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Victoria y Abdul

Drama. Comedia Abdul Karim, conocido como 'El Munshi', se convirtió en siervo de la reina Victoria en el año 1887. Después de que el joven se ganase el afecto de la monarca, terminó siendo su secretario personal y confidente durante los últimos años de vida de la reina, algo que no fue bien recibido dentro de la Casa Real. (FILMAFFINITY)
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Críticas 35
Críticas ordenadas por utilidad
23 de septiembre de 2017
23 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque en apariencia “La reina Victoria y Abdul” pudiera tener toda la pinta de ser un proyecto de encargo, todos los del equipo sabían perfectamente cuál era su función y cómo desempeñarla, por lo que, de entrada libra al film de ser un mero producto al uso, sobre todo gracias al director y sus actores, en especial su protagonista femenina.

Stephen Frears es un director que admite cualquier época y estilo. Ha hecho de todo con resultados a veces impecables, como por ejemplo con su modélica “Las amistades peligrosas” o “Los timadores”, aunque, en líneas generales, ha creado buenos films a lo largo de su carrera durante varias décadas, como “Ábrete de orejas” o “La camioneta”, proyectos de presupuesto moderado pero elaborados con gran dignidad. Rara es la película que le ha salido rana, que también la tiene, como “Hi- Lo Country”, uno de sus más sonados pinchazos. Pero en definitiva, Frears es, aparte de inteligente, un buen director. Y eso es una ventaja. Otra virtud es que ya ha trabajado con su actriz protagonista en varias ocasiones, como si se tratara de su musa, logrando magníficas interpretaciones con “Mrs. Henderson presenta” o “Philomena” por las que con justicia consiguió ser nominada al “Oscar” a la mejor actriz. Y, por parte de Judi Dench, que a estas alturas nadie en su sano juicio o con un mínimo de sensibilidad no pondría su valía en tela de juicio, ya encarnó a la Reina Victoria en el film de John Madden “Su majestad Mrs. Brown” y que por la que también consiguió ser nominada como mejor actriz.

“La reina Victoria y Abdul” por lo tanto no es una secuela tardía realizada veinte años después. Guarda estrecha relación con el mencionado film de Madden por las razones explicadas, pero el film de Frears tiene entidad propia, da igual si se ha visto o no la de Madden, y lo más importante, aunque su historia parezca menos interesante, acaba resultando una buena película que emociona a gran público, está muy bien conducida, tiene muchos puntos a su favor, sobre todo y para los tiempos actuales que corren, es un bonito canto a la amistad y a la tolerancia, que bien nos vendría aprender de lo que se nos cuenta en ella.

No se ha llevado ninguna distinción tras su pase por el festival de Venecia. Puede que a crítica y jurado le haya parecido una más. Y por supuesto que esté harto o acostumbrado a estas interpretaciones de reinas y reyes, sobre todo en el caso de Dench. Hollywood es reticente, aunque no siempre, en volver a nominar a una actriz ya nominada por un mismo personaje, como Cate Blanchett por “Elizabeth” y la nominación de Dench podría sentar un precedente, cosa que se pensarán, ya que si esto ocurre superaría a la mítica Ingrid Bergman con sus siete nominaciones, siendo hasta ahora, la actriz de nacionalidad no americana más nominada. Pero creo que por derecho propio debería aparecer entre las nominadas en la próxima edición. Su trabajo es absolutamente impecable, es una labor que todo actor o actriz debería ver y aguanta como nadie los primerísimos planos. Sirva de ejemplo la escena en la que a la reina Victoria se le intenta convencer que desista en darle el título de caballero a Abdul. Aunque solamente se tomara en consideración ese monólogo, nada más que por eso, debería ser nominada. Bestial. Y eso sin tener en cuenta los problemas de salud que aquejan a la actriz y que no afecta a los personajes que interpreta.

El resto de los actores hacen una labor reseñable, especialmente Ali Fazal como Abdul Karim, el “munshi” de la reina Victoria. Supongo que su productora le propondrá como actor de reparto, en una estrategia que en otras ocasiones se ha hecho, con el fin de asegurarse la candidatura aunque sea protagonista, pero su trabajo es de calidad ascendente según avanza el metraje. Y sus compañeros con él: Eddie Izzard como el príncipe de Gales, Michel Gambon como Lord Salisbury o un eterno secundario por ahora desconocido por el gran público fuera del Reino Unido como es el caso de Robin Soans como Arthur Bigge, que tienen oportunidad de lucir, como sus actrices, aunque el guión barra más para ellos que ellas, destacando Fenella Woolgar o una Olivia Williams en una espléndida madurez.

