tenemos a la secretaria. No se puede ser más guapa, pundonorosa y buena. Le mataron al hermano y por su país ella daría su misma mano. Quiere a Winston como al Papa o a su papa. Enamorada de su fulgor y verdad, de su talento y grandeza hasta las trancas de su bella alma. Si ella le adora tanto, que es tan pura y plena, cómo tú no, truhan.
Y la santa parienta. Que no, que aquí no es un simple florero, que le da los mejores consejos y le recuerda, en los raros momentos de flaqueza del gran hombre, lo mucho que vale y lo importante que es para el futuro del mundo libre. Por si se le ha olvidado ya que anda tan ocupado que no tiene descanso ni un segundo.
Y también tiene sus enemigos (de pega, pura fachada, todos en el fondo del fondo de sus corazones le quieren mucho, así es, algunos tardaron más en darse cuenta, eso es todo), intrigas y dudas.
Y unas naciones y compays presidentes de otros países que le dejan tirado para que él tenga que luchar solo contra los malos (hay que ver... ).
A la heroica Gran Bretaña la abandonaron a su suerte Francia y los USA (y Holanda y Bélgica y... ). Así que ella/ellos tuvieron que ganar la guerra solos contra los nazis demoníacos.
¿Y los rusos algo hicieron? ¿O no? Parece que no, aquí ni se les nombra. ¿Para qué, si fueron pura comparsa, chirigota gaditana, solo pusieron los muertos, más de veinte millones, dicen? Eso fue después, casi al final, cuando Winston ya se había hecho cargo y tomado las riendas del caballo. Él solo y sus súbditos fieles. Ya, por entonces, estaba todo ganado.
¿Y los rumores que dicen que hubo al principio ciertas dudas respecto a una posible alianza con los nazis diabólicos? Nada, imposible, Winston dijo que no y no, y a callar, que a los malos ni agua. Ya los conocía. No se equivocaba. Los vio venir con su habitual perspicacia y lucidez.
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¿Y los USA que al final intervinieron? Como los rusos pero en cutre. Tarde y mal. (Esa conversación equina con el presidente del otro continente no tiene precio, como para que los USA, si hubiera todavía algún decoro u honor en el teatro político mundial, rompiesen relaciones diplomáticas de inmediato con los británicos y declarasen, a todo correr, la tercera guerra mundial)
No insistas con raras teorías, que como aquí se explica con meridiana claridad ganaron los británicos y nadie más, ganó Winston en soledad, esa es la verdad. Con sus puros y enormidad. Él pudo con el satán alemán, con el luciferino pintor de brocha gorda y su ejército de mutantes aberrantes.
Espera. ¿Y lo de la flota que ya había sacado Nolan, esa de civiles tan chulos, por qué otra vez, dale Perico al torno? Porque gracias a esas gentes sabias y solidarias salimos de Dunquerque triunfadores.
Hay que insistir y recordar. Fueron los barquitos pesqueros y los yates de entretiempo los que nos sacaron del embrollo.
¿Y no te olvidas de algo? Es verdad, qué cabeza.
De la conversación con el rey. Al final se hicieron amigos y se querían mucho. Las diferencias quedaron aparcadas por el bien y la verdad. Así da gusto, la corona y la política de la mano juntos. El rey tartamudo y el prospecto más glorioso que la isla haya conocido jamás unidos. Hip, hip, hurra.
Pero sobre todo te olvidas... de la escena. LA ESCENA. Qué grandiosidad y emoción. Qué verdad y sinceridad.
(Es muy probablemente uno de los trozos cinematográficos más infames, ridículos, groseros, denunciables, inauditos, delirantes, increíbles y despatarrantes que mis duras carnes han sufrido en una sesión de cine.
Me llegó a recordar a una escena de ¿"Spiderman 2"?, si no me confundo, también entre la gente y algún transporte. Y muchas de Superman, cuando el pueblo unido se daba de bruces con el mito y perdía el sentío. Pero esos casos era otros, el contexto era de tebeo. Esto se suponía que era serio)
Winston coge el metro, todo el pueblo llano, lleno sobre todo de mujeres (los hombres debían estar destinados a la rutina del muere, en el frente, como de costumbre, borregos alegres que abrazan, ¿a la fuerza?, la masacre, para salvar, se supone, a sus compañeras, descendientes y gerifaltes) y un negro (para que no se diga, tenía que haber uno por lo menos, no fuera a ser que nos dijeran algo sobre racismo estos puritanos de la antorcha del nuevo Hollywood inquisitorial y macartista macarrista, un negro, además, joven, guapo, tierno, culto, citador y bueno, uno solo, cierto, pero vale por un imperio entero), le reconoce y no lo cree, el mismo Dios encarnado, cómo es posible que se mezcle con nosotros, con la chusma, con el vulgo, qué detalle tan hermoso, qué maravilla que nos haya hecho ese favor, que nos pregunte, se interese por nosotros, tan insignificantes y pequeños y prescindibles o intercambiables en comparación con su altura de Maciste. Qué humildad. Y hasta le decimos nuestro nombre. Qué suerte tenemos los británicos con nuestros prohombres.
(Creedme. Sale la niña de Rajoy también, sí, la de aquel discurso final televisivo electoral tan humano y conmovedor. O no. Quizás sea la de "Espías desde el cielo", ese peliculón sobrecogedor sobre los problemones de conciencia británicos que surgen cuando una niña buena se presenta y no te deja, la cabrona, tirar la maldita bomba. Y esta niña hay que ver cómo habla, qué valentía y emoción. Qué bonito. Todo)
Winston acaba llorando, lógicamente. Como el resto del mundo. Aunque a veces no lo pareciera, tenía el corazón de oro.
