La memoria de mi padre

Una película con honestidad y pulcritud, la ópera prima de Rodrigo Bacigalupe supone un inicio prometedor de un director que logró plasmar una idea tan común como simple con un estilo personal que la hace única y cercana, con un humor que se equilibra a la perfección con los sentimientos, que no caen nunca en los excesos buscando una reacción forzada del espectador, sino que una emoción auténtica y bien intencionada.
La memoria de mi padre trae a la cabeza películas como Nebraska y El gran pez, que nos acercan a nosotros mismos, que nos entregan la posibilidad de un viaje interior para conciliar con todo nuestro mundo exterior, haciéndonos repensar nuestras relaciones incluso más allá de la familia, invitándonos a darle objetividad a nuestros sentimientos mediante el entendimiento y la empatía de la vida de los que nos rodean.
Simple, emotiva y sumamente cómica, la memoria de mi padre cumple con su prometido entregándonos una película moralizadora que nos recuerda la importancia de las relaciones humanas con colores preciosos que nos da la impresión de un baúl de recuerdos, una película como las que faltan muchas veces en el cine, una película de piel y corazón.

Humana, sensible, real y emotiva. Sin pretensiones, una historia real contada con mucho tacto, con algún hallazgo muy interesante, un par de escenas realmente remarcarles y alguna otra un poco torpe, pero nunca nada grave.

Esta naturalidad y sencillez a veces juega en su contra, y da la sensación de que se podría haber forzado un poco más alguna situación para hacerla más insostenible y agobiante.

En definitiva, película muy correcta y agradable de visionar.