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Rusia Rusia · Stalingrado
Voto de Ferdydurke:
3
Drama En la segunda mitad del siglo XV, en Inglaterra, estalla una guerra civil: la Guerra de las Dos Rosas (1455-1485) entre la Casa de Lancaster (rosa roja) y la de York (rosa blanca), que será el último enfrentamiento entre el absolutismo real y la nobleza La victoria de Mortimer Cross desplazó del trono a los Lancaster y Eduardo IV de York, fue proclamado rey. A su victoria contribuyeron sus hermanos Ricardo de Gloucester y Jorge ... [+]
28 de noviembre de 2016
2 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Acartonada versión shakespeareana del gran Olivier que se hace eterna por sus evidentes carencias cinematográficas en casi todos los aspectos, fotografía, vestuario, decorados, actores ilustres pero mal elegidos, dirección, en fin, espectáculo pobre a pesar de su refulgente literatura y de tanta maldad que siempre por estos lares es tan admirada o bendecida.
Es un gran personaje, el personaje, el señor absoluto del mal. Ponzoñoso, artero y ruin. Pero con grandeza. Sin medias tintas, a tumba abierta, sin un gramo de mediocridad o titubeo. Es un hombre de carácter y de una sola idea: el poder lo es todo, la corona inglesa es el único sentido, lo demás no importa, los medios son indiferentes.
Es la maldad sin excusas ni justificaciones, sin límites ni medida, en sí misma, que se alimenta de su propio afán destructivo y ambición ciega, que no tiene más objetivo que su propia combustión. En ese sentido es una creación inmortal, perfecta, un arquetipo imperecedero (por ejemplo, en nuestros días, hay una serie de éxito, "House of Cards", en la que el protagonista principal interpretado por Kevin Spacey es un trasunto claro de este antecesor ilustre, un hijo moderno de parecidas hechuras e intenciones).
Y Olivier lo borda con su habitual inteligencia y sentido del humor (quizás demasiado, casi asoma caricatura), con su perfecta entonación y recochineo. Los demás andan más perdidos, un poco apolillados o engolados, quizás la joven Bloom destaque algo más en su corto papel.
Ya digo, salvo la energía, vivacidad e ingenio que pone Laurence, el resto palidece ante otras mejores versiones; el conjunto pena como si fuera circo ambulante de cadáveres o la Santa Compaña gallega, más que actores parecen fantasmas, seres moribundos que se licuan en un abismo infernal y soporífero.
El pobre Shakespeare sestea y cojea ante este producto tuberculoso y muy enfermo. Él era arrebato y furia, no rutina mansa y brumosa. Él pedía vigor y riesgo, no una representación de anémicos maniquíes.
Ricardo III es una matarife y un Maquiavelo. Un genio del apocalipsis. Un asesino de masas, mujeres y niños (como William Munny en "Sin perdón", otra película muy negra y shakespeariana). Con una mano desguaza bebés y con la otra arrebata damas. No respeta nada ni a nadie. Destruye familias, amores y haciendas. Hunde países y civilizaciones. Devora todo lo que toca. Es la caída del hombre, la muerte, el diablo encarnado, todo lo que se pudre y desmorona, la negra pena y el hondo dolor.
Se alarga, se eterniza esta tentativa sin fuerza y al final acaba como tocaba.
No se puede tomar el nombre de Shakespeare en vano, por mucho que seas inglés y actor de teatro. No se debe adormilar a las buenas gentes convirtiendo a los mitos en estatuas de museo; hay que zarandearlos, removerlos, provocarlos y maldecirlos, hay que ir contra ellos si hace falta, es la mejor manera de quererlos y reconocerlos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ferdydurke
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