El equipo técnico, como producción británica que es, cuida sus apartados, sea de manera rutinaria como su fotografía que filma preciosos paisajes o especialmente la labor del de vestuario, que es un lujo. En la música Thomas Newman hace una bonita banda sonora que gusta, aunque nos evoque en su “leit- motiv” a la composición que realizó para su célebre mini serie “Angels in America”.

Lee Hall ha elaborado un buen guión, con buenos diálogos y pulso, que lleva de manera casi imperceptible por Stephen Frears, una soltura que pocos tienen. Y con todo esto, en conjunto, se logra una película, que si se ve sin prejuicios, resulta aleccionadora, como decíamos antes, pero que nos aproxima a un cine plagado de lujos, no de forma gratuita, que parece casi pertenecer a otra época, una época (dorada) que sabía aunar espectáculo y calidad, con un presupuesto que se aprovecha junto a una serie de talentos que parecían normal que existiesen y que, hoy día, cada vez cuesta más trabajo encontrar.
Maggie Smee
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23 de septiembre de 2017
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película intimista, abrigadamente intimista y romántica, idealizada por momentos, pero encantadora y sobretodo lírica de ritmo lento que va conduciendo desde una pasión encantadora hacia un derroche irrefrenable del que somos conscientes en todo momento que parecede dedicado casi para una minoría culta.
Recuerda por momentos a Mongkut y Ana Leonowens.

Ese es el toque de Frears, ese "carpe diem" es lo que hace que la reina Victoria ya en su ancianidad quiera disfrutar de la compañia del joven hindú Abdul, al que retiene a su lado luchando con todas sus fuerzas de reina contra su servicio personal e incluso su propio hijo, dejando en esta batalla de sentimientos y respeto con su autoridad el aire racista y prepotente de aquellos que la rodean.
La hipocresía de todos sus seres más cercanos es expuesta por Frears magistralmente. Desde que Abdul es nombrado "Munshi" de la reina, los sentimientos, las conversaciones, todo cuanto les unirá no hará sino crecer. Esta parte de la vida de la reina Victoria, tan escondida como fascinante ha sido llevada al cine por fin, pues era un episodio inesperado e insólito que todos sabían pero también pretendían incluso silenciar o callar.

Abdul, el último gran amor de la romántica y momificada Victoria, interpretado por un casi desconocido Ali Fazal, visto en la película séptima de "Fast and Furious" es una figura discreta, pero que sabe leer en lo más hondo del corazón de una reina que volvió durante sus últimos quince años a la vida gracias a él. Las interpretaciones son más que destacables, destancando Eddie Izzard como Bertie, el heredero de Victoria hace un papel llevando su cruel racismo hasta el límite y sus no escondidas ansias de poder.

Su relación sin catalogar, la belleza y la pureza de su amistad y sus misteriosos encuentros son fielmente vistos por los ojos del que los ve, por eso es tan especial.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
barbara12
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15 de noviembre de 2017
15 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Stephen Frears dirige La Reina Victoria y Abdul, una fábula de amistad y apertura dada entre la monarca y (un tal vez no tan inocente pero sí muy estimable) súbdito y al tiempo pone en manifiesto varios asuntos importantes, la carga de una corona, lo abrumante de la agenda y el protocolo y desde luego todos los matices de lo que la discriminación y la ambición pueden abarcar. La Reina Victoria y Abdul está escrita por Lee Hall (“Billy Elliot”) y basada en el libro de Shrabani Basu: “Victoria y Abdul: La historia verdadera del confidente más cercano de la reina” relata las cosas “casi como sucedieron” y se dejan ver los entreverados de la tenebra de la intriga palaciega y lo completamente solo que puede estar quien sea que ostente un puesto de alta jerarquía.

Son los últimos días del largo reinado de su majestad la Reina Victoria. La monarca podrá estar en sus 80 y tantos, ser como ella misma lo dice: malhumorada, ambiciosa, gorda y tal vez desagradablemente adicta al poder, pero no está loca! Al contrario, conserva toda la fuerza y determinación que la han hecho una figura que marcó una época.

Emperatriz de medio mundo, Victoria vive sometida a las rígidas reglas del protocolo que su cargo le demanda y en ocasión del jubileo de 1887, celebrando sus cincuenta años en el trono, la colonia inglesa en la India decidió mandar a Inglaterra a dos súbditos: Mohammed (Adeel Akhtar) y Abdul Kareem (Ali Fazal ) para entregar a la reina una moneda conmemorativa.

