Clandestinos

El final derriba todo el conjunto, anulando en el espectador lo poco que hubiese podido construir.

Un buen ritmo, secuencias que mientras las ves, piensas que se encaminan hacia alguna parte, hasta que ya al final te das cuenta que aquello no tiene destino. Explicaciones innecesarias, con flashback incluido, que todavía te desorienta más... y la intervención de Juan Luis Galiardo, en un papel que de alguna manera ensució, el final de su digna carrera como actor.
Actores como el televisivo Pablo Puyol, haciendo de chapero, en algo que podríamos calificar como el cameo, dentro de un intento por salir a flote, sin que lo haya conseguido hasta hoy, tal vez al elegir mal sus trabajos.

En definitiva: una película parecida a un polvorín sin mecha, entretenida en su primera parte, y en la que parecía intuirse una mejor salida.

Un 5

Es difícil entender las razones por las que alguien se decide a dirigir una película como Clandestinos. En este caso es bastante obvio, y es que el director además es el guionista, así que estará completamente convencido de que eso que ha escrito merece ser visto en una pantalla grande. Pero, ¿y que pasa con el productor?. Quien en su sano juicio puede invertir su dinero en una película así. Si hasta Almodóvar hace taquillas discretas, ¿de verdad pensaban que podía recaudar algo de dinero con esta historia?
La historia, aunque parezca seria, es de risa. Un chaval se fuga del centro de menores en el que estaba internado en compañía de otros dos. Ante la imposibilidad de posibilidad de ponerse en contacto con un antiguo amante, miembro de ETA para más señas, decide él mismo llevar a cabo un atentado en el centro de Madrid para llamar su atención, lo que tendrá consecuencias negativas para el comando en el que participa su amante, quien, por cierto, parece pasar bastante del muchacho en cuestión. Este, a su vez, para conseguir dinero se acuesta con otro señor mayor, policía para más señas, que acabará siendo decisivo en su futuro. Esto es a grandes rasgos y sin entrar en detalles lo que cuenta la película. Si la mezcla de homosexualidad, terrorismo y hasta inmigración puede resultar extraña (que no imposible), el tratamiento que tiene en la película es sencillamente ridículo.
Ya desde el comienzo, con la fuga de los tres chavales del centro de menores, la cosa huele a rancio. Unas imágenes más propias del cine de pandilleros de hace treinta años hacen temer lo peor. En eso aparece Juan Luis Galiardo que parece que va a dignificar un poco todo el cutrerío al que apesta la película, pero no, la cosa sigue por mismo camino. De risa, por no decir algo peor, podrían calificarse las escenas en la que prueban la bomba con la que realizar en atentado, con esa impagable vecina aconsejándoles que hagan un curso de cocina. Todo ello para llegar a la escena cumbre, el atentado en plena Plaza de Colon de Madrid. De risa y cutre son palabras que ya he usado pero no se me ocurren otras.
El director pretende dignificar algo la historia cuando habla de los sentimientos del protagonista hacia su mentor, un veterano terrorista con el que vivió una apasionada historia de amor. Y aunque los flash-backs son lo menos malo de la película son más vulgares que poéticos.
El nivel de los actores es lamentable en el mejor de los casos, con nota especial para la pobre chica que llama a la policía cuando descubre que tiene un comando terrorista en su casa. Y supongo que se considerará actriz!!!
Al final la película se acaba (obviamente) y no acabo de entender el comportamiento de los personajes principales. Tampoco es que me importe.

Tuve que aprovechar un viaje a Málaga para poder ver la ópera prima del director del premiado corto "En malas compañías" ya que sólo se ha estrenado en contados cines y en algún festival de temática GLBT. Y a veces viene bien correr algunos riesgos en la elección de la película a ver porque te encuentras con sorpresas tan agradables como ésta.

El argumento de la película es arriesgado: Un adolescente vasco internado en un centro de menores por atacar a un Guardia Civil se escapa del centro de internamiento junto con un adolescente marroquí y otro mejicano, y se instala en un piso franco de Madrid. Allí intentará reunirse con un veterano miembro de ETA del que está enamorado, y al que intenta impresionar planeando por su cuenta un atentado en el centro de Madrid para que lo admitan en el comando.

