Wilmington. Demasiadas preguntas. Ni una palabra.
Hombre perfecto en pueblo idílico pequeño de postal pesquero, padre del susodicho precioso un tanto de fondo con gorra o sombrero, mujer santa muerta prematuramente a la que amabas tanto, por qué Dios mío me las ha arrebatado, de las manos me la has quitado, la protagonista tan chula que por quítame allá esas pajas/cuitas aparece/llega a semejante lugar tan recoleto y todo comienza de nuevo, la vida se abre paso, como un rayo, la naturaleza manda y se despereza, revolotea, el alma se recrea, el ciclo se renueva, en nada la primavera llega, las segundas oportunidades acechan, siempre están prestas, qué nos ha pasado para que un tipo tan siniestro como Sparks, si en verdad existiera como tal, sea tendencia duradera, una empresa, un negocio, boyante, emporio, si esparce/vende a espuertas tanta mierda, lo que hace con clara conciencia, quién ha educado a esta gente, a este pueblo, a este público, a estos lectores o espectadores, qué nos han hecho, por qué está todo tan por los suelos, apesta a linimento.
Mensaje en una botella era igual. Se ve que le sobran las ideas al buen chaval, al no ya tan pequeño Nicolás. Qué importará.
Lasse Hallström empezó haciéndose importante o conocido con la película sueca mi vida como un perro, hace casi cuarenta años, y ahora, o en 2013, presenta esto, por el medio hizo cosas más o menos interesantes o valiosas también, querido intruso por ejemplo, la cabeza no te rula, hijo puta, ya no vales una puta mierda, qué coño te ha pasado, tío, antes eras de puta madre, como el pobre de niro, quién te ha jodido vivo, cómo te has dejado tanto, por qué no te has defendido o resistido, que esto lo pueden ver tus hijos, denúncialo si eso, todavía estás a tiempo, querido mío, no sería mejor coger cerezas en verano, retirarte del mundanal ruido, cantar en el metro por los chunguitos, cualquier bella cosa antes que perpetrar tanto nefando engendro, es para todos malo, para ti el primero.
La vileza artística debe tener un límite, todo no está/debería estar permitido. Hay que detenerlo, hay que pararle (los pies), supone mucho, demasiado peligro.
La película era boba y sentimental y ridícula y risible, pero plácida, serena, bonita de mirar, como un coma por seconal, tampoco había tanto que contar/vomitar, hasta que se descubre la verdad, esa mala puta, del infierno gran perra dueña, y todo lo que pasa o sucede a partir de ahí, la escena que recuerda los infaustos hechos es insuperablemente aberrante, tampoco le anda lejos aquella en la que el santo padre a ella se enfrenta tras la buena nueva, es claramente lo peor de la historia del cine mundial, nada que comparar. Por qué tanto horror, señor.
El hijo mayor es un personaje absurdo, grotesco, da miedo verlo, ahí rumiando, tramando desperfectos, pensando atrocidades, que se lo lleve el viento.
Y Connie Sellecca también, para qué, mujer, caíste ahí si tú fuiste la novia de superman nada menos, no hace tampoco tanto tiempo.