Vivir

Suena el despertador, comienza un nuevo día; te levantas; si acaso, desayunas; te acicalas; coges el transporte para ir a trabajar; buenos días a esas caras conocidas, como algo automático; a veces, ni eso. Comes; llega la tarde; sales del trabajo, alguna actividad complementaria (y ni eso, en ocasiones); cenas, te duermes y vuelta a empezar.

¡Qué anodino! ¡Qué triste!. Desgraciadamente es el día a día de muchos, en esa especie de piloto automático. Ni siquiera somos conscientes de la respiración. Es algo involuntario que se hace por no morir, cuando en verdad se está muerto en vida. Los zombies existen, sí.

De repente un día te das cuenta de que el reloj se apaga, tiene fecha de caducidad. Vas a morir y tu vida se ha esfumado. ¿Qué has hecho? Absolutamente nada. Una pobre existencia y similar legado. Pero eso puede cambiar. Cada segundo, minuto, hora y día es una aventura; o puede serlo. Ese es el propósito de la vida, vivirla como venga, sin más. Aceptar los momentos anodinos y transformarlos en odiseas hacia ningún lugar en particular. Empezando, por ejemplo, por ser consciente de la respiración. Un gesto tan básico y que significa todo. Nota como entra y sale el aire de tu cuerpo y date cuenta de que estás vivo y el tiempo es relativo.

Como le ocurre a Bill Nighy en Living, remake de 'Vivir' de Akira Kurosawa, dirigido por Oliver Hermanus. Una película pesimista y vitalista por igual, que navega entre ambas orillas. La historia se desarrolla en esa Londres devastada por la II Guerra Mundial, que empieza a levantarse de entre las ruinas. Una similitud que se da en el personaje principal de la película, el cual de la aparente negatividad de la muerte, trasciende y halla el verdadero propósito de esta vida: vivirla.

La evolución de la devastación a la reconstrucción es evidente. Eso que Jacques Derrida llamaba deconstrucción. La regeneración de Bill Nighy viene, no solo por la aparente enfermedad, que paradójicamente sirve de revulsivo a una vida no vivida, sino también de aquellos que le rodean. Fundamentalmente, Aimee Lou Wood y Alex Sharp. Ellos tienen intacta esa chispa vital que también enciende la del protagonista. Sobre todo la primera, que forma una pareja deliciosa con el veterano actor.

Un intérprete por cierto, Nighy, que está sobresaliente. Transforma un personaje insulso, carente de cualquier emoción, en otro radicalmente opuesto. Alguien 'contagioso', con otro tipo de energía. Ya no tiene nada que perder y eso le da un giro a toda la obra, como se evidencia en el vagón del tren, donde sus compañeros de trabajo parecen florecer. Como ocurre con las plantas, esa vitalidad hay que regarla día a día, si no marchita.

En su banda sonora encontramos otro de los fuertes del trabajo de . Desde el principio, con la presentación de esa Londres en construcción, a un portentoso final, igual de simbólico. Aquí, música e imagen se funden en un todo casi espiritual, embriagador y reconfortante, que convierte a Living en una película para el alma y un notable punto de partida de este 2023. Un filme que va de menos a más y que deja poso con el paso de los días.

Por cierto, como apunte, no es necesario saber que se va a morir para empezar a vivir. ¡Hagámoslo ya! Esa es la única responsabilidad, con todo lo que eso conlleva.

Valiente decisión la de realizar el remake de la excelente IKIRU del maestro KUROSAWA. Detrás del proyecto se encuentra la productora del fallecido director japonés. En esta ocasión, la historia es similar a su antecesora pero trasladando el mundo japonés al “estirado” mundo inglés de los 50, anglicanizando la trama.

Para ello, se sitúa detrás de la cámara el sudafricano OLIVER HERMANUS, con un buen trabajo en el que destaca una fotografía que pasa de sobria en los momentos más oscuros, a reluciente y llena de color cuando se expresa ilusión y alegría, acompañado todo de una banda sonora agradable y acondicionada a los tempos que se visionan.

Respecto al guion corre a cargo del escritor inglés con raíces japonesas KAZUO ISHIGURO, el cual, ya ha dado gala de su genialidad y es portador nada menos que de un NOBEL.

El resultado es un film de muy buen gusto y que honra en todo momento a su antecesora.

Para acompañar a dichos artífices, se encuentra un buen elenco de actores en el que destaca la joven AIMEE LOU WOOD, con un papel fresco y risueño que da color a la triste trama y que demuestra que en la vida real es necesario rodearse de personas que desprenden alegría.
A su lado y como protagonista, el veterano actor inglés BILL NIGHY (ojito derecho del controvertido crítico BOYERO) con un papel que pasará a la historia. Es imposible acercarse tanto a la perfección, con una excepcional interpretación en la que refleja desesperanza, desencanto y cuya expresión denota todo ello en cada movimiento.

