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Voto de Arcipreste de Hita:
10
7,8
5.428
Drama
Reconstrucción de los acontecimientos ocurridos desde Febrero hasta Octubre de 1917. Una película en la que, siguiendo la filosofía comunista, no había personajes principales. La habilidad de Eisenstein y su experiencia se ve en los rápidos movimientos y en el ritmo en el montaje, así como en la construcción de intensas secuencias que no fueron bien entendidas por las tempranas generaciones rusas. El estreno se retrasó hasta 1928 debido ... [+]
2 de septiembre de 2010
37 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
Resulta luctuoso leer las críticas de aquellos que, tras asistir a esta obra de arte, sólo son capaces de destacar de ella su partidismo y su supuesta lentitud. Y no hagamos mención de aquellos que se quejan de que la visión de esta película requiera de unos conocimientos previos sobre la historia rusa. Vivimos en la era de la información, pero también en la era del conformismo idiota.
Desde mi punto de vista, Octubre supone la cima de la carrera de Eisenstein. Se trata de una interesante puerta hacia nuevos horizontes cinematográficos que no siempre han ejercido la influencia que debieran en las generaciones de cineastas amamantadas con las películas del genial director soviético. En este sentido, Octubre es una cuerda tendida entre el realismo de propuesta más fidedigna y la vanguardia de corte experimental. Así, por una parte, se pretende mostrar la realidad de la manera más estricta (según el ideal bolchevique-estalinista, obvio), utilizando como escenarios los auténticos lugares donde ocurrieron, o incluyendo como ‘actores’ a personajes que realmente participaron en la revolución; pero por otra parte, el constante recurso al simbolismo, que va mucho más allá del ampliamente utilizado en el cine mudo, y las llamadas ‘comparaciones intelectuales’ (propias del montaje soviético de la época, pero sorprendentemente realizadas por Eisenstein) hacen que la película preludie futuras obras de corte más experimental.
Desde mi punto de vista, Octubre supone la cima de la carrera de Eisenstein. Se trata de una interesante puerta hacia nuevos horizontes cinematográficos que no siempre han ejercido la influencia que debieran en las generaciones de cineastas amamantadas con las películas del genial director soviético. En este sentido, Octubre es una cuerda tendida entre el realismo de propuesta más fidedigna y la vanguardia de corte experimental. Así, por una parte, se pretende mostrar la realidad de la manera más estricta (según el ideal bolchevique-estalinista, obvio), utilizando como escenarios los auténticos lugares donde ocurrieron, o incluyendo como ‘actores’ a personajes que realmente participaron en la revolución; pero por otra parte, el constante recurso al simbolismo, que va mucho más allá del ampliamente utilizado en el cine mudo, y las llamadas ‘comparaciones intelectuales’ (propias del montaje soviético de la época, pero sorprendentemente realizadas por Eisenstein) hacen que la película preludie futuras obras de corte más experimental.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Me centraré en algunos de los ‘aspectos vanguardistas’ de los que hacía mención. El simbolismo es palpable ampliamente a lo largo de la película. La primera escena, mostrando la estatua del zar Alejandro III, rodeada de águilas que simbolizan el poder imperial es prueba de un formalismo único. Es sorprendente como una sola escena puede expresar tanto. Alejandro III fue conocido por dar marcha atrás a las reformas políticas y sociales iniciadas por su padre, Alejandro II. El hecho de filmar una imagen de Alejandro III y, además, que esta imagen sea una estatua, es decir, el paradigma del estatismo y la rigidez, hace que se relacione al poder imperial con lo anticuado y lo opresivo. La muchedumbre corriendo que aparece a continuación muestra el dinamismo propio del proletariado, irrefutable y triunfante heredero histórico del poder según la teoría marxista.
Paradigma de la ‘comparación intelectual’ es la escena del general Kornílov, comparado con Napoleón Bonaparte. El ‘pequeño corso’ había quedado en la mentalidad rusa como la personificación de la amenaza para la madre patria, y ahora, una nueva amenaza se alzaba, la del general Kornílov y su intento de golpe de Estado contra el gobierno provisional presidido por Kerensky. No es, por tanto, casual comparar a Kornílov con Napoleón, sus talantes militaristas hacían perfecta la comparación. Pero Eisenstein lleva esto mucho más lejos. Con la siguiente escena, ‘en nombre de Dios’, aparecen diferentes imágenes de las tres religiones más importantes en Rusia, y con ello, se pretende vincular las aspiraciones de Kornílov con la completa restauración del poder zarista, hecho que queda de manifiesto cuando se recompone la estatua de Alejandro III, destruida en los primeros minutos de la película.
Y la obra, per se magnífica, alcanza las más altas cumbres cuando en la versión restaurada se le añade la música del genial compositor Dmitri Shostakóvich. La música del petersburgués, nerviosa, violenta y vanguardista, es la guinda de oro a la película.
En definitiva, una auténtica obra de arte, la cima de Eisenstein y una de las mejores películas de la historia del cine.
Paradigma de la ‘comparación intelectual’ es la escena del general Kornílov, comparado con Napoleón Bonaparte. El ‘pequeño corso’ había quedado en la mentalidad rusa como la personificación de la amenaza para la madre patria, y ahora, una nueva amenaza se alzaba, la del general Kornílov y su intento de golpe de Estado contra el gobierno provisional presidido por Kerensky. No es, por tanto, casual comparar a Kornílov con Napoleón, sus talantes militaristas hacían perfecta la comparación. Pero Eisenstein lleva esto mucho más lejos. Con la siguiente escena, ‘en nombre de Dios’, aparecen diferentes imágenes de las tres religiones más importantes en Rusia, y con ello, se pretende vincular las aspiraciones de Kornílov con la completa restauración del poder zarista, hecho que queda de manifiesto cuando se recompone la estatua de Alejandro III, destruida en los primeros minutos de la película.
Y la obra, per se magnífica, alcanza las más altas cumbres cuando en la versión restaurada se le añade la música del genial compositor Dmitri Shostakóvich. La música del petersburgués, nerviosa, violenta y vanguardista, es la guinda de oro a la película.
En definitiva, una auténtica obra de arte, la cima de Eisenstein y una de las mejores películas de la historia del cine.