Lucharemos. Venceremos. Grita.
Ahí yo discrepo un poco.
Hubiera sido más apropiado decir: Lucharán. Vencerán. Ellos, los hombres del muere, no vosotros, los del vive, los del champán, los discursos, las películas muy nominadas a los óscar y todas sus promociones y primores.
Mira, ya estoy llorando yo mismo gracias a mis últimas palabras. Y eso que creía reír.
Ya que esto era de reír. Mucho de reír.
23 de octubre de 2015
140 de 175 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tócala otra vez, Sam. Variaciones sobre el mismo tema. Una vez más. Más de lo mismo. Meursault, Raskolnikov... Me repito, me indigesto, me atraganto, me hago la picha un lío.
Cambiar de ropa al muñeco para seguir en el mercado, trampeando; más pícaro que Lazarillo, más tahúr que Lonnegan. Un vendedor de crece pelo.
La lista es interminable: Kant, Kierkegaard, Husserl, Sartre... El asombro te invade. Filosofía en prime time, en cine comercial, para todos los públicos, sin rombos ni suicidios de espectadores cabreados. ¿Cómo es posible? ¿A qué se debe esta clase maestra del erudito, este tan estupendo didactismo? Rápidamente lo entiendes. Es solo calderilla, vaguedades, tópicos intelectuales, frases sueltas cogidas de aquí y de acullá, pura banalidad (del bien y del mal). Como si hubiera saqueado un libro de esos de las cien mejores citas de la historia del pensamiento, como si lo hubiera robado en unos grandes almacenes o lo hubiese fotocopiado clandestinamente. A eso añádele algún momento de piano, Bach sonando por allí, y ya. Estás metido en un parque temático supuestamente cultural. Mareado ante tanto nombre rutilante y fraseo inclemente.
Una vez pasado el gran susto, nos vamos a la trama y los personajes. Y ahí la cosa empeora. No porque no tenga interés, que sí que lo tiene, sino por cómo lo resuelve y lo desarrolla todo; con una desgana, inercia y trampa que ni el escritor más arrabalero, desalmado o desahuciado sería capaz de perpetrar por un mínimo de respeto que tuviera a sus lectores. Es decir, cuando se intenta engarzar el pensamiento con la acción, enraizarlo en la trama, el ridículo se hace el dueño, el disparate y la necedad, los amos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Esa conversación en plena cafetería, con el oído chismoso, y la consiguiente decisión, es pura birria churriosa, baratija chusca. Pasamos de la ética kantiana a matar a un juez felón por una triste nimiedad, por una pena rutinaria y cotidiana, con una información tan escuálida y parcial, tan limitada y confusa. Sí, claro. Nada, que acabo de leer a Nietzsche y mañana mismo mato al perro del vecino para así reafirmar mi rechazo ontológico hacia la compasión por los más débiles; lo haré con una ballesta, como homenaje a Robin Hood y su precocidad marxista, tras haber escuchado al cartero llamar siempre dos veces mientras susurraba, bostezando, a los caballos, que la vida es sueño. O de cómo me hice alfarero leyendo a Paulo Coelho, tal vez palafrenero.
Finalmente, llegamos/ponemos la guinda del pastel, la parte favorita de este último (ya lleva tiempo el puñetero deambulando, como alma en pena, por esos tristes derroteros) Woody, tan gandul, tan zángano, dícese de la sección "Atando cabos" y dando "El gran salto". O de cómo conseguir que la acción vaya del punto a al punto b sin un atisbo de sutileza, verosimilitud, sentido o vergüenza. Esas escenas grotescas en las que todo el mudo comenta el asesinato del juez descarriado con la misma fruición y constancia con que se habla del tiempo, y en las que se apuntan, hasta el infinito, en cada bar, peluquería, callejón sin salida o putiferio, las diversas posibilidades del crimen nefando y perfecto, cual Super Bowl o Día de Acción de Gracias revisitado, se tornan en la chirigota más esperpéntica que ojos humanos jamás vieron. Que si la amante sabe, que si la otra también se enteró, que si mis padres barruntan, que voy, maldita casualidad, y me encuentro por la calle a una que me dicen que dijo que oyó, que la estudiante atontada lo vio cuando, pero pensó que... Anda que...
Reconozco que el final es una broma macabra la mar de simpática. Adecuado resbalón. Encaja perfectamente con lo anterior, con todo, con ese mantra tan querido de nuestro abuelo judío favorito que viene a decir que un azar truculento y guasón, despiadado y vacilón, es el que rige los inescrutables deseos de un universo frío y cruel, indiferente y lleno de hiel.
Y yo confieso que, menos mal, se me ablandó mi amargo corazón con los ojos de la Stone, la musiquita pegadiza, la tripa de Phoenix (Dios le guarde; sin complejos, así se hace, hartos ya de Pitts perfectos y otros anabolizados engendros que nos quitan las ganas de vivir), Parker Posey (esa musa del indie, siempre en mi equipo), el va y viene, el colorcito, las postales marítimas, y, sin duda lo mejor de todo, esa mañana en la que inopinadamente nuestro antihéroe se levanta a las seis y media e inmediatamente se convierte, lógicamente, en la prueba irrefutable de que lo mató él, quién si no. Así es. Cómo sabe Woody. A esa hora sabática tan tampranera nadie con dos dedos de frente ni bien nacido haría el espantoso, inhumano, atroz esfuerzo de salir de la cama si no fuera para asesinar a alguien tan malo. Yo no lo haría.
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    2008
    Hong Sang-soo
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