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El prado de las estrellas

Drama Alfonso (Álvaro de Luna) es un jubilado que visita a Nanda (Mari González), una anciana que lo crió cuando se quedó huérfano, en una residencia en la que trabaja Luisa (Marian Aguilera), una joven asistente social. Una mañana, recogiendo caracoles en el Prado de las Estrellas, Alfonso se encuentra con un joven que surge de entre la niebla en su bicicleta (Óscar Abad). A partir de entonces, surge una amistad entre el viejo maestro y la ... [+]
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Críticas 13
Críticas ordenadas por utilidad
3 de abril de 2018
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tres historias, el ciclista y sus mecenas (hay que ver el peligro que tienen los jubilados. Estos casi parecen los tres mosqueteros y el chaval, su D' Artagnan. Les dejas un rato solos y te sacan un Indurain/Ortega y Gasset de entre las sombras y niebla, sin mover un músculo de la cara o fruncir el ceño. Les sobra tiempo, dinero y arte. Hay que verlos), la chica independiente y sus pretendientes, y la vieja de los cítricos milagreros. El que las conecta es el gran Álvaro de Luna, venerable caballero de los de adarga antigua y corazón de oro.
A su favor:
- El ciclismo, sorprende, y alegra, tanta dedicación al espinoso y bello asunto tratado aquí con tierno, ingenuo y encantador tono de aventura pura y adolescente. Como si solo se tratara de talento y esfuerzo, ay...
- El comienzo. Ese texto leído/recitado por Don Alfonso. Bello.
- Los actores. Casi todos. Menos el buen chaval. Brillan de Luna y Marián Aguilera; Cervino y el sabio acompañan con tino, de la Torre y Sancho tienen los pobres papeles de simples fantoches, por lo escaso y rudimentario de sus vericuetos y por lo bastante necio de sus posesivas pretensiones de machos planos.
- Los paisajes. Camus y Cantabria. Montes y mares.
- Algunos diálogos y situaciones. La conversación primera entre Aguilera y de la Torre.
- Las charlas que le administran los viejos a mala idea y que soporta el chaval con entereza son simpáticas.
- La sobriedad artesanal de la mirada cinematográfica. Espartana.
En contra:
- El maniqueísmo acartonado y pueril. Naturaleza versus civilización. Antigüedad/Tradición contra Modernidad. Vacas frente a ladrillos. Esos hijos malvados a morir y sus representantes legales como estrambotes molestos por simples y grotescos.
- La excesiva sentimentalidad y bondad referidas a la relación cargante entre de Luna y la vieja señora Mary González.
- La simpleza en la mirada sobre el ciclismo y los buenos viejos tiempos versus los actuales modernos.
- El último abogado que parece sacado de un folletín pendenciero.
- Esa escena final entre leguleyos.
- El poco fuste de los dos mozos que beben los vientos por la reina de corazones que quiere ser libre como el viento y que resulta pedante, afectada, demasiado evidente que el director la quiere y no nos convence su discurso tan guay y envolvente de nada me vale lo suficiente. Nadie me ata, todos me quieren. Soy muy eficiente y valiente.
Bueno, es Camus. Hombre de buen hacer que repite pautas. Cine honrado y entero que suena sincero y verdadero, pero que tiene una tendencia irrefrenable a caer de bruces en el sermón, la reducción, las buenas intenciones (con altavoces y neones), cierto tono apostólico misionero, la unción infantil cultural (la cultura como salvación y absoluta bondad), un voluntarismo burdo, una apostura demasiado limpia y arquetípica y obvia, un aire de western americano, de cine didáctico.
Se agradecen la originalidad y la franqueza, el intento de contar buenas historias con personajes con sustancia dentro de contextos cercanos, su afán de mostrar las vidas de la buena y sencilla y humilde gente corriente, anónima, callada frente a los nuevos modos invasivos, usureros, ladrilleros, de rapiña, impunidad e ignorancia de la modernidad.
Pero también molestan e irritan la homilía, la brocha gorda, la sensiblería, el infantilismo.
En verdad, se podría reducir su sensibilidad a un rechazo furibundo del paso del tiempo, a una enmienda a la totalidad contemporánea, a una constante reivindicación de la huida del mundanal ruido, de la vuelta al terruño pequeño en que nos criamos, ellos, los que nacieron hace tanto tiempo.
El mito del buen salvaje una y otra vez visitado. Romanticismo ascético. Idealismo provinciano. Moralismo estoico. Para sobrevivir y ser feliz solo necesito un poco de pan, el sol, las estrellas y un par de amigos. Todo lo demás, las ambiciones y progreso, son cebos, desvelos, trampas, horrores, engaños, maldad. Es mejor estarse quieto o moverse poco y con criterio (como Aguilera, que lleva el pueblo dentro, la bondad, el silencio, la calma, la reflexión, la lectura, la pausa, la fuerza, la verdad, aunque se marche lejos), recio, sin alardes, bueno. Triunfar desde dentro, sin rencores, cesiones ni concesiones. Se puede. Ya veremos.
En fin. Un sí no es. "Ni pa ti ni pa mí". Ahí estamos.
Ferdydurke
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4 de noviembre de 2008
16 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Eso me pregunto cuando veo la puntuación de esa joya del cine reciente español, un peliculón donde se mezclan muchas vivencias, emociones y paisajes, todas ellas con lecturas muy útiles, y que sin embargo, a la gente le deja frio.
