Media votos
4.2
Votos
2,763
Críticas
2,763
Listas
0
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de Ferdydurke:
4
4 de diciembre de 2017
3 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
(Agata Christie y Arthur Conan Doyle o El imperio británico y el empirismo como filosofía. Los dos escritores creadores de grandes detectives nacieron en el siglo diecinueve, cuando el citado imperio era todavía un monstruo de poder y grandes extensiones, en plena exaltación de sus valores e ideas, herederos de una tradición de pensamiento basada en la experiencia, en la contemplación activa de la naturaleza, en la consideración de que el conocimiento proviene de la observación, de la sensación que se convierte mediante su análisis en ciencia, es decir, el rechazo de las ideas preconcebidas, de toda forma de vago idealismo, de la metafísica y el dudoso cartesianismo. La realidad sin a prioris o prejuicios, tal cual, como un ente verificable y susceptible de ser aclarado y medido, tasado y comprobado. El hombre como una tabula rasa que viene al mundo desnudo, que conoce solo a través de lo que le acontece, prueba y experimenta, y que sus ideas son, o deben ser, consecuencia única e inevitablemente de aquello que vive y deduce. Bueno, pues ahí, en ese interesante contexto, con sus muy ricos matices y disquisiciones que ahora no vienen al caso por falta de tiempo y espacio aparecen estos investigadores tan concienzudos, Poirot o Sherlock Holmes (¿reflejos masivos populares de los no tan conocidos ni queridos Locke, Hume, Bacon... ? ¿ El triunfo definitivo, comercial, literario y hasta peliculero del alma británica, Robinson Crusoe, y su éxito militar-tecnológico-económico-lingüístico? ¿O no, o exagero y no sé ni dónde miro ni dónde veo, por dónde me da el aire?).
Un chiste. Una obra de teatro. Una iluminación.
Un chiste malo que acaba siendo bueno. Largo, espeso, ridículo, pesado y absurdo. Con final feliz. Con gracia postrera. Con sentido último.
Una obra de teatro caricaturesca, tediosa y atorrante que se conforma con representar la vida como si fuera un extraño vodevil, un cuento infantil repleto de casualidades imposibles y encuentros morrocotudos con un trasfondo negro y criminal de pasiones rebuscadas y personajes de cartón piedra. Un maremágnum o tótum revolútum anacrónico y pesadillesco, canoso, reumático y moribundo. Una farsa vieja y apolillada. Unas ganas de dormir hasta morir.
Y cuando la noche era más oscura y el amanecer no se intuía todavía..., nos dan el cambiazo o, mejor, lo vemos con la cara lavada, sin afeites, descubrimos el truco del almendruco, el quid, el matiz, el desliz. No era solo acumulación de idiotas ocurrencias. Ni suma de desafueros mostrencos. Ni viejos efluvios de entreguerras. No.
Era una imagen certera del mundo. Una visión exacta de nuestra realidad fracturada. Un abrazo sentido por/a nuestra tristeza y dolor.
Todos arrastramos miserias, cicatrices, heridas sin vuelta. Por eso disimulamos, fingimos, mentimos, para que no se den cuenta. Para que no huelan la sangre y acometan. Por eso nos disfrazamos, simulamos y de máscaras nos llenamos. Por eso nadie es quien parece y todos somos muchos, hermanos en el desconsuelo, unidos en el engaño, celebrando al unísono el cerrado trampantojo, la descarada mascarada. Intercambiables, indistinguibles, piezas, trozos, cachos, rotos. Personajes tronchados, descompuestos, disueltos.
Un iluminado. Un neurótico de cuerpo entero. Atrapado por el orden. Alérgico al desequilibrio. Un pobre niño con miedo. Aterrado, escondido, pertrechado tras su ridículo, grotesco bigote. Pequeño, limitado, lastimado, lleno de una soberbia forzada y torticera, cicatera, asustada. Un hombre diminuto, acosado por costumbres huecas, hábitos de monje ciego, rutinas de morsa, apariencia de seca alforja, arroba.
Un chiste. Una obra de teatro. Una iluminación.
Un chiste malo que acaba siendo bueno. Largo, espeso, ridículo, pesado y absurdo. Con final feliz. Con gracia postrera. Con sentido último.
Una obra de teatro caricaturesca, tediosa y atorrante que se conforma con representar la vida como si fuera un extraño vodevil, un cuento infantil repleto de casualidades imposibles y encuentros morrocotudos con un trasfondo negro y criminal de pasiones rebuscadas y personajes de cartón piedra. Un maremágnum o tótum revolútum anacrónico y pesadillesco, canoso, reumático y moribundo. Una farsa vieja y apolillada. Unas ganas de dormir hasta morir.
