La lógica del poder, algunas tetas pocas guapas y mucha sangre a borbotones tomate.
Lo malo o peor o no de estas putas mierdas increíblemente espantosas, aburridas o estúpidas a más a más, es que están tan atadas a la pura convención y la más absoluta normalidad o más que las simplemente regulares o con más motivo las buenas, no se salen ni una coma de la de los elefantes senda, no hay vértigo ni riesgo, tu gozo en un pozo, no hay sorpresa, sí rutina, su pobreza es consuetudinaria, no es extraordinaria, su chapuza es muerma, no producto del azar y la anécdota, lugar común, no rareza, es vida mansa, no tumba abierta.
Debería haber durado la mitad, haber segado de raíz toda la abyecta cháchara político médica aburre ovejas y ratas, cobayas y comadrejas, bueno, la mitad de la mitad de la mitad en verdad, haber quitado de un plumazo los paseos mostrencos del monstruo asqueroso grosero obsceno funcionario, bueno, la mitad de la mitad de la mitad de la mitad..., Dios, a quién cojones se le ocurrió hacer este puto engendro?
London Boulevard, se nota que está rodada allá, en todo, en al andar y en el hablar, película de (¡falsa?) bandera italiana y con/de reparto internacional, lo mejor de cada casa, de su padre y de su madre, en la que sale o está hasta nuestro mítico José Lifante en gloria esté para que vean.
Una de esas, supongo, de las que se decía que iban directas al videoclub, eufemismo de al cubo de la basura o al de las mentes más tiernas adolescentes, pobres, polvos y lodos, infames, delirantes, más tediosas que la mayoría incluso de las críticas nuestras, para que os hagáis una cabal idea del absolutamente tortuoso calibre o catadura de la en cuestión obra, cosa fina, grima, tirria, mermelada de frambuesa.