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Wiñaypacha

Drama Willka y Phaxsi, una pareja de ancianos de más de 80 años viven abandonados en un lugar remoto de los Andes del Perú, a más de cinco mil metros de altura. Enfrentan la miseria y el inclemente paso del tiempo, rogando a sus dioses para que por fin llegue su único hijo a rescatarlos. (FILMAFFINITY)
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Críticas 14
Críticas ordenadas por utilidad
5 de septiembre de 2019
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El retrato de la soledad desde las alturas de Perú. Una pareja de ancianos que ruegan por el regreso de un hijo distante. Los paisajes, la fotografía, los planos horizontales: con estos recursos podemos captar la inmensidad del clima cordillerano. Quizás el ritmo esté un poco aletargado, pero eso no opaca esta obra hecha de silencio y paciencia.
Facundo Venencio
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9 de junio de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La realidad es que “Eternidad” -que sería su traducción al español-, es una formidable representación sobre la marchitez de los sueños mediante conflictos cotidianos que duelen, el inabarcable imaginario andino que transita entre deseos y relámpagos. En sus escasos 86 minutos se sube a cuestas con sus dos personajes. La simpleza de su planteamiento es una cubierta delgada, bajo ella se esconde un poderoso relato sobre una de las sensaciones mas angustiante de cualquier humano: esperar. ¿A quién esperan Willka y Phaxsi? ¿el viento traerá algo? Todo se siente infinito, eterno, en la cordillera de los Andes, esta vertebra infinita del Perú. Sorprende que esta película no esté en competencia.

Cobertura del Festival de La Habana 2018.
http://cinema2puntocero.blogspot.com/2018/12/festival-de-la-habana-2018-dia-7-virus.html
Cinema2puntocero
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20 de agosto de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Largometraje peruano, primero en la carrera de Óscar Catacora, retrata la vida de dos ancianos, Willka (Vicente Catacora) y Phaxsi (Rosa Nina), la pareja vive en soledad en una zona montañosa alejada de cualquier resto civilizatorio. En el lugar crían algunas ovejas y vicuñas, mientras pasan los días subsistiendo, viviendo bajo sus costumbres y anhelando el regreso de su único hijo, que se fue a la ciudad y los tiene en abandono.

De hecho, de ahí parte la idea para el argumento presentado por Catacora, sus personajes anhelan el regreso de su hijo para que les ayude con las arduas labores del campo, que se van volviendo más pesadas para la pareja de ancianos, la movilidad por la geografía y el acceso a servicios esenciales es prácticamente nula.

La película tiene una composición bastante sencilla, que no es lo mismo que fácil, la casa de la pareja y algunas zonas aledañas, con un alto aprovechamiento del hermoso potencial visual que ofrece la región, planos estáticos donde los personajes se mueven con la pesadez de los años para mostrar su cotidianeidad y las dificultades que deben enfrentar.

Catacora no tiene contemplación contra sus protagonistas, que parecen estar metidos en una espiral de desgracias que los absorbe, en ese sentido es una obra complicada de ver, dolorosa por doquier e injusta, más aún pensando en la cantidad de adultos mayores que pueden estar en una situación similar, incluso sin estar en un contexto hogareño tan aislado.

El filme está hablado completamente en idioma aimara, siendo la primera película en esta lengua indígena, esto también retrata un hecho trascendental dentro de la trama, en una de las conversaciones de la pareja, mencionan que al hijo le avergüenza el idioma y, como se hizo mención, se fue a la ciudad, lo que habla de una clara perdida de identidad de las nuevas generaciones.

El avergonzarse de lo propio frente a lo extranjero o citadino, de ahí la importancia del rescate de producciones como esta, que hay que mencionar que fue seleccionada como representante de Perú para los premios de la Academia del 2018, de la cual finalmente no resultó elegida. Una obra humana, hermosa y dura.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
10P24H
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12 de agosto de 2020
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta interesante película peruana aclamada en cuasi todo su territorio, grabada plenamente en aymara, muestra un muy interesante drama centrado en la soledad de la senectud que, por desgracia, no es algo exclusivo de la entrañable pareja que protagoniza el filme. Phaxsi (Rosa Nina) y Willka (Vicente Catacora) son dos ancianos que viven aislados en un lugar ignoto de los Andes peruanos, haciendo su austera vida mientras esperan a su único hijo, Ankutu, que se fue a la ciudad y no volvió jamás. Una serie de catastróficas desdichas muy relacionadas con el espiritismo y la superstición sudamericana harán, si cabe, más larga la cada vez más desesperanzadora espera de la pareja.

