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España España · Santander
Voto de Cancio:
7
Drama Alfonso (Álvaro de Luna) es un jubilado que visita a Nanda (Mari González), una anciana que lo crió cuando se quedó huérfano, en una residencia en la que trabaja Luisa (Marian Aguilera), una joven asistente social. Una mañana, recogiendo caracoles en el Prado de las Estrellas, Alfonso se encuentra con un joven que surge de entre la niebla en su bicicleta (Óscar Abad). A partir de entonces, surge una amistad entre el viejo maestro y la ... [+]
9 de enero de 2010
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
"El prado de las estrellas" es una de las películas que mejor define el estilo de Mario Camus: Exaltación de lo bucólico, personajes sencillos, predilección por Cantabria y sus paisajes, estética y fotografía muy cuidada y argumento con poca fuerza y sin un hilo conductor claro. Estos ingredientes ya los saboreamos en "El color de las nubes" y otras obras de Camus, que deja claro su gusto por el cine sin pomposidad ni estridencias.
Se trata de un largometraje sin una historia clara que contar y sin una trama principal definida. Hay varios personajes, y cada uno lleva consigo su propia subtrama; el chico ciclista, la anciana que muere y deja una codiciada herencia, el manager del ciclista y amigo de la anciana (interpretado por Álvaro de Luna), la chica que trabaja en el asilo y hermana del ciclista etc. Sin embargo, ninguno de ellos parece tener la suficiente fuerza como para otorgarle la categoría de personaje principal.

La película no cuenta nada, o cuenta muy poca cosa, pero aún así gusta. Sus constantes alusiones a puntos geográficos de Cantabria (parece que Camus tiene un cariño especial al pueblo de Comillas, aunque no se mencione en la peli) así como la estética con un sabor tan puramente cántabro, servirán para el deleite de aquellos que sientan un cariño especial hacia esta región de España.

Los personajes siguen en la tónica general del film; muy sencillos, con poca profundización psicológica y con poca fuerza. Parece que permanecen todos en un estado inalterado, algo a lo que contribuye el parsimonioso ritmo narrativo.

En resumen, se trata de una obra pequeña, extremadamente sencilla pero con una indiscutible belleza plástica y un innegable encanto. Merece la pena.
Cancio
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