Nos quejamos del cine español por inercia, y parece que hasta nos da verguenza admitir que nos ha gustado una reciente, y muchos solo entran en las salas si no hay más remedio porque están todas las salas llenas y es eso o irse a jugar al pimball.
Venga ya, fuera complejos, démosle una oportunidad al cine propio, puede que te encuentres algún chasco (yo con el cine americano contabilizo cuatro chascos por un acierto de media), pero cuando des con una joya, no solo pasarás un buen rato, te sentirás orgulloso de ver que tus paisanos saben hacer algo más que garrotes y boinas. O no, que en esto de las envidias somos un pais líder mundial.
¿La película?, ¿de verdad quereis saberlo?, en este caso no hace falta dar datos, debeis vivirla, sentirla y digerirla paso a paso, y después vais al calendario y marcais debajo de la fecha de ese día el nombre de San Camus (tachando al otro impostor de turno claro).
corocota
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3 de octubre de 2008
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mario Camus sigue fiel a su estilo y hace una película serena, reflexiva y nuevamente ambientada en Cantabria, como lo ha hecho en algunos de sus últimos trabajos. En cualquier caso, y aunque hay varias cosas que me han hecho disfrutar moderadamente, esta vez no ha estado tan fino como en ocasiones anteriores.
El prado de las estrellas (muy poéticos los títulos de sus últimas películas) habla de la vida de un grupo de personajes de una zona rural de Cantabria. El problema es que la película toca tantos temas como personajes hay, y al final no hay un hilo central al que agarrarse, y si hay muchos asuntos sobre los que se pasa de puntillas. A grades rasgos se puede decir que la historia trata de como (sobre)vivir en las zonas rurales. La especulación inmobiliaria, el declive de la agricultura y la ganadería, la soledad, la marcha de la gente joven son algunos de los temas por los que pasa El prado de las estrellas no siempre con igual fortuna.
De escaso interés resulta el simplista tratamiento que se hace de asunto referente a la venta de los terrenos para la posterior construcción de viviendas. Tampoco el empeño que el anciano protagonista pone en el joven ciclista resulta demasiado creible. Lo que al final se recuerda de la historia no es su dispersión, sino los encuentros entre los personajes (los de verdad, no las caricaturas), sus conversaciones, sus ilusiones y su día a día. El hombre solitario que no se olvida de la mujer que le crió, la chica que decide vivir para ella y no para su pareja, el ciclista con toda la ilusión puesta en la siguiente carrera, el mecánico que cree encontrar por fin lo que está buscando en una guapa pelirroja. Son personas de verdad con sentimientos de verdad y gracias a ellos El prado de las estrellas supera todos los baches que tiene que son muchos.
El reparto es irregular, pero merecen destacarse la solvencia de Antonio de la Torre, y la templanza y estilo de la preciosa Marian Aguilera, que convierte a su personaje en lo mejor de la película.
ernesto
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9 de enero de 2010
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
"El prado de las estrellas" es una de las películas que mejor define el estilo de Mario Camus: Exaltación de lo bucólico, personajes sencillos, predilección por Cantabria y sus paisajes, estética y fotografía muy cuidada y argumento con poca fuerza y sin un hilo conductor claro. Estos ingredientes ya los saboreamos en "El color de las nubes" y otras obras de Camus, que deja claro su gusto por el cine sin pomposidad ni estridencias.
Se trata de un largometraje sin una historia clara que contar y sin una trama principal definida. Hay varios personajes, y cada uno lleva consigo su propia subtrama; el chico ciclista, la anciana que muere y deja una codiciada herencia, el manager del ciclista y amigo de la anciana (interpretado por Álvaro de Luna), la chica que trabaja en el asilo y hermana del ciclista etc. Sin embargo, ninguno de ellos parece tener la suficiente fuerza como para otorgarle la categoría de personaje principal.

La película no cuenta nada, o cuenta muy poca cosa, pero aún así gusta. Sus constantes alusiones a puntos geográficos de Cantabria (parece que Camus tiene un cariño especial al pueblo de Comillas, aunque no se mencione en la peli) así como la estética con un sabor tan puramente cántabro, servirán para el deleite de aquellos que sientan un cariño especial hacia esta región de España.

Los personajes siguen en la tónica general del film; muy sencillos, con poca profundización psicológica y con poca fuerza. Parece que permanecen todos en un estado inalterado, algo a lo que contribuye el parsimonioso ritmo narrativo.

En resumen, se trata de una obra pequeña, extremadamente sencilla pero con una indiscutible belleza plástica y un innegable encanto. Merece la pena.
Cancio
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16 de febrero de 2010
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mario Camus, nos presenta en "El Prado de las estrellas", una película normal, de las que por el título te llama la atención, pero que cuando la ves no te estremece en ningún momento a pesar de intentarlo en varias ocasiones. Un reparto donde los únicos que destacan son los veteranos Álvaro de Luna y Manuel Cervino, que dejan a los jóvenes Óscar Abad y Marián Aguilera muy en evidencia, sobre todo el primero.

Aún así resulta interesante, para pasar un buen rato.
VICONCE
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