Hambre de venganza

Anthony Mann despliega con solvencia y un maravilloso empleo de los escenarios naturales este enérgico y violento film de venganza e intensa interacción familiar sirviéndose del drama shakesperiano "El Rey Lear" y de una historia real publicada en el Saturday Evening Post.

Este título supuso la última colaboración de Mann con James Stewart y también la primera ocasión en la que el director californiano filmaba en CinemaScope.

Con excelentes interpretaciones del referido James Stewart y de Donald Crisp, la película es un muy estimable western, un sombrío retrato psicológico de un antihéroe obstinado y obsesivo que lleva a cabo su catarsis en un ambiente brutal e intenso.

Nota: 7,5

208/14(27/08/08) Buen western, dirigido por uno de los artesanos del género, Anthony Mann, con uno de sus actores fetiches, James Stewart. El argumento es de lo más manido un pistolero buscando venganza por la muerte de su hermano, como en "Winchester 73", en esta por la muerte del padre, pero mientras en "Winchester 73" sabe Stewart cuál es su objetivo en esta tiene que descubrirlo. El argumento tiene aroma a drama shakespereano. Stewart hace de lo que siempre ha hecho, de hombre bueno, recto y en este caso de vengador. Toca muchos de los tópicos del género. En mi opinión, el tiempo no la ha repetado, siendo un buén western, para mi es del montón. Recomendable a los amantes del western. Fuerza y honor!!!

Buen western, me gustó, pero pienso que era para más, la historia daba como para que hubiera más bala, tal vez se me tome como alguien al que le gusta la sangre, pero no es así, solo que me parece que hay algunas situaciones donde se le podía sacar mayor jugo a la violencia y así tener un filme más llamativo, sin embargo la película es buena, me gustó mucho la coparticipación de James Stewart, quien como de costumbre, demuestra su calidad actoral, con esa sobriedad y elegancia que siempre le caracterizaron, un buen filme que se debe ver.

Si hay una época dorada en la filmografía de Anthony Mann es la década de los años 50, una década en la que sobresalen sus películas del Oeste, entre ellas, ésta que me ocupa ahora. Una obra en la que destaca el empleo del CinemaScope en la composición del plano -por ejemplo, en la secuencia de la salina- y el uso del "travelling" como recurso dramático, y es que realmente hay "travellings" magníficos en este film.

Pero, si por algo destaca especialmente este "western", es por la importancia que da a las relaciones paterno-filiales, entendidas como relaciones conflictivas, un tema muy importante en el cine de Hollywood. Relaciones que no sólo tienen que ver con el afecto o el odio, sino con el poder o su ausencia. Donald Crisp -que dosifica su afecto al mismo tiempo que su poder- interpreta a un ganadero autoritario y egoísta que, por su forma de ejercer de padre y de propietario, más o menos despótica, se ve condenado a quedarse sin hijos, sin descendencia. Por otro lado, de forma paralela, James Stewart busca vengar a su hermano, y le vengará sin mancharse las manos.

Estas dos historias quedan, no obstante, un poco malogradas por algunos fallos o lagunas en el guión (¿sabía o no sabía Arthur Kennedy que Alex Nicol vendía armas a los apaches?). Destacaré, por último, la música, muy inspirada, con una calma similar al ritmo calmado de una historia que cuenta muchas cosas, pero sin precipitarse.

Junto a "Winchester 73", la otra obra cumbre de Anthony Mann es éste relato de venganza cuyo final es difícilmente olvidable. Tal vez no tenga la hondura que hay en Winchester respecto a los lazos de sangre, pero el Hombre de Laramie, y de nuevo Stewart trabajando en este arquetipo al que sus talentos actorales le benefician strictu sensu: un hombre a quien creemos apacible y de hecho, se convence y nos convence para que lo pensemos así - imprescindible el ensayo de Jacques Rancière al respecto - pero que finalmente comete actos contra todo lo que pensamos que era.

El hombre de Laramie vibra también gracias a Donald Crisp y Arthur Kennedy que raras veces han econtrado escenas con esta tensión tan amplia. Hay algo de tragedia griega en los sueños fatídicos que rodean a la película: los hombres de Anthony Mann tienen la sangre antes de que se cumpla.

Por eso todavía vemos y admiramos sus tremendas películas, capaces de hacernos sentir el peso de la muerte.