Los dos elegidos arriban desde la India a Londres para cumplir la encomienda. Ceñidos por el riguroso protocolo desean llevar a cabo su misión y regresar a casa, pero Abdul “burla las reglas” de no mirar directamente a los ojos a la soberana, desde ahí surge entre ellos una amistad que desafiará todos los pronósticos y que marcará definitivamente la figura majestuosa de Victoria.

Judi Dench repite con maestría la encarnación de la célebre reina inglesa tras de haberla representado veinte años atrás en la cinta “Mrs. Brown”, donde nos entregó un pasaje íntimo en la vida de la soberana. Dench conjunta a la perfección el carácter, la presencia y la gracia de una reina y por ello su actuación como Victoria le valió su primera de muchas nominaciones al Oscar.

Dench es una figura mítica como Victoria, así que el reto para compartir protagonismo con ella debe ser una prueba gigantesca para cualquiera, pero Fazal lleva a cabo la tarea con la ligereza y astucia que Abdul requería, es seductor, simpático, pero tiene un dejo de sinvergüenza.

El guionista Lee Hall muestra de una manera directa todos los cánones que marcan el espíritu inglés victoriano, la fidelidad a las reglas de protocolo, el manejo de la política, el humor y las costumbres netamente británicos, con pinceladas agudas y elegantes, como cuando ante una queja sobre lo rasposo de la ropa en Escocia, Victoria responde que “en Escocia todo raspa”. Hall va dejando ver la imagen más pura de la monarquía destilada a lo largo de la película.

Sin embargo Victoria aún siendo la máxima figura de poder había envejecido, estaba presa de su propio cargo y linaje y debía de vivir siempre desconfiando de todos los que le rodeaban, expuesta a ser devorada hasta por su propio hijo que esperaba impaciente el trono.

A la llegada y súbita popularidad de Abdul era obvio que el círculo inmediato de la reina se estremecería, comenzando por el primer ministro: Lord Salisbury (Michael Gambon), la Baronesa Churchill (Olivia Williams) y el médico particular de la reina; el Dr. Reid, (Paul Higgins) además del príncipe heredero “Bertie” (Eddie Izzard) todos temblando ante los súbitos privilegios que el sirviente estaba ganando por su cercanía con la reina.

Para presentar el comienzo de la relación entre Victoria y Abdul se elige un pomposo banquete donde su majestad, harta de tanta presión, se esfuerza todo lo que puede por acabar el suplicio lo antes posible, pero en esa cena las miradas del súbdito y la soberana se cruzan, gesto que no pasa desapercibido para ella. A partir de ahí Victoria lo llama para su servicio personal y la cercanía y el intercambio de culturas comienzan a tejer su magia al estilo del hechizo de las sagas orientales… para fascinación de Victoria, aunque Abdul no revela al cien por ciento su verdad a la reina.

La relación en la vida real de Victoria con su Munshi fue “borrada” de los anales de la casa real y no fue hasta hace poco que se descubrió al mundo, en parte por los cuadernos de la propia soberana escritos en urdu.

Lo seductor de esta relación es la manera en la que él se acerca a su Majestad y en una manera inocente la va seduciendo, le contagia su fascinación por su cultura, sus tradiciones, su lengua: el Urdu y … el Corán.

Victoria se deslumbra porque ese hombre, un sirviente venido del confín de la tierra y del cual ella es soberana, no la ve como un monstruo de poder, sino como una mujer terriblemente abrumada y sola.

El sentido de mostrar la esencia de la amistad platónica entre un hombre joven y la reina en sus últimos años va reforzando los lazos sentimentales de la película para poner en perspectiva los planos en los que cada uno ve la vida y las extenuantes confrontaciones que representa “el deber real” hasta el grado de no encontrarle una justificación aparente y es ahí cuando la verdad sale del sitio menos esperado para dar la respuesta a Victoria, cuando ella cuestiona el porqué de sus obligaciones de soberana, Abdul le responde simplemente que está ahí para servir.

La relación entre ambos es mucho más allá de la simple empatía, es una complicidad, al grado tal que va a afrontar duras pruebas que la pondrán a prueba, (como sucede con las relaciones de cualquier par de amigos) y ante las cuales solamente aplicando el criterio y ejerciendo el perdón se puede triunfar y salir aún más fortalecido.

