Media votos
4.3
Votos
2,797
Críticas
2,797
Listas
0
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de Ferdydurke:
4
5.6
354
Drama
Cinco esquinas es un barrio habitado por una clase media-baja en un momento en que los tiempos están cambiando, no sólo para los habitantes de la ciudad, sino para toda la población de los Estados Unidos. En dicho barrio, una mujer luchará por su vida cuando el hombre que la violó sale de la cárcel. (FILMAFFINITY)
2 de junio de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fábula descalabrada, majadera.
Tiene las mejores intenciones, sin duda, y grandes ambiciones, también, pero ya sabemos que todo eso tan engorroso suele suponer la antesala del infierno, y sí, este es el desgraciado caso.
Unos jovencísimos Robbins, veintinueve años, Turturro, treinta, y Foster, veinticinco, protagonizan esta especie de wéstern urbano o de comedia dramática durante unas horas del año sesenta y cuatro en el famoso barrio del Bronx (lugar donde nació y se crió al guionista); con sus algaradas callejeras, sus amores juveniles y los ideales civiles.
Quizás solo sea la llegada a la ciudad más peligrosa del salvaje Oeste (Este más bien) del criminal más malvado que buscará a su chica y se tendrá que enfrentar al sheriff, los indios y los protectores de la joven: el forajido arrepentido y el chico bueno tan enamorado.
O tal vez sea un cuento sobre un Ogro aterrador que rapta a la Princesa y se escapa de los caballeros de la Tabla Redonda. O King Kong atrapado en la ciudad, acorralado, con su niña querida entre los brazos, sin salida. O el mismísimo Frankenstein, impotente, incapaz de expresar sus sentimientos, que rompe todo lo que toca, que solo a través de la violencia se puede comunicar, que tiene el alma rota, sin esperanza y con crueldad.
Y de fondo, la lucha de una parte de la sociedad norteamericana (aparecen Luther King y Bobby Kennedy) por conseguir la igualdad de derechos de los negros (la novedad fue que varios chicos blancos fueron asesinados, no solamente las víctimas acostumbradas -la película de Alan Parker, "Arde Mississippi", lo cuenta más al detalle).
Previsible y tópica; con diálogos ridículos, situaciones chuscas y embrollos llenos de una tensión forzada, estirada sin necesidad (el encuentro nocturno con el monstruo, por ejemplo, y, sobre todo, el absurdo paseo de después de la pareja de enamorados, como si aquí no hubiera pasado nada), mal dosificada. Se acumulan los sucesos estrepitosos y la cascada de imprecisiones y desatinos aumenta sin parar hasta llegar a un final lamentable, penoso.
Tiene las mejores intenciones, sin duda, y grandes ambiciones, también, pero ya sabemos que todo eso tan engorroso suele suponer la antesala del infierno, y sí, este es el desgraciado caso.
Unos jovencísimos Robbins, veintinueve años, Turturro, treinta, y Foster, veinticinco, protagonizan esta especie de wéstern urbano o de comedia dramática durante unas horas del año sesenta y cuatro en el famoso barrio del Bronx (lugar donde nació y se crió al guionista); con sus algaradas callejeras, sus amores juveniles y los ideales civiles.
Quizás solo sea la llegada a la ciudad más peligrosa del salvaje Oeste (Este más bien) del criminal más malvado que buscará a su chica y se tendrá que enfrentar al sheriff, los indios y los protectores de la joven: el forajido arrepentido y el chico bueno tan enamorado.
O tal vez sea un cuento sobre un Ogro aterrador que rapta a la Princesa y se escapa de los caballeros de la Tabla Redonda. O King Kong atrapado en la ciudad, acorralado, con su niña querida entre los brazos, sin salida. O el mismísimo Frankenstein, impotente, incapaz de expresar sus sentimientos, que rompe todo lo que toca, que solo a través de la violencia se puede comunicar, que tiene el alma rota, sin esperanza y con crueldad.
Y de fondo, la lucha de una parte de la sociedad norteamericana (aparecen Luther King y Bobby Kennedy) por conseguir la igualdad de derechos de los negros (la novedad fue que varios chicos blancos fueron asesinados, no solamente las víctimas acostumbradas -la película de Alan Parker, "Arde Mississippi", lo cuenta más al detalle).
Previsible y tópica; con diálogos ridículos, situaciones chuscas y embrollos llenos de una tensión forzada, estirada sin necesidad (el encuentro nocturno con el monstruo, por ejemplo, y, sobre todo, el absurdo paseo de después de la pareja de enamorados, como si aquí no hubiera pasado nada), mal dosificada. Se acumulan los sucesos estrepitosos y la cascada de imprecisiones y desatinos aumenta sin parar hasta llegar a un final lamentable, penoso.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
El pacifista se vuelve violento por un momento, los indios (guiño histórico simpático pero metido con calzador) apuntan a la diana, el chico del coche y la gomina declara su amor, el cojo valiente salva a la amada y la policía ¿justifica su sueldo?, me temo que no, rotundamente no.
No encuentran el tono; deambula entre ingenios bobos y autocomplacientes, y artificios trágicos y poco creíbles.
En la parte chapucera, habría que destacar esos francotiradores perezosos y remolones, de tan mala puntería, y el desmayo de la chica que dura un poco demasiado.
Por salvar algo: el "reconocimiento" final de la madre y cierta libertad e imaginación poco habituales y originales; en este sentido brilla la escena de los ascensores que, por cierto, recurre al famosísimo dúo de las flores de la ópera Lakmé que años después utilizaría Scott en la mítica escena, escrita por Tarantino, de "Amor a quemarropa" protagonizada por Walken y Hopper, lo mismo que De Palma en "Atrapado por su pasado", cuando Pacino, entre la lluvia, contempla arrobado a Penélope Miller mientras esta baila.
Película con alma de obra teatral; no en vano está escrita por John Patrick Shanley, escritor reconocido y autor prestigioso de varios buenos guiones y director de dos películas interesantes: "Joe contra el volcán" y "La duda".
No encuentran el tono; deambula entre ingenios bobos y autocomplacientes, y artificios trágicos y poco creíbles.
En la parte chapucera, habría que destacar esos francotiradores perezosos y remolones, de tan mala puntería, y el desmayo de la chica que dura un poco demasiado.
Por salvar algo: el "reconocimiento" final de la madre y cierta libertad e imaginación poco habituales y originales; en este sentido brilla la escena de los ascensores que, por cierto, recurre al famosísimo dúo de las flores de la ópera Lakmé que años después utilizaría Scott en la mítica escena, escrita por Tarantino, de "Amor a quemarropa" protagonizada por Walken y Hopper, lo mismo que De Palma en "Atrapado por su pasado", cuando Pacino, entre la lluvia, contempla arrobado a Penélope Miller mientras esta baila.
Película con alma de obra teatral; no en vano está escrita por John Patrick Shanley, escritor reconocido y autor prestigioso de varios buenos guiones y director de dos películas interesantes: "Joe contra el volcán" y "La duda".