Este impresionante debut de Óscar Catacora a la dirección, al guion e incluso a la fotografía, con muchos familiares también inmiscuidos en el trabajo frente los focos (Vicente Catacora) y tras los focos, consiguiendo brindar una historia única, narrada de una forma única donde el mensaje traspasa las fronteras culturales, geográficas y lingüísticas haciendo un íngrimo retrato de la situación de nuestros mayores, desamparados y solos hasta por la misma familia, y que están a la espera, acompañados del triste espíritu de la fe, del cálido amor y compañía de ellos mientras la Muerte está meciendo su guadaña. Con mucho amor y reivindicando el folclore peruano, Óscar Catacora nos acerca a la soledad más inhóspita con un estilo intimista que se asemeja mucho a las obras del legendario Yasujirō Ozu.

Es muy curiosa la utilización de la cámara, ya que no hay movimientos de cámara, no hay contraplanos y rara vez se pueden observar planos que no sean frontales. Este estatismo, con la cámara impasible y de alturas bajas, nos acerca a la rutina, para nosotros atípica, de los dos únicos personajes que soportan un guion entero a ritmo pausado, y también la hostilidad que acecha en un entorno tan extremo, pero sin perder la belleza. Esta aparente simpleza de técnica casa con la atmósfera que desea crear Catacora, basada en la popular expresión latina del aurea mediocritas (dorada medianía), anteponiendo el equilibrio y la templanza a una vida alocada, despreciando el éxito o la fama. Una vida cotidiana y decente, simple pero complaciente, aunque con un vacío, que es expresado con esa quietud de la cámara, esa visión tranquila, y que Catacora desfigura livianamente cuando las vidas de Phaxsi y Willka son obstaculizadas por las ‘inclemencias divinas’ con algunos cenitales y picados, inclusive acercando la cámara que hasta entonces siempre era usada con ángulos naturales. El tópico latino es invocado directamente en una escena en el interior de la casa, mientras Phaxsi cocina y, con un plano proyectante horizontal y la gama de colores, recuerda al popular cuadro de Velázquez llamado Vieja friendo huevos, también expresión artística de la austeridad y cotidianidad.

Aunque Catacora realice un gran drama, también crea de forma colateral una gran aventura tanto emocional como física, haciendo de sus personajes dos Penélopes que esperan la llegada de su Ulises, pero también dos Ulises luchando contra la hostilidad natural y la muerte, esperando vivir para ver a su Penélope. Esta triste realidad de la vejez es elevada por sus dos actores, no profesionales, que saben representar tanto un amor puro de pareja, como el dolor de la soledad, con una humanidad en sus acciones, palabras y rostros tristes consolados por la fe y la ilusión típicas a las que se acogen aquellos abandonados como viejos en un asilo. Ello no podría haber sido posible sin la increíble y, seguramente, de las más bonitas que he visto, fotografía del mismo director y una edición de sonido natural que crea el espacio fílmico perfecto para sintamos cómo actúa, cómo habla y cómo siente la naturaleza. Una exhalación de aire puro que limpia el alma.

Phaxi y Willka hablan desde el corazón, desde la pureza, desde la esencia misma de la humanidad. Por eso, Wiñaypacha es una ópera prima tan inmensa y con una denuncia que no se deja caer en el pataleo que la convierte, también, en uno de los romances más inmaculados que haya visto en una película.
Tiggy
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16 de noviembre de 2021
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Wiñaypacha es una buena propuesta y un gran inicio cinematográfico para Óscar Catacora, sencilla historia de bajo presupuesto con una maravillosa fotografía que ha muchos va a fascinar sobre todo por el lado estético.

La película tiene una excelente dirección, para mi donde falla un poco quizás es en el guión, yo creo que si se la vendía como documental funcionaba mejor, porque la historia no está mal pero uno a veces buscas un guión más llamativo si se habla de un largometraje, a ratos la película es muy lenta y ya su preciosa fotografía no es demasiado, sin embargo un 7 para mi va como mínimo ha este gran experimento cinematográfico.
Javiji86
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