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Se levanta el viento

Se levanta el viento
2013 Japón
Animación
7.2
15,358
Animación. Drama Jiro Horikoshi, que sueña con volar y diseñar hermosos aviones, se inspira en el famoso diseñador aeronáutico italiano Caproni. Corto de vista desde niño y por ello incapaz de volar, se une a la división aeronáutica de una compañía de ingeniería en 1927. Su genio pronto es reconocido y se convierte en uno de los más prestigiosos diseñadores aeronáuticos. Film biográfico que recrea hechos históricos que marcaron su vida, como el ... [+]
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Críticas 103
Críticas ordenadas por utilidad
3 de mayo de 2014
12 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
En una trayectoria donde cada paso ha sido un feliz acontecimiento para el espectador no deja de ser una paradoja que el anuncio de la retirada del maestro que llenó la pantalla de las leyendas y fábulas más sorprendentes sea a través de su película más "realista". Pero tal vez sea la elección lógica: tras décadas paseando por el territorio de la imaginación y la fantasía desatada que salía de los cientos de pequeños escondites que rodean la espesa realidad, ahora tocaba sentarse y reflexionar sobre el pasado desde la intimidad de lo real.

"El viento se levanta" es el relato de una pasión, del camino que lleva a un sueño a encarnarse, ya sea el de conseguir crear una ilusión en la gran pantalla o el que se nos cuenta en la película, el de la pasión de Jiro Horikoshi por la aviación. Al igual que antes se sirvió de las leyendas, Miyazaki usa ahora los hechos históricos para construir un relato tan personal e inconfundible como siempre, en el que de nuevo las sensaciones van erigiendo un diálogo invisible con un espectador que no puede evitar sentir la fascinación del vuelo, de ese viento en la cara que inspira al protagonista para intentar construir su mejor avión. Todo ello envuelto con la fascinante, seductora y sensual banda sonora compuesta por ese otro genio llamado Joe Hisaishi.

Miyazaki no oculta la cruel ironía de que esa ilusión y pasión tenga como destino construir el avión Zero, una mortífera máquina de guerra. La realidad descubre su cara más amarga pero el director opta por dejar ese discurso en un segundo plano, escondido tras las elipsis, esbozado en unos diálogos que insinúan una velada crítica hacia la política imperialista japonesa aunque nunca se expresen explícitamente. Es posible que a algunos les parezca insuficiente e incluso critiquen al maestro por no ahondar más en el tema de la destrucción colectiva que disuelve en el sufrimiento y el dolor personal del protagonista, pero alguien tan comprometido con el pacifismo y ecologismo (está presente en toda su filmografía pero especialmente en "La princesa Mononoke" y en "Nausicaä del Valle del Viento) es tan honesto que deja al espectador la palabra final sobre un tema que, siendo importante, no deja de ser secundario.

Lo fundamental en "El viento se levanta" es la narración de una vida impelida por un sueño, un sueño que tendrá que luchar con el amor, con la historia y con la realidad para llegar a tener sustancia propia. Todo en una película de una belleza exuberante que destila cine por todos y cada uno de sus trazos y que alcanza sus mayores logros en las escenas que convierten a Jiro Hirokoshi en el interlocutor onírico del ingeniero italiano Giovanni Battista Caproni, proponiendo un fluido y constante diálogo entre sueño y realidad.
Marius
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26 de abril de 2014
16 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay cierta esquizofrenia en esta primorosa película animada que recorre – de forma muy libre y novelada – los años más fructíferos de un ingeniero aeronáutico japonés, Jiro Horikoshi (1903-1982), durante los aciagos y funestos años del Imperio del Sol Naciente. Por una parte refleja la fascinación por la aviación y una admiración casi ilimitada por la devastadora ingeniería de la Alemania de aquella época, donde la tecnología fue saqueada y pervertida para crear y mejorar mortíferas armas de guerra que sembraron de devastación y desgracia aquellos años, sojuzgados y corrompidos por aniquiladoras ideologías de supremacía y exterminio. Y por otra parte nos regala el amor entre dos seres puros.

El contexto histórico es perturbador y crea cierto malestar al comprobar, una vez más, cómo el conocimiento y la sabiduría – dependiendo de en qué manos caiga y qué propósitos alberguen los políticos de turno – pueden causar mucho daño y extender desiertos de desolación. Pero este marco apenas abarca la riqueza del relato, ya que junto a ese homenaje al imperecedero sueño de volar está la hermosísima historia de amor entre el protagonista y su tuberculosa novia, un amor que surge asociada al viento y deja un imborrable recuerdo que eleva la película hasta hacerla, literalmente, volar. La belleza y la inspiración parece que sólo son posibles y adquieren todo su sentido cuando surgen y florecen desde un auténtico y perdurable sentimiento de fusión amorosa. Lo demás es prescindible y está abocado al olvido.

