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Voto de Naroa Lopetegi:
8
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6.3
2,713
Drama
Illa de Arousa, 1971. María es una mujer que se gana la vida recogiendo marisco. También es conocida en la isla por ayudar a otras mujeres en el parto con especial dedicación y cuidado. Tras un suceso inesperado, se ve obligada a huir y emprende un peligroso viaje que le hará luchar por su supervivencia. En busca de su libertad, María decide cruzar la frontera por una de las rutas de contrabandistas entre Galicia y Portugal. (FILMAFFINITY) [+]
15 de octubre de 2023
6 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
ARGUMENTO
En la España de 1971, el aborto estaba no solo prohibido, sino severamente perseguido. Esa política pro-vida, que tantas muertes causó entre embarazadas que recurrían a prácticas tales como “el alambre de una percha”, va a afectar profundamente la vida de María, la gallega marisquera protagonista de esta película.
¿POR QUÉ LA ELEGÍ?
Hace apenas unos días que esta Jaione Camborda, cuya primera película no he visto, dio la sorpresa al ganar la Concha de Oro en el Zinemaldia de Donosti. Tenía gran curiosidad por comprobar si comulgaba con el premio y las buenas críticas, o si me apuntaba al bando de quienes dicen que la Concha de Oro ha perdido el valor que un día tuvo.
DESDE MI PUNTO DE VISTA
Desconozco qué criterios han de primar para la concesión de un galardón de semejante envergadura, y no creo que sea un gran problema, porque barrunto tengo que no me van a seleccionar para ningún jurado. De lo que sí puedo dar fe es de la importancia que, digan lo que ladren sus enemigos, tienen este tipo de reconocimientos. Y es que la Concha no solo convirtió ‘O corno’ en un must para mí, sino que me hizo encarar el visionado con una predisposición exigente, sí, pero también favorable. Y a los dos minutos de metraje, ya me estaba inclinando claramente en favor de Jaione.
La primera secuencia es poderosa de por sí, y además nos aclara qué es lo que vamos a encontrar durante los 103 minutos de película. Ahí está todo, narrativa y estilísticamente: apenas escuchamos palabras, pero el sonido es de alta intensidad; nuestro ojo, guiado por la cámara, lo mira todo en primerísimo primer plano, nos asomamos a los más concretos detalles, sin ningún rubor; reina la oscuridad, pero ello no es óbice para unas imágenes de impactante belleza; el argumento no nos da respiro, no hay el menor elemento desengrasante, y todo lo que sucede es de honda importancia vital, sin zarandajas… Todo está ya en la primera escena; quizá elevado a su máxima potencia, pero la directora no va a derribar una sola vez en el resto de la película ese listón que tan alto se ha puesto.
María, nuestra heroína, exhibe en ese arranque su faceta como partera, ayudando a una vecina a dar a luz en su casa, y a ser ella misma quien recoja al bebé cuando salga de sus entrañas. Pronto vamos a descubrir, sin que nos sorprenda, que María también es conocida en la comarca por su manejo del otro reverso de la actividad alumbradora. Su generosidad, sin embargo, se vuelve en su contra cuando una amiga le despierta de par de mañana diciéndole que tiene que marcharse del pueblo.
En la España de 1971, el aborto estaba no solo prohibido, sino severamente perseguido. Esa política pro-vida, que tantas muertes causó entre embarazadas que recurrían a prácticas tales como “el alambre de una percha”, va a afectar profundamente la vida de María, la gallega marisquera protagonista de esta película.
¿POR QUÉ LA ELEGÍ?
Hace apenas unos días que esta Jaione Camborda, cuya primera película no he visto, dio la sorpresa al ganar la Concha de Oro en el Zinemaldia de Donosti. Tenía gran curiosidad por comprobar si comulgaba con el premio y las buenas críticas, o si me apuntaba al bando de quienes dicen que la Concha de Oro ha perdido el valor que un día tuvo.
DESDE MI PUNTO DE VISTA
Desconozco qué criterios han de primar para la concesión de un galardón de semejante envergadura, y no creo que sea un gran problema, porque barrunto tengo que no me van a seleccionar para ningún jurado. De lo que sí puedo dar fe es de la importancia que, digan lo que ladren sus enemigos, tienen este tipo de reconocimientos. Y es que la Concha no solo convirtió ‘O corno’ en un must para mí, sino que me hizo encarar el visionado con una predisposición exigente, sí, pero también favorable. Y a los dos minutos de metraje, ya me estaba inclinando claramente en favor de Jaione.
La primera secuencia es poderosa de por sí, y además nos aclara qué es lo que vamos a encontrar durante los 103 minutos de película. Ahí está todo, narrativa y estilísticamente: apenas escuchamos palabras, pero el sonido es de alta intensidad; nuestro ojo, guiado por la cámara, lo mira todo en primerísimo primer plano, nos asomamos a los más concretos detalles, sin ningún rubor; reina la oscuridad, pero ello no es óbice para unas imágenes de impactante belleza; el argumento no nos da respiro, no hay el menor elemento desengrasante, y todo lo que sucede es de honda importancia vital, sin zarandajas… Todo está ya en la primera escena; quizá elevado a su máxima potencia, pero la directora no va a derribar una sola vez en el resto de la película ese listón que tan alto se ha puesto.
