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Hambre de venganza

Western Un capitán del ejército de los Estados Unidos se hace pasar por comerciante y va a México para averiguar quién le vendió rifles a los apaches que asesinaron a su hermano. Entre los sospechosos se encuentran un arrogante hacendado, su despiadado hijo y el capataz de su rancho. (FILMAFFINITY)
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Críticas 42
Críticas ordenadas por utilidad
13 de diciembre de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otro memorable western del tándem Mann y Stewart en una película que habla de los temas habituales que suele tratar su director con una historia sobre la mentira, la codicia y la venganza. Mantiene el interés gracias a una calculada dosificación de su argumento que se complica por momentos pero que resulta muy entretenido. Notable.
Harold Angel
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13 de junio de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cierre del quinteto de western más que notables que James Stewart protagonizó bajo la dirección de Anthony Mann en la primera mitad de los 50. Después se enfadaron y dejaron de trabajar juntos, pero eso es otra historia. Aquí el hombre misterioso de mismo sombrero y cazadora imposible y anacrónica sigue una vez más donde quiera que fuese en busca de su objetivo, generalmente le mueve el deseo de venganza. Y no parará ante cualquier contrariedad hasta conseguir a la postre su redención.

En Technicolor y CinemaScope. Casi na. Mann utiliza el segundo para realzar y dar mayor lustre a su recurrente protagonista principal: el paisaje. Algunos encuadres son antológicos. Se dice que la novela original de TT Flyn publicada en forma de serial de ocho capítulos en el Saturday Evening Post en el 54 era mucho más dura y con personajes más fuertes. Sobre todo el de Cathy O´Donell. Claro que en la sociedad USA de los 50 el papel de la mujer era, desgraciadamente, el que era. La película por otro lado posee algunas escenas desacostumbradamente violentas para la época. Revisitandola lo primero que produce es una nostalgia sobre ese cine mágico que te mantenía toda la tarde de un Sábado en doble sesión sin levantarte de la butaca del cine de tu barrio, mientras que cabalgabas por Wyoming aunque se rodara en Nuevo México. Hombres pegados a sus caballos, mulas, vacas y revólveres en territorios fronterizos donde la ley la imponía el más fuerte, el que llegaba primero y se apropiaba con sudor y sangre de tierras que ya tenían dueños nativos, a los que había que vender whisky y armas para poder luego expropiarlos de la vida por ser unos salvajes.

Como casi siempre en Mann, hay un poso de tragedia. "El rey Lear" de Shakespeare cede su inspiración. Hay camaradería, siempre entre varones. Entrañables las escenas con un estupendo Wallace Ford. Notable también la tensión amorosa entre O´Donnell y Stewart. El rey duro y sabio (el terrateniente Alec Waggoman) quiere que su legado no se pierda. Sus "hijos" herederos se lo disputan junto con el reconocimiento paterno. Eterna historia que siempre acaba mal.

Mann rueda primorosamente, siempre sabe donde tiene que estar la cámara y consigue mantener el equilibrio entre el drama y el misterio. Al final se deja ir, quizás de forma apresurada, no remata bien la faena, pero no importa, ya es tarde para que dejemos de soñar con horizontes lejanos y cual centauro cabalguemos hacia Laramie o donde se ponga el sol. So long.

cineziete.wordpress.com
ELZIETE
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16 de abril de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Parece que hay consenso a la hora de señalar al triunvirato formado por John Ford, Howard Hawks y Anthony Mann como el de autores definitivos del cine de vaqueros. Uno, sin embargo tiene la percepción de que el trabajo de Mann está algo menos reconocido: Recuerdo haber visto pasar por TV 'Rio Bravo' o 'Centauros del Desierto' en infinidad de ocasiones y no tanto la pentalogía de sus westerns protagonizados por James Stewart.

Rodada en imponente Cinemascope, pocos directores han sabido capturar exteriores con la majestad de Mann. Sus paisajes son prácticamente la imagen mental, casi subconsciente, que se puede tener del western.

'El Hombre de Laramie' tiene un pulso ambivalente (Sucede algo similar con otra obra notable de Mann, 'El Hombre del Oeste'): No es una película de trepidantes tiroteos, cabalgadas hacia el horizonte o duelos al sol. Es más bien eso que los guiris denominan un 'slow burner', una película de combustión lenta, casi de thriller, que se toma su tiempo para exponer los personajes que campan por ella y sus motivaciones. Eso contrasta con sus puntuales estallidos de violencia, sorprendentes para una película del año '55 y que en cierto modo prefiguran lo que ofrecería el género a la vuelta de la década.