Dicen que esta cinta puede ser el testamento cinematográfico del veterano Hayao Miyazaki (nacido en Tokio en 1941) – ojalá que no lo sea – pero si así fuera, no dejaría de representar una cierta justicia poética (quizás buscada), ya que su fascinación por volar (en particular) y las alturas ventosas (en general), recorren sus más de veinte largometrajes durante las cuatro décadas que abarca su filmografía. Su espléndido mundo de fantasía ofrece un caudal de imágenes y personajes imposibles de olvidar y que forman parte de lo mejor del cine de animación. Y aquí encontramos un hermoso compendio o antología de algunos de sus temas favoritos.

Como si de una epopeya épica de Sir David Lean se tratase, asistimos al íntimo devenir de unos fulgurantes enamorados mientras a su alrededor el mundo enloquece y se colapsa. Muy bella, serena y luminosa, ofrece tantísimo talento e inspiración que siembra en el espectador un nostálgico e indeleble agradecimiento.
antonalva
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7 de mayo de 2014
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo admito, miré el reloj en varias ocasiones (en casa no creo que la hubiese visto hasta el final). Me pegunto cuántos de los que la califican de obra maestra no miraron el reloj en ningún momento. No voy a decir que sea aburrida, porque la estética hace que se mire bien, pero de eso a calificarla de obra maestra, dista un abismo. Y es que un maestro, aunque sea la de su despedida, no siempre hace obras maestras; los maestros también son humanos, y convendría que sus fanes (o súbditos) supieran reconocerlo: no pasa nada por admitir que no, que ésta no es una buena historia, que no engancha, que el protagonista no transmite su pasión por los aviones, que el reto que supone pasar de ser un país tecnológicamente subdesarrollado a ser una potencia no está bien llevado, que la historia de amor no conmueve especialmente y está ahí traída de una manera inconexa, que esos sueños constantes no ayudan absolutamente a nada, que las imágenes de cielos llenos de aviones dejan indiferente. Sí, bellas formas, poesía en ciertos momentos, pero un conjunto que no levanta el vuelo.
1984
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29 de mayo de 2014
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
“No voy a hacer películas que digan a los niños que deben desesperarse y huir; quiero que les digan que es bueno estar vivo.” –Hayao Miyazaki

El cine de Hayao Miyazaki siempre se ha caracterizado por ser mágico, onírico y caótico. Ello, además de dotar a sus películas de un lirismo visual único, ha provocado que sean objeto de literalmente centenares de interpretaciones distintas. Desafortunadamente, un número importante de dichas interpretaciones han sido oscuras y deprimentes, ofreciendo una visión desesperanzadora de la vida y la condición humana. Hayao, un hombre de pocas palabras, y alejado del ojo público, se ha limitado a contestar a dichas afirmaciones con frases tan sencillas y poderosas como la que abre esta crítica.

Por si a estas alturas alguien aún no se había dado cuenta, “El Viento Se Levanta” es clara, honesta e incontestable en su mensaje: por muy agresivo y desolador que sea el mundo exterior, vale la pena vivir. No sólo eso, sino que aún manteniendo el mensaje, Hayao Miyazaki cambia el registro: “El Viento se Levanta” es su obra más madura y más adulta. Al verla, uno no puede evitar la agridulce sensación de que el director pretende despedirse de sus fans, a quienes ha visto crecer, a quienes ha intentado guiar, y a los que quiere decir unas últimas palabras antes de que entren en el mundo de los adultos.

Sea como fuere, se trata de una película deliciosa, en la que encontramos todos los elementos clásicos de su filmografía: el amor por la naturaleza, el crecimiento vital de sus personajes, el respeto a las mujeres (tan poco común en el cine de animación), la mezcla entre sueños y realidad, y el ritmo lento a la par que absorbente de la historia.

No son pocos los paralelismos entre Miyazaki y Jiro, el protagonista de la película, desde su compartido amor por los aviones a su dedicación artesana y completa a su profesión. Tal y como hace Jiro, no cabe duda de que Miyazaki ha aprovechado al máximo sus buenos años de inspiración, trabajando incansablemente para lograr su sueño imposible: acercar el cine de animación a todo el mundo por igual, niño o adulto, occidental u oriental; y hacerlo infundiendo de esperanza el corazón humano, especialmente en las nuevas generaciones, cada vez más perdidas en un mundo inabarcable y de creciente complejidad. Gracias a esta inspiración y este trabajo nos deja joyas como El Viaje de Chihiro o La Princesa Mononoke, ya auténticos clásicos, modelos a seguir en el cine de animación. Pero ahora que por fin el viento se ha levantado, tiene que empezar a vivir, a volar. Le espera una esposa, una casa, el recuerdo de unos sueños que ya ha vivido, y un vino excelente. ¿Qué más podría necesitar? Y a nosotros, sus espectadores, los únicos por los que jamás se ha preocupado, nos deja una filmografía deliciosa, digna de inspirar decisiones y actitudes vitales. ¿Qué más podríamos necesitar?
_Dylan_
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25 de abril de 2014
10 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se nos va un genio. Que baje el telón y que la gente aplauda. Hayao Miyazaki, uno de los más extraordinarios animadores nacidos en la Tierra del Sol Naciente, ha decidido poner punto final a su carrera como director. Lleva amenazando con ello desde el lanzamiento de “La Princesa Mononoke” (1997), pero parece que esta vez no hay marcha atrás. Dice que tiene setenta y tres años, que la vista le falla y que no puede más: que está agotado. Se va el maestro y le añoraremos, pero tras de sí deja un hermoso legado de once películas, otros tantos mangas, el nada desdeñable hito de haber conseguido un premio Oscar – “El Viaje de Chihiro” (2001)- y un estudio de nombre Ghibli que es referencia mundial del cine animado. Miyazaki nos dice adiós tras más de cuatro décadas de absoluta dedicación y lo hace dejándonos un último trabajo de despedida.