Pero lo mejor no es el argumento en sí, sino los toques cómicos de una historia tan "seria". Cuando el cine cuenta historias con el tema de ETA de trasfondo siempre se han hecho dramones (ahí está la estupenda "Días contados"), pero nunca se había tratado desde un punto de vista más desenfadado como ahora. Y aunque he leído críticas demoledoras por este "atrevimiento", yo le encontré la gracia a ese punto de ironía en su crítica de los fanatismos (que es de lo que realmente trata la película, ver la frase promocional), y pude echarme unas risas muy sanas desde mi butaca de cine.

Quien pretenda ver en la película una apología del terrorismo o una burla hacia las víctimas, es bien porque no ha visto la película, o bien porque no tiene ni idea de cine, sensibilidad cinéfila, o algo tan simple como sentido del humor. Muchas veces las críticas más duras se pueden hacer desde la ironía, pero hace falta un plus de inteligencia para entenderla.

Yo me alegro por la polémica y el revuelo que está montando la extrema derecha a raíz de noticias infundadas de algún medio de comunicación (que seguro no ha visto la película), porque gracias a ello la película ganará espectadores y renombre sin pasar tan desapercibida.

Para ser sinceros, y como suele pasar en estos casos, no es para tanto. Os animo a verla.

Por supuesto vi la película con predisposición, prejuicio y estereotipo... y aun así no tengo ganas ni de criticarla por sus valores o intenciones; porque ni siquiera me quedan claros... dejo la predisposición y me voy a la valoración...

me parece una somera absurdez de peli, y al contrario de lo que opinan otros, tan solo me pudo hacer gracia cuando la peli absurda llego al final más absurdo todavía... de hecho hasta me sorprendió que le dieran semejante vuelco a cada personaje, casi hasta podían haberles cambiado los nombres y habría resultado más coherente.

Lo que me sorprende ahora mientras escribo, y me parece el recolmo de la absurdez, es el proyecto en si de gastar unos esfuerzos y una pasta en comercializar semejante idea absurda, que no hace sino poner en escena una serie de historias que de seguro alarman a simpatizantes tanto de los patriotas de españa, como de la euskal herria, como del salir del armario...

Le pongo una enorme vela negra a la peli, en su guión y en la moraleja colada de refilón (haz el amor y no la guerra) y sin embargo valoro los cajones para imprimir esfuerzos en hacer esta absurda sarta de cutreces...

El contexto es muy importante. Al leer las palabras que escriben en esta página para esta película: Drama. Terrorismo; no sentí nada en especial. Al terminar de verla y volver a leer no pude evitar partirme de risa. Después entré en lo que parecía la página web oficial de la peli y leo: Clandestinos, el fanatismo entra por donde menos te lo esperas. Jajaja, todavía me dan ataques, necesité cinco minutos de pausados ejercicios de respiración para reponerme de las convulsiones abdominales provocadas por un estado de risión (me gusta el 'palabro') enloquecido. Qué lagrimones, se ve que hoy tengo el día tonto, o me lo ha atontado la peli? Uhmmm, no le voy a quitar mérito.

Las palabras son desternillante, caricaturesca, casposa, cutre, rebelde, pobre, atrevida, pero sobre todo divertida, muy, muy divertida. Claro que hay que verla con predisposición y sin odio, me imagino los caretos de los amigos que valoran esta crítica desde el odio, sin entender la disparatada esencia de la cuestión, que no es otra que partirnos la polla, de nosotros mismos, de nuestras mierdas, de nuetra ignorancia, de todo un poco porque, prácicamente, se rie de todos un poco. Lo que sucede es que los medios son muy pobres, calculo que con unas 30 ó 40 mil de las antiguas pesetas la habrán facturado. Un par de tardes de sábado para rodar y listo. La ley del mínimo esfuerzo y sin un puto duro, pero con ganas de entretener y hacer reir. Debemos omitir todo intento de dramatización que surga de nuestra mente, pues no tiene razón de ser, ni lógica, ni lo pretende.