Mujeres en Venecia

Un sólo hecho podría ser suficiente para aplaudir esta película: nos ofrece ese uso exquisito del lenguaje que, indefectiblemente, promueve en nuestro ser interior ese gusto latente por el intelecto, por la fluidez verbal... y hasta por escudriñar en la esencia humana para desentrañar sus misterios.

Joseph L. Mankiewicz, era un maestro en el arte del bien decir y en éste, como en todos los filmes escritos y dirigidos por él, el buen aire, la elegancia y el refinamiento de sus personajes -sin más pedantería que la que el carácter de alguno así lo exigiese-, eran cualidades inamisibles que los eleva, con sólo esto, por encima del común.

<<MUJERES EN VENECIA>>, es una charada, una humorada, una comedia negra... ¡y hasta un tratado filosófico!, en el que un excéntrico millonario radicado en un palacio de la romántica Venecia, decide contratar a un fracasado artista hollywoodense, pues, con su ayuda, pretende convencer a tres mujeres ricas de que cada una de ellas va a heredar su fortuna.

En el hábil discurrir de los siete personajes que entrarán en el juego, quedarán sentados principios como estos: “En el afán de dinero, ningún dinero es bastante”; “El tiempo es la más grande preocupación del hombre”; “Es fácil ser humillado públicamente cuando se ha tenido el gusto de humillar”; “No se puede desear todo y tenerlo todo”…

La historia, libremente basada en, “Mr. Fox de Venecia” de Frederick Knott, y en “Volpone” (El Zorro) de Ben Jonson, está llena de sorpresivas implicaciones e incluye, en sus disertaciones sobre el tiempo, los relojes de todo tipo; involucra las acepciones animales de los apellidos Fox y McFly; y deja sentado que no se ha dejado suelta ninguna pieza, de tal manera que, el espectador, resulta comprometido a no espabilar porque no debe perderse ni una palabra ni un objeto de los que se ponen en escena.

Rex Harrison, en su cuarto trabajo con Joseph L. Mankiewicz, recrea con encanto a ese frustrado aspirante a bailarín de ballet quien se solaza engañando -¿por última vez?- a las mujeres de su vida. Un juego semejante, será el brillante ejercicio que este director realizará luego, con Laurence Olivier, en la también impecable película titulada, “Sleuth”.

El reparto incluye a, Cliff Robertson, bastante acertado como el director de escena del maquinador Cecil Fox; y a Maggie Smith, la detectivesca enfermera que asume el juego, con tanto empeño, que logra imponerse a las tres damas que figuran como principales. Esto es cine lleno de sorpresas.

Título para Latinoamérica: <<EL JARRO DE MIEL>>

Anterior a "La huella" y en la misma onda en cuanto a ambientación teatral, rodada en su mayoría en un palacete veneciano, Mankiewicz nos deleita con otra obra maestra llena de ingenio.
Difícil de catalogar (podría ser una "Charada") con inconmensurables interpretaciones capitaneadas por la de Rex Harrison, como el millonario excéntrico, se nos presenta un relato original de la ambición, el interés y la avaricia con diálogos a la altura de sus mejores obras.

Un millonario excéntrico Cecil Fox [Harrison] contrata a Mac Fly [Cliff Robertson], un ex actor de teatro, para que en su palacio de Venecia se represente en la vida real la comedia “Volpone”, por la que siente predilección. Con este propósito invita a las tres mujeres que han significado algo en su vida para someterlas al juego de hacerlas creer que está moribundo y que alguna de ellas será su heredera. Por el palacio aparecen una princesa [Capucine], una cabaretera [Edie Adams] su antigua esposa Estrella [Susan Hayward], acompañada de una enfermera que le administra los somníferos [Maggie Smith]. Mankiewicz se mueve en el entorno de los temas del poder, el destino, el tiempo, las limitaciones del ser humano que tanto le gusta. Bien pronto, una vez metido el gusanillo de la codicia en las esposas arruinadas, empiezan las peleas por el poder, se producen las desapariciones y las sospechas de un posible asesino, lo que reclama la presencia de la policía italiana. El director, hábil como nadie en estos asuntos, mantiene la atención del espectador hasta el último momento.

Aunque la película plantea su guión como acción, bien pronto deriva a la reflexión. La cinta, sin embargo, es inteligente, con buen reparto y buena actuación y destaca por crear un ambiente cínico y crítico en todo su desarrollo. Es ocurrente y distrae mucho con escenas muy originales y de doble sentido. “Mujeres en Venecia” es una de las últimas comedia del director, dedicada a la intriga, con buenos diálogos, fluidos y divertidos, que son una reflexión sobre la codicia de los seres humanos.

Mujeres en Venecia es la decimoctava película que veo de Joseph L. Mankievicz. Y posiblemente fuera, en el momento en que fue rodada, año 1967, la mayor rareza, o excentricidad que se permitió dirigir Mankievicz. Y un ingenioso borrador, o boceto para que suene mejor, de lo que unos años después haría con una historia ajena en la genial La Huella.
En esta ocasión Mankievicz maquina un juego un tanto retorcido de un decadente millonario, que con la colaboración de su ayudante, decide poner a prueba la actitud de las tres mujeres de su vida, frente a un acontecimiento escabrosamente dramático. El desarrollo de los hechos, ya de por sí malicioso, contará con algún giro que pillará a todos sus personajes, engañadores y engañadas, con el paso cambiado.
Ambientada en una gran mansión veneciana, perfecto decorado para la historia, Mankievicz se muestra esta vez más pirotécnico que nunca jugando con los personajes (no tanto con el espectador) manteniendo su elegancia, quizás no tanto la habitual finura de sus mejores guiones, por culpa de una última parte demasiado embarullada. Esto no impide que la película tenga un empaque bastante poderoso gracias a una puesta en escena tan teatral como adecuada a la historia, y a la presencia de un notable reparto donde brilla especialmente su protagonista, el gran Rex Harrison, secundado por Cliff Robertson, Susan Hayward y una jovencita Maggie Smith.
Lejos de sus más grandes obras, Mujeres en Venecia, pese a ser un tanto irregular, posee el suficiente ingenio para ocupar un lugar muy superior al de algunas de las más famosas películas de Joseph L. Mankievicz

Çon semejante director, un elenco de rutilantes estrellas y acción transcurriendo en la maravillosa Venecia me dispuse a presenciar un espectáculo memorable. Lamentablemente, tras un comienzo prometedor, la trama va decayendo, y muchas escenas son verdaderamente anodinas, por momentos me resultó pesada, sin gracia ni suspenso. Rescato algunos coloquios y ciertas frases muy logradas. "La ley es una profesión no una vocación", una de ellas. Demasiado Maggie Smith en pantalla y no tanto como me hubiera gustado Susan Hayward,. A Capucine no se le mueve un músculo, siempre eficientes Robertson y el todo terreno Adolfo Celi. Mención especial para el magnífico Rex Harrison, un gran artista, todo un gentleman.