Hoy, en gente vieja defraudando: Win Wenders.

¿Os acordáis de cuándo Kurosawa hizo “Madadayo”? Cuando la ví entendí el efecto que provoca la vejez en una persona millonaria. Es el científicamente conocido efecto llamado “por favor retírate”, donde el sujeto cree que puede convertir en interesante una retahíla de obviedades edulcoradas y positivas que solo se puede creer de verdad alguien que vive sobre algodones.

Pues pasa lo mismo con Wim Wenders y Perfect Days, que se erige como película más vacía y vomitivamente positiva de estos Oscars, una oda a un sentimiento bastante tóxico y que la gente practica cada vez más: la nostalgia.

Creer que cualquier tiempo pasado fue mejor es una actitud que evidencia la imposibilidad de aceptar el cambio, pero, sobre todo, es la forma más clara que tengo de detectar la intolerancia disfrazada de romanticismo. Lo siento mucho, pero por mucho que esté de moda, la nostalgia es el cáncer del sentido crítico, y por muy buen director que fueras Wim, no basta con dirigir en piloto automático una película complaciente con el grueso de la opinión popular, así que, por favor retírate.

Y a ver, no voy a decir que la película sea un total desastre, pero no soy todavía tan viejo, con tan poca fuerza vital, como para sentir que una felación a todos los cenizos de este mundo es lo que se conoce como “una buena historia”. Y lo dice una persona de edad bastante provecta, que se comporta como alguien mucho más mayor de lo que es, y que su mayor sueño es quedarse un día más haraganeando en casa con el pepino en la mano. Pero ¿qué quieres que te diga? sigo prefiriendo que en las películas ocurran conflictos conversacionales, morales o comportamentales más complejos que el de “yo estoy aquí, de chill”.

Por favor…

¿Alguna vez os ha dado por pensar cuántas horas de trama os habéis tragado donde todo el conflicto se habría solucionado si el protagonista le diera por decir la verdad? Ya sabéis, ese tipo de estructura argumental donde un personaje se perjudica mucho porque no se sepa una verdad que, a veces, incluso, le dejaría en buen lugar… ¡Joder! ¡Lo que viene siendo cualquier ficción española!

Si no sois unos putos locos como yo y no os habéis fijado u os la suda, no os preocupeis, eso no pasa en la película que hoy nos ocupa. Pero durante un momento parece que sí. Y es que si algo me ha llamado la atención de “American Fiction”, es que no es la arquetípica comedia de enredo, aunque lo parezca; ya que con sutiles, genuinos y honrados giros de guion consigue hacerte reflexionar mucho más de lo que lo hace el gran grueso de comedias donde te sabes el desenlace antes de meterte la primera palomita en la boca.

Y creo que todo se debe a un guion escrito con honradez y con la verdadera intención de “dejar la puerta abierta”, ya que, por lo menos, a mí, se me ocurrían a cada momento varios caminos a tomar, y una vez veía lo que me ofrecía, tuve que reconocerle casi todas las veces que su forma de abordarlo era la correcta.

¿Qué vosotros tampoco habláis con la pantalla como si el director/guionista pudiera oíros? Pues no sé que deciros… que ta guapa loco; es original, es divertida y, si no estás del todo muerto y además tienes amigos, da para una buena charla postvisionado, que puede versar sobre la trama o sobre el mensaje. Y eso no pasa con Avatar a no ser que vayas de eMe.

La verdad es que no sé, si Tetsuo (1989), la cinta de Shinya Tsukamoto, está basada en Akira, porque aunque sea un año posterior, también es verdad que tardarón 18 meses en rodarla. Tampoco sé si se pudo basar en el Manga, pues no estaba acabado por estas fechas, y no sé si el Tetsuo de Akira, ya “mutaba” a esas alturas de la narración; pero sea como sea, Tetsuo es mejor Akira, que el propio Akira, el Akira adaptado con total libertad y presupuesto ilimitado por el propio creador del manga.

Y quiero que se tenga en cuenta esta afirmación, ya que la película de la que hablamos es la película más cara de animación hasta la fecha, mil veces más cara que Tetsuo (y no es una frase hecha), producida por las 8 productoras de animación más grandes de Japón, y no por un solo hombre, y que además, que narra una historia que es más fácil de plasmar en animación. Pero, aún así, Tetsuo desarrolla en menos tiempo, más y mejor, lo que ha convertido a Tetsuo en un mito.

Y si esto se me hace tan palmario ¿Cómo es posible que en los portales de cine Akira esté entre las 150 mejores películas de la historia y Tetsuo apenas roze el aprobado? Pues no tengo la respuesta.

En cuanto a Akira, tengo poco que decir. Que entrega imágenes potentes, que la banda sonora es una pasada, pero que la trama es un pastiche infantil y mal trabajado, y los diálogos, a ratos, rozan la parodia. Pero entonces, si la película es, argumentalmente, basura ¿Por qué no desparramar más? ¿Por qué no convertir el transito del protagonista en un Aquelarre de destrucción? ¿Por qué esa necesidad de que la película acabe “bien” cuando todos sabemos que el apocalipsis es inevitable y imparable?

Cobarde.

P.D: No recordaba que Galindo salía en la peli ¡Grande Galindo!

Es un poco difícil para mí hacer esta crítica, porque la verdad es que “La zona de interés” es lo que debe debe de ser: está rodada con gusto, no es maniquea ni efectista, y retrata de manera realista y cotidiana lo que debería de ser una barbaridad, Pero, si tengo que valorar lo que me ha parecido “La zona de interés” lejos de la creencia de que es una buena película, me ha resultado anecdótica. Para mí, bien podría haber durado 7 minutos, ya que en ese tiempo está planteado el “chiste” y todo lo demás es puro regodeo.

Igual es porque he estudiado cómo y por qué se comporta la gente así en situaciones como esta que tampoco me sorprende lo suficiente como para justificar la duración, y necesito otra historia dentro del contexto. Porque sí “La zona de interés”, hablando en términos cinematográficos, es puro contexto, sin una historia “digna de ser contada” más que lo peculiar de la situación.

No sé primo, yo me he debido de perder algo o no he conectado porque “The Holdovers” traducido al español como “Los que se quedan”, pese a todas las maravillas que he oído de ella, me ha parecido la arquetípica historia de “La extraña pareja”, con una estética añeja y decadente, pero, al fin y al cabo, una película de “formulación argumental” como las que te han dado y te dan a capazos los estudios de Hollywood.

Eso sí, cambia a un actor guapo que va de feo porque le ponen gafas, por uno feo de verdad, un niño rebelde pero de buen corazón, por uno asustado que no le queda otra que ser rebelde o tener buen corazón, y una negra obesa porque hay estudios que respaldan resultados en taquilla para el público que busca historias menos arquetípicas (Fuente: Cibeles). Pero debajo de esa ligera capa de maquillaje, ahí la tienes: tu prima, la misma con las que has pasado horas en el sofá, pero que palildece frente a la experiencia de ver “los gemelos golpean dos veces” cualquier día de la semana.

En cierto modo me ha recordado a CODA, esa película de arquétipica de “pez fuera del agua” que nos intentó clavar una formula vieja como novedosa por cambiarle un poco el tono en los Oscars de hace 2 años. Pues esta es su homólogo este año. No obstante, me gustó más CODA, pero igual solo porque me pillo más receptivo, porque es menos fea, o porque tiene una estructura argumental inicial más fácil de deglutir. Y es que si me vas a parir un tópico autocomplaciente, por lo menos que entre suave tilín.