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España España · Málaga
Voto de Lukas:
9
Romance. Drama Nueva York, años 50. Therese Belivet (Rooney Mara), una joven dependienta de una tienda de Manhattan que sueña con una vida mejor, conoce un día a Carol Aird (Cate Blanchett), una mujer elegante y sofisticada que se encuentra atrapada en un matrimonio infeliz. Entre ellas surge una atracción inmediata, cada vez más intensa y profunda, que cambiará sus vidas para siempre. (FILMAFFINITY)
17 de febrero de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En estos días en que tantos canales y tantas plataformas dedican un espacio para películas de temática amorosa, el siempre inteligente canal TCM dedica un especial, en este mes de febrero, a las pelis sobre rupturas o amores fallidos (No eres tú, soy yo). De entre ellas, me fui a fijar en esta, de Todd Haynes, que no vi en su momento en el cine, y que hacía tiempo que quería ver. Es el cine que ya tenías que haber visto, como rezaba el eslogan anterior del canal. Ahora, sencillamente, el mejor cine de todos los tiempos. Una película basada en la novela de Patricia Highsmith, autora que me encanta; la novela no la conozco, o sea, que abordo la película sin información previa, salvo la básica de que es una historia autobiográfica, sobre una relación que mantuvo con otra mujer, cuando era joven. Así pues, ya de entrada, tenía un pro (la sagaz y prolífica escritora), y un contra: no me gusta el cine de Haynes, siempre me ha parecido amanerado, demasiado moderno para mi gusto.

Dejando de lado todos los prejuicios y sin haber leído ninguna crítica que me haga interferencia (eso ya, después), me interno en la película, como se tira uno a la piscina, sin saber en qué condiciones está. Desde el primer plano secuencia, Haynes y su equipo nos meten en un torbellino de sensaciones, nos transportan al Nueva York de los años 50 (la acción transcurre entre 1952 y 1953), recreado a la perfección. Poco a poco, vamos conociendo a Therese Belivet (maravillosa Rooney Mara), una chica que trata de abrirse camino, desde sus sueños, hacia la dura realidad. En su camino se cruza con una mujer bien diferente, de otra clase social pareciera, Carol Aird (deslumbrante Cate Blanchett), y a partir de entonces, el espectador asiste, atónito, hipnotizado, al desarrollo de esta historia, que lo deja a uno clavado a la butaca, quiero decir el sofá... No es sólo la historia de amor que surge entre ellas, sino cómo está contada, eso es lo más importante. A fin de cuentas, Haynes busca redescubrir el melodrama clásico a lo Douglas Sirk, pero se vale de herramientas y técnicas muy contemporáneas, no podía ser de otra manera. Como la época, con su moral casi puritana, no estaba para muchas gaitas, las protagonistas no tienen otra que escapar, para vivir su amor más libremente..., pero es en vano, porque lo que no puede ir, no irá. La historia da vueltas y revueltas, y se puede considerar un viaje y un aprendizaje, sobre todo para la más joven, Therese.

El virtuosismo está en todos los niveles. En el narrativo, pues Haynes, con su guionista (excelente Phyllis Nagy), dan un giro en el punto de vista: comienza contándose la historia desde la óptica de Therese, y luego gira hacia Carol, que es en esos momentos el personaje más frágil, el que lleva el peso de una triste historia sentimental. Técnicamente, en el aspecto puramente cinematográfico, es en donde esta peli se alza al nivel de obra maestra. La planificación es sencillamente perfecta, desde el arranque hasta el mismísimo final. Cada plano, cada secuencia, está calculado de tal forma, que no sobra ni falta nada (semejante virtuosismo sólo lo he visto antes en Psicosis, de Alfred Hitchcock). Siempre me pareció bastante difícil filmar en el interior de los coches, y aquí sin embargo el director de fotografía, Edward Lachman, consigue algo tremendo, que sea lo más natural, y cargarlo de un simbolismo y una emoción inigualables. Nunca he visto semejante maestría para rodar así, colocando la cámara donde tiene que estar, para captar todas las emociones de los personajes. Igual puede decirse de las secuencias amorosas, de las rodadas en interiores (restaurantes, casas, etc.). Realmente, uno se queda con la boca abierta. Y qué decir de la música de Carter Burwell, ligeramente glassiana (por Philip Glass), que acompaña y da realce a muchas escenas, y que es capaz de transmitir también esa melancolía que destila toda la cinta. También el vestuario, el diseño de producción, todo lo relacionado con la recreación de la época, está mostrado de manera fiel. Si a eso añadimos unas interpretaciones brillantes, de las mencionadas, más todos los secundarios (me gustó mucho también Sarah Paulson como Abby, la mejor amiga de Carol), la película roza la perfección.

Porque, de lo que habla esta película, más allá de que sea una relación entre dos mujeres, es del amor con mayúsculas, de las dificultades que encuentra para desarrollarse y florecer, de los problemas que encuentra en su camino. Todo ese drama está muy bien planteado, y hace que el espectador se meta dentro de la historia, que se la crea, que la sienta. No es fría para nada, como he leído en alguna crítica, todo lo contrario. Es un fragmento de vida, que estas actrices en estado de gracia transmiten con suma sencillez, en su dificultad. Hay tanto brío técnico, tanta gracia en cada uno de los movimientos, tanta belleza como verdad. Uno queda deslumbrado (cómo no, estando ahí la mujer más bella que existe, CB), luego reconfortado, finalmente de nuevo conmovido. ¿Qué ha pasado? No los sabemos bien..., pero ahí está, delante de nuestros ojos.
Lukas
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