'El Hombre de Laramie' se articula -como los mejores westerns de la historia- en torno a la idea de la venganza y la ira recta de los hombres buenos. James Stewart, en su periplo a la caza del hombre que vendió los rifles a los apaches que acabaron con la vida de su hermano, acaba en los dominios de un hacendado con hechuras de rey shakesperiano. Una figura entre épica y pragmática que divide sus afectos entre su hijo y el capataz de su rancho (una puesta al día en clave western del mito bíblico de Caín y Abel)

Y es ahí donde reside la fuerza de la cinta: En la maraña de afectos, motivaciones, recuerdos y engaños que rodean a la maraña de secundarios que se encuentra el hombre de Laramie entre las polvorientas calles de Coronado, confín del oeste a un día de territorio apache.
El Hombre de Laramie
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26 de mayo de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las películas más violentas de Anthony Mann, muy seca, conmovedora, con un protagonista movido por la venganza, un enorme James Stewart.
Western psicológico, con elementos casi de cine negro. Hay varias escenas que suceden de noche.
Mann está en estado de gracia, no en vano, ese año rueda nada menos que 4 películas.

Primer film de Mann en el que utiliza el Cinemascope, usado con gran maestría. Es uno de los mejores encuadradores de la historia del cine. El paisaje envuelve a los personajes en su inmensidad. Charles Lang (Los sobornados, Duelo de titanes),en las labores de fotografía, logra captar el entorno geográfico casi como un personaje más (las salinas, los barrancos, las montañas, el cielo, las nubes, el polvo, la perpetua amenaza de los apaches en el horizonte, ¡¡calidades!!).

Stewart, un héroe solitario sin origen (“el sitio en que me encuentro, ése es mi pueblo”) llega a Coronado, Nuevo Méjico, donde inicia una investigación, y donde no es bien recibido por nadie. Todos le invitan a marcharse, saben que no se arruga y traerá problemas. Tiene una única misión: vengar a su hermano.El bueno de Stewart desprende candidez y justicia. Es magistral su interpretación, digna de recordar mucho tiempo.

Entre los secundarios destaca Donald Crisp, genial, el gran patriarca, con gran sentido de la justicia excepto en el amor hacia sus hijos (el de sangre y el “adoptado”). Alex Nicol, hijo del capataz, quizá el único que desentona, demasiado directo, en unas interpretaciones de personajes poliédricos.
Es cierto que los personajes femeninos quedan algo relegados, sobre todo la bella Cathy O´Donnell.

Último de los 5 westerns que Mann rueda con James Stewart : Winchester 73 (1950), Horizontes lejanos (1952) , Colorado Jim (1953), Tierras lejanas (1954) y El hombre de Laramie (1955). Supone una despedida a lo grande.

Western muy destacado, altamente recomendable. Y lo dice alguien poco amante de los westerns, aunque ya menos....
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Gabriel Ufa
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15 de octubre de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vista en VOSE

Qué gusto ver una película que te deja atento todo su metraje, que pasa veloz y nutre la vista, siendo actual y con aroma a Western reivindicativo. James Stewart nunca defrauda, y eso es porque sabía elegir sus papeles y películas de una manera eficaz. He visto 13 películas de este gran actor, y todas me han parecido excelentes, con diferentes registros: drama, western, política… y por supuesto, “Qué bello es vivir”. En todas sobresale y añade un plus a la película, con su altura física y profesional, adornada con sus ojos claros penetrantes.

La película que tratamos nos muestra el cruel mundo de los blancos, en aquel salvaje Oeste, que fue el germen del amor que los yankees siguen teniendo a matarse entre ellos. Nosotros comemos jamón y somos seres sociales, y ellos tienen un arma: es cultural. Por lo demás, una historia rocambolesca, con un villano llamado Dave que asusta de lo loco que está, mata burros y celoso.

Las escenas de los caballos caminando por la ladera del monte son impactantes, amén de la laguna de sal y las bellas maneras que tenía Anthony Mann de mostrarnos un mundo que casi podíamos tocar con las manos.
CHIRU
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