Escrito por Fabian Quezada Leon
https://cinemagavia.es/pelicula-critica-reina-victoria-y-abdul/
Cinemagavia
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25 de septiembre de 2017
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Judi Dench es una actriz espléndida y esta es una ocasión más para que a sus 82 años nos deslumbre. Una magnífica interpretación que es lo mejor de la historia.

Quiza el relato es demasiado naif y la relación entre la reina y el sirviente indio se queda en la superficie pero la película es un cuento amable y con una primera media hora muy divertida, llena de gags sin pretensiones pero que resulta entretenida y agradable para toda la familia.
Maria de las Mercedes
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22 de septiembre de 2017
11 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
El interesante aunque, en ocasiones, irregular realizador británico Stephen Frears está evolucionando notablemente con el paso del tiempo en su modo de entender el cine. Poco o nada queda de aquel cineasta que, a mediados de los ochenta, sorprendía por su originalidad y su visión artística arriesgada y transgresora. Títulos como “Mi hermosa lavandería”, “Ábrete de orejas” y “Sammy y Rosie se lo montan” dieron a conocer a un creador sin ataduras, dispuesto a desmenuzar la realidad que quería transmitir. Gustase o no, se mantenía fiel a un estilo personal y honesto. Lejos queda ya el director que encandiló sobremanera con la sobresaliente “Las amistades peligrosas”. La frescura de “Alta fidelidad” o el gancho de “Los timadores” pertenecen a otras décadas, casi a otra época, y en el presente milenio Frears se ha convertido en un artista más académico en las formas, más conservador en los planteamientos y mucho más moderado en los impulsos. Aunque trabajos como “La reina” o “Philomena” poseen atractivos y ofrecen grandes interpretaciones, parece haber perdido gran dosis de su instinto para plasmar de manera sugerente las tramas, los conflictos y la complejidad de los personajes. Tal vez sea como consecuencia de cumplir años, pero sus recreaciones resultan más convencionales y, por ello, su trayectoria se resiente.
La de “La reina Victoria y Abdul” es una hermosa historia, plena de preciosos paisajes, suntuosos decorados, música evocadora y guion bienintencionado. Ahí radica su principal mérito y, asimismo, su mayor demérito. La intensidad narrativa, la utilización del enfrentamiento, el dramatismo como expresión y la ironía ácida como arma cómica han dado paso a una recreación que reside sobre la comodidad del argumento y sobre unos personajes planos, del gusto de los académicos. Por lo tanto, cosechará algunos seguidores devotos, otros detractores acérrimos y una legión de espectadores indiferentes que reconocerán a partes iguales sus virtudes y sus defectos.
Gustará sin duda a los aficionados a los melodramas tradicionales, gracias a su ornamentación, vestuario, colorido y toque de bondad. Por el contrario, quienes consideran los rasgos anteriores como una edulcorada sobredosis de dulzura y moralina estarán mirando al reloj desde mitad de la proyección, anhelando su final. Cuestión de gustos. Al público que demanda más contenido y más mordiente en un largometraje, le resultará insulso y anodino. Sin embargo, los incondicionales de las adaptaciones impecablemente presentadas lo considerarán sensible y tierno. En cualquier caso, se trata de un proyecto agradable que contiene secuencias muy conmovedoras.
Lo mejor de “La reina Victoria y Abdul” tiene un nombre: Judi Dench. Esta extraordinaria actriz, ganadora de un Oscar por su actuación en “Shakespeare in Love“ y nominada en otras seis ocasiones (“Su Majestad Mrs. Brown”, “Chocolat”, “Iris”, “Mrs. Henderson presenta”, “Diario de un escándalo” y la ya citada “Philomena”) interpreta a la perfección su papel, aporta credibilidad al conjunto y lleva sobre sus hombros todo el peso de la película. Incluso aquellos que no aplaudan el film deberán rendirse a la evidencia de la capacidad artística de esta legendaria intérprete que, a sus ochenta y dos años, continúa dando lecciones magistrales y es capaz de eclipsar al resto del reparto.
Personalmente, me queda cierto regusto amargo ante la tendencia permanente de limitarse a embelesar con la majestuosidad de la realeza británica, sus palacios y sus rituales a la hora del té. Y, si bien la campaña publicitaria del film insiste en que está basado en un hecho real, cabe preguntarse si realmente los sucedidos ocurrieron tal y como se cuentan o se nos trasladan a través de una versión en exceso blanda y virtuosa.
www.cineenpantallagrande.blogspot.com
@gerardo_perez_s
gerardops
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