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Habemus Papam

Drama. Comedia Tras la muerte de un Papa, obispos, arzobispos y cardenales de todo el mundo se reúnen en Cónclave para elegir a su sucesor. Después de varias votaciones infructuosas, que se anuncian con la salida de una humareda negra, se ve, por fin, la "fumata bianca" que indica que "habemus papam". Los fieles que se han congregado en la Plaza de San Pedro esperan con entusiasmo y fervor que el nuevo pontífice, siguiendo la tradición, se asome a una ... [+]
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Críticas 49
Críticas ordenadas por utilidad
4 de noviembre de 2011
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lleva largo tiempo desaparecido en combate el cine italiano. La que antaño fuera una cinematografía de referencia; una de las más importantes del mundo entero, parece haber caído en un sueño profundo y demasiado prolongado. Más que esto, es como si alguien la hubiera secuestrado y la hubiera enterrado bajo una montaña de caspa calenturienta. No hace falta mencionar los nombres y apellidos de los culpables, porque a estas alturas ya son conocidos por todo el mundo, de modo que solo hay que recordar que el poder está en el pueblo, y que de él depende que estos indeseables y su horda de secuaces dejen de perpetuar a la industria un daño que se antoja cada vez más irreparable.

¿Y cómo puede darse el milagro? Fácil, no solamente creyendo en los pocos disidentes que forman a día de hoy una más que esperanzadora excepción a la regla, sino también aguardando pacientemente el día de las elecciones (municipales, regionales, estatales... todo vale) para luego depositar en la urna nuestro voto, así como las esperanzas en que de alguna manera todo cambie. La cuestión es que, ya sea por motivos concernientes a la prensa rosa (de esto en el país transalpino saben demasiado), o bien por propósitos más elevados, hay que fomentar esa sana costumbre que es votar. Que el pueblo decida; que los mandatarios se maten los unos a los otros para conseguir el amor de los electores.

Cosas de la democracia (que es algo más que una excusa para invadir países de Oriente Medio, no lo olvidemos), y cosas de las mentes pensantes detrás del calendario de la cartelera, que parecen haberse puesto de acuerdo para que la temática de las elecciones aparezca en cierto modo en nuestras salas a pocas semanas de la celebración de los comicios en nuestro país. Ahí está para dejar buena cuenta de ello lo nuevo de una de las excepciones antes mencionadas, que empieza con una de las elecciones que más importancia siguen teniendo hoy en día... unas que, para verificar que todo ha ido según lo planificado, deben terminar siempre al grito de 'Habemus Papam'. Con esta célebre frase vuelve a la carga cinco años después de su último trabajo en solitario, el director, guionista y actor italiano Nanni Moretti.

El último trabajo del autor de 'La habitación del hijo' arranca con la muerte del Papa, lo cual, como todos sabemos, hace que la maquinaria del Vaticano se ponga en plena marcha. Toca llamar a ciento ocho cardenales repartidos por el planeta... y toca encerrarlos en una sala, evitando cualquier contacto con el mundo exterior, hasta que salga elegido el nuevo máximo representante de la Iglesia católica. Una responsabilidad abrumadora, plasmada en una algo obvia pero deliciosa escena en la que se oye alto claro el pensamiento unánime de todo candidato: "Dios mío, Dios mío... ¡que no me toque a mí!". Llámese modestia, llámese miedo al éxito... llámese síntoma de la mediocridad de unos tiempos marcados, entre otras muchas cosas, por la alarmante falta de líderes natos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
reporter
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9 de noviembre de 2011
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película se puede dividir en dos mitades bien diferenciadas. En la primera se asiste a una representación más o menos bien llevada, moviéndose entre la seriedad y la comicidad, unidos al juego que dan los principios anquilosados de la institución religiosa.
El problema es que, aun estando Moretti en un personaje cómodo, a gusto y dando lugar a algún momento interesante con su santidad, todo fue explorado, aprovechado y mejor llevado en El discurso del Rey consiguiendo resultados notables que aquí no se alcanzan, pues aquella mantenía la tensión de los personajes y sabia jugar con el humor sin traspasar los limites, ni la fina linea del ridículo.
En la segunda mitad de Habemus Papam, cuando el Papa va en busca de la aventura o el autodescubrimiento personal, se sobrepasa esa linea del ridiculo en unos cuantos momentos, tanto fuera como en el interior del Vaticano. Y al no llegar un desenlace digno que trajera de vuelta la película al buen camino, se acaba perdiendo la fe.
Una propuesta inofensiva, blanca y simpática, pero lejos de lo que se podía haber logrado.
JVMarq
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10 de noviembre de 2011
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gancho de izquierdas al riñón del Vaticano. Moretti vuelca toda su italiana ironía, intacta su finura desde 'El Caimán' (2006), para descorrer las ampulosas cortinas de la vergüenza litúrgica y la tradición trasnochada y un tanto estúpida -me perdonen los creyentes, nada tiene que ver esto con ellos- de toda la parafernafalia papal.