Y cuando la noche era más oscura y el amanecer no se intuía todavía..., nos dan el cambiazo o, mejor, lo vemos con la cara lavada, sin afeites, descubrimos el truco del almendruco, el quid, el matiz, el desliz. No era solo acumulación de idiotas ocurrencias. Ni suma de desafueros mostrencos. Ni viejos efluvios de entreguerras. No.
Era una imagen certera del mundo. Una visión exacta de nuestra realidad fracturada. Un abrazo sentido por/a nuestra tristeza y dolor.
Todos arrastramos miserias, cicatrices, heridas sin vuelta. Por eso disimulamos, fingimos, mentimos, para que no se den cuenta. Para que no huelan la sangre y acometan. Por eso nos disfrazamos, simulamos y de máscaras nos llenamos. Por eso nadie es quien parece y todos somos muchos, hermanos en el desconsuelo, unidos en el engaño, celebrando al unísono el cerrado trampantojo, la descarada mascarada. Intercambiables, indistinguibles, piezas, trozos, cachos, rotos. Personajes tronchados, descompuestos, disueltos.
Un iluminado. Un neurótico de cuerpo entero. Atrapado por el orden. Alérgico al desequilibrio. Un pobre niño con miedo. Aterrado, escondido, pertrechado tras su ridículo, grotesco bigote. Pequeño, limitado, lastimado, lleno de una soberbia forzada y torticera, cicatera, asustada. Un hombre diminuto, acosado por costumbres huecas, hábitos de monje ciego, rutinas de morsa, apariencia de seca alforja, arroba.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Hasta que la vida, como a todos, tarde o temprano, le enfrenta a la cruda realidad, esencia o disparate, a la insoportable, por mucho tiempo, verdad. Le grita a los cuatro vientos que no, que su orden es filfa y que el caos lo devora todo, de arriba abajo, sea dicho de paso, que su método inductivo-deductivo no sirve para nada, que la justicia es un espejismo, que la verdad está en otra parte o es otra cosa, que el bien es malvado y el mal aproximado, que el gris es oscuro y el blanco de un profundo carmesí está penetrado, que es un petimetre, un mequetrefe, un eterno adolescente acojonado que se pasa la vida como un solterón risible, capado y amedrentado, que no vale la pena tanto esfuerzo, que si sigue así no habrá más remedio que echarle a un lado, a los perros, al basurero más cercano, a no tardar, más bien muy temprano.
Y por un momento lo entiende, lo comprende, no quería pero lo siente, lo aprende.
Y cede, se retira, lo deja estar, experimenta la vida sin filtros deformantes o muletas consoladoras, esas drogas o mierdas, anestesias, ilusiones falsas, por un breve instante.
Pero el tonto siempre vuelve a la linde. Despierta y tiene un nuevo caso. En el Nilo nada menos. Allí que irá el mamarracho. A dar la murga todo el santo día con sus impertinentes preguntas y sus atascos. Un mastuerzo. Para mandarlo de una vez por todas a tomar por saco, a dar un paseo.
Muy brillante forma (esos travellings y planos cenitales, esa fotografía delicada y animada, esa luz y ese color... ) para un jeroglífico pueril que acaba siendo tan humano.
Mucha fofa molla que se redime solamente un poco muy a última hora.
Pfeiffer se ha operado demasiado, Depp está muy perjudicado, Branagh, pequeño y sano, los demás, Dench como regia señora, Jacobi como soberbio viejo, Cruz y la madura belleza aquí derrotada, Dafoe siempre el más querido y no sigo que ya es hora de no incordiar más y ser tan prolijo, cansino, desmedido.
Y por un momento lo entiende, lo comprende, no quería pero lo siente, lo aprende.
Y cede, se retira, lo deja estar, experimenta la vida sin filtros deformantes o muletas consoladoras, esas drogas o mierdas, anestesias, ilusiones falsas, por un breve instante.
Pero el tonto siempre vuelve a la linde. Despierta y tiene un nuevo caso. En el Nilo nada menos. Allí que irá el mamarracho. A dar la murga todo el santo día con sus impertinentes preguntas y sus atascos. Un mastuerzo. Para mandarlo de una vez por todas a tomar por saco, a dar un paseo.
Muy brillante forma (esos travellings y planos cenitales, esa fotografía delicada y animada, esa luz y ese color... ) para un jeroglífico pueril que acaba siendo tan humano.
Mucha fofa molla que se redime solamente un poco muy a última hora.
Pfeiffer se ha operado demasiado, Depp está muy perjudicado, Branagh, pequeño y sano, los demás, Dench como regia señora, Jacobi como soberbio viejo, Cruz y la madura belleza aquí derrotada, Dafoe siempre el más querido y no sigo que ya es hora de no incordiar más y ser tan prolijo, cansino, desmedido.