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Cargo 200

Thriller. Comedia. Drama Unión Soviética, 1984. El cansancio del régimen es palpable y el rigor de tiempos pasados empieza a relajarse. Falta sólo un año para que Gorbachov llegue al poder e inicie la Perestroika. En una ciudad de provincias, la hija de un importante miembro del partido desaparece tras acudir a una fiesta en un club. Nadie ha visto nada, no hay una sola pista ni un solo sospechoso al que acusar. Ese mismo día, en una casa aislada se comete un ... [+]
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Críticas 18
Críticas ordenadas por utilidad
30 de diciembre de 2020
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Anoche vi una de las mejores películas que recuerde en mucho tiempo y me llama la atención que no sea tan conocida ni comentada, y que se hable tan poco de su director. "Cargo 200" es un filme de 2010, dirigido magistralmente por el ruso Aleksei Balavanov. Creo que la trama policial no es lo principal de esta película. El cartel (un puño en primer plano golpeando al espectador con las siglas CCCP o USSR) tampoco. Ni siquiera la adjudicación de un mosaico de géneros: "Thriller. Comedia. Drama | Comedia negra. Años 80. Policíaco."
Cargo 200 es mucho más. Es un crudo y logrado ejercicio fílmico, o más que ejercicio, propuesta estética, sórdida e inquietante, retratando una Unión Soviética pocas veces retratada en el cine (la rural), con una galería de personajes tarantinianos (perdón por la fácil referencia: tal vez los personajes de Tarantino sean balavanovianos) que cortan el aliento y te dejan clavado en la silla. Pocas veces he visto en cine a un actor borracho parecer tan borracho de verdad, o a un "guajiro" ser tan guajiro de verdad, a una joven asustada e impotente tan creíble. Dijo hace muchos años el maestro Leo Brouwer, cuando le preguntaron quién era para él el mejor actor del mundo: "cualquier actor dirigido por Berman". Y tiene razón. El mérito de esas inmensas actuaciones (no sé con cuál quedarme) es de un inmensa Balavanov, así como lo es es trabajo de la cámara, el tono narrativo, la tensión sin trucaje sonoro, el minimalismo sórdido. De pronto, yo, cubano, estaba viendo imágenes que me recordaban la Cuba rural más pobre, donde tanto he vivido y cantado. Una sola vez he estado en Rusia, y no salí de Moscú, la gran ciudad, donde todo es inmenso. Pero esta película me ha arrastra, literalmente, al Leningrado rural, a una Lenisk que podría ser Batabanó o el Central Limones en Matanzas. Impresionante. Los nombres de los actores a la mayoría no nos dicen nada, por muy cinéfilos que seamos: Agniya Kuznetsova, Aleksei Poluyan, Aleksey Serebryakov, Leonid Gromov, Yuri Stepanov, Leonid Bichevin, Natalya Akimova, Mikhail Skryabin. ¡Pero qué actores! El premio al mejor director que obtuvo Balavanoc en el Festival de Gijón en 2007, tampoco dice mucho. O sí: ¿Por qué solo ese premio? ¿Cómo una película así no tuvo mayor recorrido en las carteleras mundiales (en Rusia sí impactó muchísimo)? ¿Determinismo fílmico, malditismo geográfico? ¿Más allá de los grandes nombres y los grandes títulos, ya clásicos, qué sabemos del cine ruso actual? Todas estas preguntas me hacía yo, emocionado, casi a las 4 de la mañana, sin poder separar los ojos de la pantalla, atrapado por una y otra y otra y otra escenas y secuencias de "Cargo 200". La fotografía de Aleksandr Simonov es tan magnífica como el resto de la obra. Y no sé qué decirles sobre el argumento. Nada. Mejor nada. Ni siquiera hagan caso a la sinopsis. Creo que mucho más "claro" es el resumen en Filmin, donde pueden verla: "nada escrito con palabras puede dar, ni por aproximación, una verdadera idea del poder virulento, transgresor y feroz que exuda esta suerte de sátira negra, que oscila entre el thriller, la comedia grotesca y la crónica de sucesos. Dedicada a la lenta decadencia de la URSS, “Cargo 200“ conmocionó a Rusia. Algunos actores se negaron a actuar después de leer el guión, y fueron muchos los taquilleros de cine que se negaron a vender entradas para la película. Balabánov se encogió de hombros: “No es política, no hay ningún mensaje de ningún tipo. Sólo son mis sentimientos en aquel 1984”. ¿1984? ¡Ah, la vida, las ironías de la historia? Recomiendo llegar a la película como yo: virgen, sin saber nada de nada, y dejarse atrapar y sorprender. Es lo suyo.
Alexis
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28 de septiembre de 2016
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi “Gruz 200” (Cargo 200, Rusia, 2007), dirigida y escrita por Aleksey Balabanov (esta es la primera película que le veo) y basada en hechos reales (aunque no se aclare cuánto es ficción y cuánto realidad). Dentro del contexto de la decadencia del régimen de la Unión Soviética (1984), que se vislumbra con la guerra de Afganistán y el relajamiento de la disciplina comunista, la hija de un líder del partido comunista local desaparece, un trabajador vietnamita es asesinado y se culpa a un inocente. Ahora bien, la trama es profundamente singular, un espacio de ficción macabra que parte de la realidad (recuérdese que está basada en hechos reales) pero la supera con creces en un relato estrambótico, sanguinolento y macabro del director. Es por ello que la película está a mitad de camino entre la comedia negra y el drama. Los diálogos son tan conscientemente ridículos pero a la vez tan serios, y la sucesión de escenas tan escabrosas como irritantes, que recuerdan, en cierto sentido, varias tomas de Tarantino. En este escenario queda patente la impotencia de las instituciones y la abulia de sus agentes, todo un preludio de lo que pasará pocos años después: el desplome del régimen. Pero el filme no es histórico, en el sentido de que no busca ser un documento de denuncia política (las cosas se presentan incluso de forma llana, sin juicios morales), pero no puede dejarse de ver en el fondo la crisis del sistema que rodea al macabro policía que termina conectando las historias del profesor de ateísmo científico, el joven oportunista, la chica secuestrada, el militar muerto en Afganistán (trasladado a Rusia en un sistema de entrega conocido en clave como “Cargo 200”) y el fabricante de vodka culpado del asesinato de su trabajador. Otra ventaja del filme es que si bien transgrede la estructura narrativa a la que estamos acostumbrados logra que la historia transcurra rápidamente, por lo que el tiempo no se siente. ¿Qué más puedo decir? Que si eso fue realidad, la ficción terminaría por envidiarla. Se trata pues de esas películas raras que quedan en la memoria por su capacidad de transgresión, pero, siendo sinceros, hasta ahí. 28-09-2016.
Andres Botero
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30 de mayo de 2009
16 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Basada en hechos reales, "Gruz 200" es un claro ejemplo de que a veces por mucho que un guionista se esfuerce, la realidad supera con creces la imaginación, ante lo estrambótico que puede ser el género humano.