“Le vent se lève!... Il faut tenter de vivre!". Paul Valéry, poeta y filósofo francés inspira el título de la undécima y última película del director japonés: “El viento se levanta” (2013), que supone un destacado giro respecto a toda su obra pasada. Miyazaki retorna una vez más al que ha sido uno de sus temas fetiche durante toda su filmografía: la aviación, pero lo hace alejándose del estilo aventurero y fantasioso que había caracterizado su cine hasta el momento. Al contrario, en esta ocasión nos presenta un drama histórico construido a partir de la biografía de Jiro Horikoshi, uno de los ingenieros aeronáuticos más importantes del Japón anterior a la Segunda Guerra Mundial.

“El viento se levanta” es un canto a la vida, al amor y a los sueños del hombre. Miyazaki coquetea con la nostalgia y con el tiempo que vuela, pero huye de sensiblerías apostando por una actitud abiertamente romántica y optimista. Todo parte de un Horikoshi niño que anhela surcar los cielos pero que se encuentra con el gran impedimento de ser miope. Sin embargo, una revelación de corte onírica le hará comprender que su destino no está en pilotar aviones, sino en construirlos. Así comenzará una larga carrera profesional que le llevará a convertirse en uno de los principales responsables de la modernización de la fuerza aérea japonesa y a diseñar el ‘Zero’, uno de los aviones de caza más utilizados durante la Guerra de Pacífico.

Pero Horikoshi es un idealista. El no diseña aviones para que estos sean utilizados en la guerra. Él persigue cumplir uno de los más anhelados sueños del hombre: volar, y en ello vuelca toda su vida a pesar de las visiones de destrucción y muerte que constantemente tiene. Él solo quiere construir el mejor de los aviones por la pasión que siente hacia su profesión. Algo semejante ocurre en su relación con su amada pero enferma Nahoko. La pareja decide permanecer junta a pesar de las graves consecuencias que ello puede acarrear a la salud de la joven. Viven por el amor, por los sentimientos y por los sueños, sin atender a los razonamientos de quienes les rodean.

Hablamos de la pasión y ese es posiblemente el término que mejor defina “El viento se levanta”. Miyazaki se ha dado el lujo de dedicar una película entera a su querida aviación y, en ella, despliega gran parte de sus conocimientos sobre la misma. Hay que apreciar el esmero y el realismo con el que los aviones han sido recreados, así como sus entrañas, sus metálicos esqueletos, los pequeños detalles, los diseños, la forma de funcionar de cada uno... Miyazaki, como su extensión en la pantalla Horikoshi, es un perfeccionista, un hombre virtuoso y genial que durante toda su carrera ha perseguido un sueño que, una vez alcanzada la meta, se siente magistral.

Son dos las horas que se emplean en exponer una historia que no muestra ninguna prisa en su desarrollo. El director japonés se muestra concienzudo a la hora de narrar la vida y el crecimiento personal de Horikoshi, recreándose en todos aquellos aspectos de su biografía que estima necesarios introducir en la trama. Esto provoca que “El viento se levanta” sea una película desigual en su ritmo, alternándose partes de fuerte viveza e interés con otros momentos más lentos y tediosos. De forma general, la primera hora de la cinta, centrada en la formación del ingeniero, es la que tiende a desarrollarse con más soltura. En cambio, la segunda parte, donde todo el tema de la aviación queda en un segundo plano a favor del hermoso romance, es mucho mas pausado.

De todas maneras el conjunto que forma “El viento se levanta” es de notable alto. Miyazaki hace uso de toda la experiencia acumulada generando una de las obras – a mi parecer- más destacadas de su filmografía. Quizás no la mejor, pero sí la más madura de todas. Es el broche de oro a un capítulo genial de la historia de la animación. Echaremos de menos al genio japonés, pero su legado siempre quedará ahí. “El viento se levanta, debemos tratar de sobrevivir”. Gracias.

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hthorpintado
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