Estructurada en dos partes perfectamente reconocibles: la primera, hiperrealista sin llegar a perder el tono mordaz, de la reunión de los "candidatos a San Pedro" y la propia elección, y la segunda, abandonada al humor de Moretti, con él como psicólogo del huidizo Michel Piccoli. Un Piccoli que, por cierto, en esa primera parte, consigue empatizarme y transmitirme el absoluto cague que puede significar estar a dos metros del balcón de la Basílica de San Pedro, con toda la jauría de fieles copando la inmensa plaza y las calles del pequeño Estado y con tus colegas rodeándote en la antesala, llamándote "Su Santidad". Y tú, pobre Michel Piccoli, sin comerlo ni beberlo.

Manel G.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Manel
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11 de noviembre de 2011
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sólo un director romano podía hacer una crítica a la Iglesia con afán constructivo y reflexivo y mantener en todo momento el sentido del respeto, pues no pretende en absoluto denostarla, sino demostrar que desde la opinión más diametralmente opuesta (confesa abiertamente, hecho que le honra) se puede dialogar y llegar a entenderse, se puede convivir y respetarse.

Moretti se sirve de la renovación papal (totalmente verosímil al apoyarse en imágenes iniciales reales) para abogar por la condición humana y defenderla frente a los cánones impuestos por la sociedad, pues debe prevalecer el individuo (con sus virtudes y defectos, con su libertad de pensamiento y elección) frente al papel que nos imponen por causa de nuestra profesión en la vida. No todo el mundo está capacitado para aquello que desempeña, y cada uno debe ser consecuente con sus limitaciones, pues cualquiera no debería ser presidente de gobierno ni mucho menos Papa.

Y por supuesto esa lección magistral de humildad que brinda en la brillante plasmación del cónclave, alegoría de residencia de ancianos (porque es lo que son).

Al final el mensaje es claro, que queda patente en la portentosa hilvanación del tema “Todo cambia”, desde la habitación papal a la plaza romana, con el Papa mirando de frente a la cantante como quien mira la esencia de lo que canta, y que luego lo refrenda en su discurso.

Lo mejor: todo, y en especial la escena del autobús nocturno, cuando Piccoli empieza a hablar como si lo hiciera para el público de la sala. La verdad fue curioso, pues en un instante volví atrás en el tiempo y me encontré con Berlanga viendo “París Tombuctú” en un cine que ya no está.

Lo peor: la falta de optimismo.
Chon
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30 de diciembre de 2011
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una Santa Sede sin rumbo, en manos de un suficiente psicoanalista ateo y engañada por un portavoz vaticano abrumado, sin dudas que es un tema original. Más aún cuando se desarrolla de manera interesante desde un comienzo. Aunque bien sabido es que lo que empieza bien, no siempre termina bien.

El potencial que promete la cinta en su primera media hora de transcurrida, con escenas muy cuidadas y una sutil dosis de ironía, lamentablemente, termina diluyéndose y perdiéndose a falta de un guión que no supo explotar esa primera impresión, derivando en un producto errático e inverosímil, a pesar del género que transita.

Quizá hayamos asistido a la primera parte de una historia que Moretti (en su rol detrás de cámara y en el papel del histriónico psicoanalista) todavía no concluyó, no obstante lo cual, la primera media hora y, es justo decirlo, las interpretaciones de los veteranos Piccoli, Stuhr y Scarpa, siguen siendo lo más rescatable del filme.
Nostradamus
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