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Voto de Sergio Berbel:
4
Cine negro. Drama Cuando Vera (Lola Dueñas) era joven, no pudo hacerse cargo de su hijo y tuvo que darlo en adopción. Cuando Cora (Ana Torrent) era joven, su médico le dijo que no podría tener hijos y que sólo adoptando podría formar una familia. Ambas comparten esa experiencia de haber sido madres de un niño llamado Egoz (Manuel Egozkue). Ahora, ambas mujeres se reencuentran en Portugal para repasar la historia de sus vidas y reescribir sus destinos.
15 de marzo de 2024
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Resulta totalmente inexplicable cómo Víctor Iriarte logra desperdiciar tanto material de primera calidad puesto a su servicio por culpa de una necesidad de subrayar la autoría artística y presuntamente intelectual de manera innecesaria y pretenciosa. Sobre todo y lo que acaba resultando más grave, que dichas decisiones artísticas suponen un obstáculo para la narración de la historia, un fallo imperdonable en un cineasta.

Un guión en torno a los niños robados y a una madre que busca la familia en la que se encuentra su hijo; la madre biológica interpretada por Lola Dueñas, mientras que la adoptiva es Ana Torrent; una historia que oscila entre Madrid, Donostia, Bilbao y Oporto con algo de “road movie”… Al final, determinadas veleidades artísticas, muchas de ellas injustificadas, y una mezcla imposible de géneros (se ve que hoy día debe estar prohibido prescindir del thriller, trate sobre lo que trate tu historia y a algunos ya nos sale el noir por la tapa de los sesos) acaban haciendo naufragar el producto. Eso sí, rodado en 16 mm, para que todo tenga un barniz intelectual del que adolece cuando se profundiza.

Esa narración a través del género epistolar tan impostada, esas imágenes tan innecesariamente cargantes y metafóricas, ese capricho que ocupar medio metraje con un formato de imagen circular sin que tenga razón de ser alguna y sin coherencia narrativa, ese cansinismo pseudointelectual que rezuma por todas partes… Es imposible que no logre emocionar una madre buscando a su hijo, al que le arrebataron tras el parto, y un hijo en el proceso de conocer a su verdadera madre, que pensaba fallecida al dar a luz. Parece mentira que, con semejante material, la película sea tan aburrida tirando a soporífera como termina resultando.

Y lo que ya parece de Juzgado de Guardia es contar con Lola Dueñas y Ana Torrent y no aprovecharlas, marcándoles un camino de afectación rocambolesca innecesaria y perjudicial para el desarrollo de la trama.

Igualmente cargante me parece la música de Maite Arroitajauregui y bastante incolora, inodora e insípida la dirección de fotografía de Pablo Paloma, el cual todavía me debe una justificación sobre esa imagen circular que preside la parte central de metraje y a la que no le encuentro explicación alguna, así como la inclusión de imágenes documentales de la Transición que tampoco tienen una relación determinada y exacta con la historia que se cuenta y que más bien parecen un relleno para ahorrar rodaje.
Sergio Berbel
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