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Voto de Javier T Prewitt:
8
7,3
2.543
Documental En los años 50, Werner Herzog compartía piso con Klaus Kinski, un diabólico ególatra. Kinski padecía repentinos e injustificables arrebatos de ira o locura, durante los cuales podía llegar a destrozar el mobiliario del apartamento. La terrible personalidad de Klaus fascinó a Werner y entre ambos nació una estrecha amistad que se fue al garete durante el rodaje de la película "Aguirre, la cólera de Dios". (FILMAFFINITY)
21 de noviembre de 2006
18 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Empezar por el final, construir el tejado por el magnicidio... Después de hora y media ante la pantalla, después de los ataques de ira, de los insultos, de la violencia, de la locura en la vida, en el cine, en la vida en definitiva, definitivamente... Después de contemplar la osadía de intentar hacer una película peronounapelículacualquiera, de querer jugar a ser Dios aliándote para ello con el peor de los demonios posibles... Jugar a la ruleta rusa en cada plano, si no funciona siempre hay una pistola cargada cerca, esto es más importante que tú o yo, las nubes se apartan porque le tienen temor al hombre que se mantiene en silencio... ¿Verdad, señor Herzog? Y volver una y otra vez con el amante cruel... No una ni dos veces, nada menos que cinco... Porque entre la pena y la nada nunca eliges la nada... Lo eliges todo y la pena forma parte del equipaje... Después de ver a un hombre que no lo parece, a un hombre de cabellos hirientes con ojos que nombran la exaltación misma, a un hombre físicamente pequeño, rozando la fragilidad, a un ser humano que toma dimensiones sobrehumanas y da zancadas de gigante y golpea al viento con su rostro haciéndolo temblar... Quién puede hacer temblar al viento... Después de todo eso sólo me queda una imagen... La de una mariposa, la de la calma... La de la sonrisa infantil de alguien que se fue dejando en incendios y destellos de luz hasta apagarse... En una barca el aprendiz de demiurgo comparte una botella con el ruido y la furia... Y el odio tan cerca del amor, cuando lo uno siempre puede sustituir a lo otro porque en el fondo tanto el odio como el amor son la misma cosa pero al contrario... Y cómo separar al actor del hombre y a ambos del director cuando todos son también lo mismo cuando de verdad se es actor y de verdad se es hombre y de verdad se es director, cuando las mentiras ya no nos sirven porque sabes que nunca sirven, son falsas y lo peor es que lo parecen y no pueden disimularlo... Por eso la pantalla se engrandece cuando Kinski habla, hace bailar las manos, se desliza en el espacio o realiza su movimiento de tornillo... Por eso y por todo lo demás puedo decirle, señor Kinski, que ayer por la tarde estuvo excelente, magnífico... ¿Monumental?
Javier T Prewitt
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