Como en la vida misma, tan bien reflejado en el filme, ningún suceso es blanco o negro, comedia o drama, entendible o surrealista. Todo dependerá de la persona que lo vea, del filtro que soporta su cerebro o del día que haya tenido. Para mí un handicap, quizá para otros, una virtud.

Desde el principio, me pareció estar ante una comedia,por lo menos me hacían a mí sonreír, ya no sólo por las exageradas actuaciones de los protagonistas, puede que simplemente sea el carácter ruso, sino por los diálogos tan extravagantes y fuera de lugar. Todo muy raro, tan raro que me pareció una sátira a la sociedad rusa, pero sabiendo que era un hecho real no daba lugar.

Bajo este marco de "comedia extraña" que poca gracia me hacía, comenzaron a suceder hechos desagradables, crímenes sexuales, asesinatos, abusos de poder, secuestros, etc. No encajaba, en un marco de comedia, pero los diálogos me seguían pareciendo de broma, como si ironizaran todo el rato. No me la podía tomar en serio, por lo que nunca me sentí cómodo al verla, sin estar seguro de que se pretendía, sin saber ni el porque del título, sin contar con la respuesta más evidente.

Decepcionante, pero al mismo tiempo interesante. La consideraría de esas pelis que o amas u odias, aunque yo mismo esté más cerca del odio no puedo negarle las virtudes que posee. Muy destacable, el cuadro que nos muestra de una Rusia real, con sus problemas en Afganistán y sumida en una pobreza que no deja de llamarme la atención.
capacitivo
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10 de febrero de 2021
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cargo 200. Es cómo llamaban a los fiambres que volvían de Afganistán en una caja de pino.
Tiene alguna escena de un grotesco magistral. En spoiler, comentaré alguna.
La música en conjunto me parece horrorosa, de un mal gusto muy elaborado.

