El Círculo Literario femenino de Lynnfield, Connecticut, se ha puesto en alerta cuando en el diario del pueblo han decidido publicar por entregas la novela “La pecadora” de Caroline Adams. De inmediato llaman a asamblea y el director del periódico, Jed Waterbury, es conminado a suspender la publicación de dicha obra sopena de perder a muchas de sus suscriptoras. ¿Qué decisión tomará el acorralado editor? ¿Quién es Caroline Adams? ¿Si son sus novelas tan pecaminosas como para merecer la censura? ¿O estamos acaso en una ciudad de miras estrechas, hipócrita y reprimida?

He aquí un capítulo de la larga y eterna lucha para liberar al sexo de los tabúes a que se ha enfrentado en nuestra difícil sociedad. Y de paso, será este otro ferviente llamado a las mujeres “para que sean ellas mismas, tomen las riendas y no se dejen avasallar. Que valoren la libertad como el bien más preciado en esta vida”.

Educada por sus conservadoras tías, Mary y Elsie… ¡también miembros de aquel temido Círculo Literario!, Theodora Lynn tiene la sensación de estar en el lugar equivocado, pero constreñida por el conservador pensamiento de las templadas damas del pueblo, prefiere guardar silencio mientras que, de su corazón, pugna por escapar un gran torrente de sensaciones y sentimientos. Cuando conozca a Michael Grant, pintor e ilustrador de libros que trabaja para el editor Arthur Stevenson, quizás las cosas comiencen a verse de otra manera… y es probable que, un fuerte grito de libertad, retumbe en las calles y entre las paredes de Lynnfield.

Pero quizás, la parte más notable y novedosa de esta provocadora y picante historia, está en que demuestra que no es solo la mujer la que está sometida por las tradiciones y la mentalidad conservadora y estrecha de las sociedades. Lo que vamos a ver, luego de que se cierre la que pudiera ser la primera parte, dejará boquiabierto a más de uno, y hará nuestras delicias con unos diálogos frescos, punzantes e hilarantes, que dejarán bien al descubierto lo dependiente que es, la mayoría, del que dirán y del temor que se siente ante la maledicencia.

Primera comedia en la que aparece esa encantadora y maravillosa actriz llamada Irene Dunne, quien la asumió con gran temor de no ser apta para este género, pero enseguida demostraría que su talento daba para todo y que, como comediante, también iba a hacer historia: “La pícara puritana”, “Mi mujer favorita”, “Vivir con papá” y otras tantas y deliciosas comedias, lo corroboran. Y junto a ella, el estupendo Melvyn Douglas, jugando a soltarla de su jaula y de paso enamorarla… aún a sabiendas de que el camino no está expedito.

El director polaco, afincado en Hollywood, Richard Boleslawski, tiene aquí otro de los momentos más sólidos de su carrera, logrando una comedia que desborda gracia y sutilezas por donde se la agarre.

Y he aprendido algo nuevo, pero debo decirlo de otra manera:
¿Saben en que se parecen la política y la pintura? En que -aunque de manera muy distinta en un buen número de casos-, a pintor y a político estas profesiones les sirven para ensuciarse las manos.