Muy buena ópera prima de un grande como Ridley Scott. Mítico duelo interpretativo (nunca mejor dicho) entre dos grandes estrellas, Keith Carradine y Harvey Keitel. Mención especial a Albert Finney como secundario de lujo. Una película sobre algo tan caduco y romántico como el honor, sus ataduras y la condena que conlleva eternamente a nuestro protagonista hasta la desesperación y su rival al empecinamiento, la contumacia y el sinsentido de una terquedad irracional.

El hombre atado al honor, sin capacidad de decidir. Una película sobre el paso del tiempo y la caducidad de algunos valores. Con una ambientación que me recuerda a Barry Lindon y una fotografía que me transporta a Friedich o Constable. Ese plano que nos recuerda al "Caminante ante un mar de niebla" de Friedrich. ¿Y ahora qué? ¿Qué sentido tiene ahora la vida?. ¿Por qué luchar?.