Respecto a lo que visionamos, LIVING es una crítica de determinadas formas de vivir en las que las carencias afectivas, la desilusión, la monotonía y la falta de comunicación, toman las riendas de esas vidas para que la desesperanza se adueñe de las personas.
Durante el metraje queda patente la crítica al rancio clasismo, a la administración (cosa que no cambia) pero en especial, a lo comentado anteriormente.
Pero no todo es negatividad, y la enseñanza que se nos muestra no es otra que la de no perder el tiempo, la de volver a ser un niño y gestionar todos los recuerdos de dicha época de forma positiva, para crear objetivos que ayuden a los demás y orgullezcan a uno mismo, eso sí, sin dejar pasar la vida y sin abandonar dicha práctica. Un acto de redención que puede acompañarte a la otra vida o simplemente una forma continua de vivir alejándose de la monotonía y la desesperanza.

Particularmente me ha llegado al corazón, tanto la historia, su huella y todo a través del excelso trabajo del protagonista y de todo lo que le rodea, desde el director hasta el más pequeño secundario. A reseñar la emotiva canción escocesa que en varias secuencias traslada al anciano protagonista a su infancia.

Living es Bill Nighy. Sin más.
Dejando de lado que es tremendo que un actor de semejante categoría haya tenido que esperar a esta película para ser nominado al Oscar, el encantador Billy Mack de Love Actually es el alma de una película que funciona a medio gas e incluso se queda por debajo del aprobado por una sencilla razón: no consigue emocionar, enganchar y, lo que es más grave, entretener. La narración peca de aburrida, y sólo se sostiene, como decimos, por el excepcional trabajo de Nighy. Tarda demasiado en coger importancia el personaje de la joven compañera de trabajo, y cuando lo hace tampoco supone una grandísima diferencia.
Poco memorable y muy por debajo del inconmensurable talento de su protagonista.

Lo mejor: ¿Ha quedado claro? Bill Nighy.
Lo peor: Es aburrida y poco interesante.

Tanto mi hermana como yo nos aburrimos soberanamente con esta película. Nos gusta el cine británico y especialmente en versión original, que es como hemos ido a verla al cine. Pero ojo, que no es cine británico, sino un híbrido deforme y tedioso.

La peli no tiene ni pies ni cabeza. Simplemente no tiene sentido. No se puede ubicar esta historia en Europa y mucho menos en una sociedad anglosajona, en donde la burocracia surrealista de la peli es inconcebible, ni en un Londres en donde jamás nadie se dedicaría a chismorrear sobre un señor porque simplemente pasea y come helado y toma café acompañado de una joven. La historia puede tener sentido en uno de esos países orientales y de mentalidad estrecha y jerarquizada en donde las cosas son como son porque siempre han sido así. Porque ese extraño toque poético de inmutabilidad, inevitabilidad y fatalidad es muy de películas iraníes o japonesas, pero desde luego ubicar estas historias en Europa, dan como resultado esta castaña.

Por cierto, la traducción de los subtítulos es nefasta. El traductor (o traductora) se ha lucido. Algunas licencias de la traducción son más que cuestionables, pero traducir "gentleman" por "funcionario" eso ya sí que no.

Menos mal que para la ocasión, excepcionalmente en en mí, previamente me hube atrincherado de palomitas, un Mars, una bolsa de gominolas y un chupa chups. Y aún así, me quedé dormido cinco minutos.

Y poco más.

Dice la primera de las críticas profesionales de esta película que " el argumento está bien desarrollado, aunque durante la película no ocurre nada grandioso ni que transmita especial emoción a excepción de la interpretación de Bill Nighy".

Absolutamente de acuerdo. No ocurre nada especial. No ocurre nada.

Ver a un actor hacerlo bien no justifica una película, ni lo que pagamos en taquilla, ni las dos horas que perdemos en vez de hacer otra cosa. Si el actor interpreta "Coleta la poeta" de Gloria Fuertes, por muy bien que lo haga, perderemos el dinero y las dos horas a no ser que tengamos 6 años.

No he visto "Ikiru", pero me da la sensación de que se ha intentado encajar una historia oriental y una sensibilidad oriental en Inglaterra, en una burocracia que ni de lejos es la oriental, y en una sensibilidad que en absoluto es la oriental.

Me he aburrido, y en absoluto la recomiendo. En spoiler cuento algo más.