He leído por ahí, también lo dice al comienzo de la película, qué está basada en hechos reales.
Si, es así, es para mear y no echar gota.
La escena del juicio es de un humor negrísimo. Made in Balabanov. También conocido como el gran Bastardo de San Petersburgo.

Desolado paisaje el que nos muestra el Gran Bastardo, en esta sátira social y política.
Si las cosas funcionaban medianamente así, en la afortunadamente extinguida unión soviética comunista.
Es toda una suerte que ya no exista ese tiránico y monstruoso país.

La secuencia anterior al final es brutal. Tiene unas cuantas la película, te ríes o te congela la risa con su retorcido humor e imaginación truculenta.
Despiadada y de un humor como el carbón.
No te dejará indiferente seguro, puede que no te gusté, pero te moverá algo, no podrás apartar los ojos hasta que acabe.
Balabanov. Está en el club de los 13. Junto a mi admirado Melville y Kubrick.
Directores que su filmografía cuenta con 13 filmes.
Esta película está llamada a convertirse de culto, estoy seguro.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Zappianin
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12 de enero de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fábula demencial sobre los últimos estertores de la Unión Soviética en los años 80, que sin embargo está basada en un suceso real. Los secuestros y los asesinatos en misteriosas circunstancias son cosillas de nada en comparación con las barbaridades que se cometen con total impunidad en una decadente ciudad rusa de provincias. Como pieza de género, esto es un sórdido thriller coral, con personajes cruzándose azarosamente y con una violencia que alcanza directamente el surrealismo y el humor negro negrísimo, expuesta con un punto de artificiosidad y a a la vez con una contención ejemplar, sin virguerías.

Este Balabanov es un cineasta de la crueldad que pese a todo respeta cierto resquicio de humanidad en el absoluto monstruo que coloca en el centro de su relato, como el mismo demonio caminando sobre la tierra; un ser resentido y en el fondo muy solitario en el poder omnímodo que ejerce. La película es además un cuadro social y político de una realidad concreta. Lo que antaño fue una superpotencia ahora se aproxima a la extinción, diezmada por la guerra de Afganistán, que se lleva a unos jóvenes que vuelven a casa en cajas de pino mientras nuevas remesas parten hacia el matadero. En las calles y en las carreteras, en los interiores, se percibe la ruina y el desmoronamiento de las infraestructuras, la degradación del medio ambiente. Pero peor aún que esa ruina material es la crisis moral y espiritual de una nación que no va a ningún sitio y que ha dejado de creer en los ideales que la impulsaron en su día.

¿Es lo que vemos fruto de un sistema noble en su ideal pero corrompido... o no es sino la consecuencia lógica de esa falta de fe, producto puro (como el vodka) de la ideología materialista y atea soviética? El guion funciona a modo de rompecabezas fatal. La URSS son unas siglas en una camiseta, sólo quedan el autoritarismo policial y la ceguera judicial. La inercia de unos individuos que se mueven como marionetas todos ellos, desde los altos cargos del partido hasta el campesino más humilde, a veces por impulsos tan primarios, tan irracionales como la venganza. Las generaciones más recientes, hijas de una modernización imparable, serán los capitalistas y los oligarcas de un mañana en el que las cosas continuarán inmutables.

Tenemos por último en la película una dimensión más filosófica y próxima a aquello llamado el “alma rusa”, contraponiendo razón y fe. La primera, capaz de generar monstruos, la segunda, lo único a que aferrarse cuando lo demás falla. El alcohol, indispensable para soportar semejante panorama. Una imagen-metáfora, comparable a un retablo del horror; la flor de la vida encadenada a un cadáver putrefacto. Oscuras deudas pendientes del pasado, la utopía imposible del hombre ignorante, pero ilustrado a su manera. Mano de obra barata, esclavitud moderna de la que disponer, mujeres sufridoras y silenciosas, una vieja idiotizada por la televisión… y en medio, el profesor; miembro de una clase acomodada y culpable, con demasiado que perder mientras contempla impotente los acontecimientos.
Don Hantonio Manué
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