Es un deleite poder disfrutar de otra obra de Miyazaki, volviendo del retiro a los 82 años. Por respecto al director y a la película, evitaré ahondar en detalles que priven al lector de hacer ese trabajo de interpretación que el film propone.

La historia principal es sencilla pero efectiva: En una casa de campo, un niño deberá superar una situación traumática de la que no puede reponerse a pesar del paso del tiempo. En su nuevo hogar, tomará contacto con un mundo fantástico que servirá de catalizador, al tiempo que se verá inmiscuido en una historia mucho más grande que la suya propia, pero que también lo tendrá como protagonista.

La trama avanza de manera fluida en la primera mitad de la película. En la segunda mitad comienzan a desarrollarse una serie de conceptos que, sin bien le hacen perder un poco de ritmo, le dan mucha profundidad y riqueza. Los personajes están muy bien desarrollados y en su mayoría son entrañables. Las voces en el idioma original están bien elegidas y los diálogos son muy buenos.

La fotografía y la animación son impecables. La banda sonora puede que vaya un poco por detrás pero, así y todo, complementa perfectamente lo que vemos en pantalla. Mención aparte para la edición de sonido que me ha sorprendido muy gratamente: está tan bien lograda que no parece una película de animación, sino que hubiera habido micrófonos grabando en un plató el sonido ambiente real.

Gigante el trabajo de Miyazaki, para sacarse el sombrero. ¡No se retire nunca maestro!