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España España · Málaga
Voto de Lukas:
7
Drama Varsovia. Un taxista está lavando su coche. Jacek, un joven campesino de mirada turbia, vaga por la ciudad. Piotr, un estudiante de derecho, se prepara para hacer su último examen. Sus destinos se cruzan cuando Jacek coge un taxi para ir a los suburbios de la ciudad, donde asesina brutalmente al taxista. (FILMAFFINITY)
6 de enero de 2024
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A finales de los años 80, entre 1988 y 1989, Kieslowski y Piesiewicz decidieron hacer una serie de televisión (para la televisión polaca), con dirección del primero y guión de ambos, y la música del habitual Preisner. Diez capítulos, de una hora de duración cada uno, centrándose en uno de los mandamientos de la religión cristiana. Esa serie se llamó Dekalog, y tuvo un éxito tremendo, aunque no se pudo ver en el resto de Europa, hasta después de 1990…, y en algunos países fuera de la Unión, hasta finales de esa década. El acuerdo con la televisión polaca era hacer dos largometrajes con ese material. Uno fue elegido por K., y eligió el V. El otro quedó en manos de la productora, que escogió el VI. Fue así que surgieron estas pelis que ahora tenemos: No matarás y No amarás.

Al expandir el material original, está claro que había sus diferencias. No he visto el Décálogo, pero parece ser que la diferencia entre el episodio de la serie y este largo está en el pasaje central, esa transición asesinato del taxista -juicio y ejecución final. En la serie, se pasa de un momento al otro, sin más; mientras que en la peli, se cuenta un poco lo que hay entre medias. Qué pena que ahí justo fue cuando me quedé dormido… La película se divide claramente en dos partes, pues. La primera es mucho mejor que la segunda, eso hay que decirlo. Aunque se mantiene la tensión en la segunda parte, ahí decae un poco, sobre todo cuando interviene directamente el abogado, Piotr. Porque, hay que decirlo claramente, la película es la descripción, sin ningún postulado ni posicionamiento a favor o en contra (frente a todo esa gente que dice que esta es una peli en contra de la pena de muerte), de dos asesinatos. Es cierto que el primero es presentado, descrito mejor dicho, con un realismo casi hiperrealista, como pocas veces se ha visto en una pantalla. Tal vez se extienda demasiado, el único fallo en una cinta casi perfecta. En la parte final la cosa se vuelve más densa, y está el peligro de dar alguna que otra cabezada. Lo mejor de la historia es cuando está en pantalla Jacek, ¡menudo personaje! Totalmente realista, parece salido de algún documental. Al parecer, los guionistas se basaron en un chaval real, que fue condenado a muerte. Sí, todo muy realista, muy real.

¿Por qué es tan buena esta película? Precisamente por eso que muchos critican, por la creación de un ambiente de pesadilla. Y es que, esta peli está muy cerca del ambiente que aparece en los sueños, es una pesadilla perfectamente mostrada, con medios fílmicos. La cinematografía, de Slawomir Idziak, es magnífica. (Los directores de fotografía cambiaban según el episodio, pero hay dos que tienen el mismo, el III y el IX). La elección del tono amarillo, realmente color enfermizo, es un acierto pleno. No hay color que exprese mejor la locura y el caos que este. Ese amarillo, mezclado con el verde oliva, volverá a aparecer en La doble vida de Verónica, sobre todo en la parte polaca. Pero ahí, ¡qué diferencia de tono, qué contraste! Y encima, esas tomas, esos planos, esas secuencias, tienen los bordes quemados, y eso añade un plus de melancolía y muerte, de desolación y abandono. Toda esa primera parte, con el vagabundeo de Jacek por la ciudad, una Varsovia que es como un escenario apocalíptico, es lo mejor que se ha filmado hasta entonces, tal vez. No hay ni una secuencia, ni un plano se diría, que no esté manchado, en sombras. Esto es una metáfora poderosa de algo que K. y su guionista nos quieren transmitir. Vivimos en el infierno, aquí en la tierra, y tenemos que estar preparados para lo peor.

Posiblemente no haya otro cineasta que haya sabido recrear mejor la náusea, la náusea sartreana, que K. Y encima, de vez en cuando, cuando menos te lo esperas, esa música melancólica, también enfermiza, de Preisner. Es verdad que no pega mucho, pero añade un plus de ansia, de desasosiego. Así, con estos mimbres, es verdad lo que se ha dicho por ahí, que las interpretaciones quedan muy por debajo de esta creación de ambiente. Y no nos olvidemos del montaje, de Ewa Smal. Y, no obstante, el abogado interpretado por Krzysztof Globisz, es realmente interesante. Ese tramo final, aunque no tiene la potencia visual del comienzo, es también algo que queda en la retina del espectador. Un espectador que habrá de juzgar por sí mismo, a partir de las imágenes que ha visto.
Lukas
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