María, nuestra heroína, exhibe en ese arranque su faceta como partera, ayudando a una vecina a dar a luz en su casa, y a ser ella misma quien recoja al bebé cuando salga de sus entrañas. Pronto vamos a descubrir, sin que nos sorprenda, que María también es conocida en la comarca por su manejo del otro reverso de la actividad alumbradora. Su generosidad, sin embargo, se vuelve en su contra cuando una amiga le despierta de par de mañana diciéndole que tiene que marcharse del pueblo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Emprendemos entonces con ella una road movie totalmente alejada del encanto viajero propio del género. Llegamos a Portugal, a bordo de prácticas que nos suenan tremendamente vigentes, aunque hayan pasado más de 50 años, y aunque ahora abunden los cierra-puertas en este país que tanto emigrante repartió por el mundo. Será allí, mientras curra por 30 escudos al día y duerme en la casa de una mamá prostituta (la ONG ‘mujeres sin fronteras’ es la indudable co-protagonista de la película, desde luego), cuando el guión vital de María experimente un nuevo giro, cruel hasta la náusea habida cuenta de sus circunstancias. La más mínima empatía con ella nos revuelve el estómago cuando la vemos, nuevamente, buscando las semillas anti-baby que dan título a la obra. Y, por ello, nos conmueve el alma verla sonreír cuando observa a los terneros nadar desaforados siguiendo a sus mamás vaca. En ese momento, pensaba que iban a emerger los títulos de crédito, y me habría parecido un final absolutamente redondo, sin necesidad de que una última escena de cierre circular nos confirme lo que ya habíamos entendido.
Pese a esa discrepancia, seguramente osada hasta el extremo por mi parte, no puedo por menos que postrarme ante la magnífica película de Jaione. Le compro cada una de sus apuestas, sobre todo la de dotar a su obra de una extraordinaria potencia sensorial. Y lo dice alguien que no es nada fan de las películas muy físicas, alguien que suele cerrar los ojos cuando anticipa un estallido de violencia, o una toma de explícitas vísceras, gónadas o mucosas. Esta vez, y sin que sirva de precedente, me resultan no solo necesarios, sino confortables, los gritos guturales de la parturienta, el llanto visceral del recién nacido, su descubrimiento del sanador poder de la teta, el polvo liberador con el mago, el pánico acuático de María tras ser arrojada de la patera setentera… Cada una de esas secuencias, en otras películas, me habrían perturbado; pero aquí me las como una tras otra, y me encajan a la perfección.
Seré fiel a esta directora en el fin de semana de estreno de su próxima película, porque más allá de haber disfrutado de su ‘O corno’, he encontrado una cineasta que me llega, y que me ha convencido tanto en su faceta escritura como en la realizadora. En el primer ámbito, me ha enganchado la trama, sin la menor desconexión pese a lo poco conversadores que son los personajes. Además, he encontrado muy bien resueltos algunos aspectos, como el de la pugna que ha de sentir María entre su dolor por la tragedia de Luisa y la adrenalina por salir pitando. En un plano más concreto, además de la citada escena de las vacas cruzando el río, recuerdo otras brillantes páginas del libreto, como ésa en la que el río se erige en frontera mucho más que física, y Avelina pronuncia la sentencia de que “aquello ya no existe, ahora tu realidad está aquí”. En la segunda faceta, en la de trasladar a imágenes la fuerza dramática de su historia, también creo que la directora obtiene muy buena nota, siendo capaz de que sus cerradísimos planos nos interpelen. En ese sentido, destacaría claramente las elocuentes miradas de Luisa, considero también brillantemente resuelto el pasaje en que María escucha la noticia que le cambia la vida, me acelero con el bailoteo seductor de María en la noche de San Juan… Mención especial merece la fotografía, que brilla con luz propia en una película tan oscura.
Todo rema, en fin, para que tenga la sensación de que, si hubiera formado parte del jurado donostiarra, me habría apuntado al caballo ganador.
https://alliayeraquiahora.wordpress.com/2023/10/15/critica-de-cine-o-corno/
Pese a esa discrepancia, seguramente osada hasta el extremo por mi parte, no puedo por menos que postrarme ante la magnífica película de Jaione. Le compro cada una de sus apuestas, sobre todo la de dotar a su obra de una extraordinaria potencia sensorial. Y lo dice alguien que no es nada fan de las películas muy físicas, alguien que suele cerrar los ojos cuando anticipa un estallido de violencia, o una toma de explícitas vísceras, gónadas o mucosas. Esta vez, y sin que sirva de precedente, me resultan no solo necesarios, sino confortables, los gritos guturales de la parturienta, el llanto visceral del recién nacido, su descubrimiento del sanador poder de la teta, el polvo liberador con el mago, el pánico acuático de María tras ser arrojada de la patera setentera… Cada una de esas secuencias, en otras películas, me habrían perturbado; pero aquí me las como una tras otra, y me encajan a la perfección.
Seré fiel a esta directora en el fin de semana de estreno de su próxima película, porque más allá de haber disfrutado de su ‘O corno’, he encontrado una cineasta que me llega, y que me ha convencido tanto en su faceta escritura como en la realizadora. En el primer ámbito, me ha enganchado la trama, sin la menor desconexión pese a lo poco conversadores que son los personajes. Además, he encontrado muy bien resueltos algunos aspectos, como el de la pugna que ha de sentir María entre su dolor por la tragedia de Luisa y la adrenalina por salir pitando. En un plano más concreto, además de la citada escena de las vacas cruzando el río, recuerdo otras brillantes páginas del libreto, como ésa en la que el río se erige en frontera mucho más que física, y Avelina pronuncia la sentencia de que “aquello ya no existe, ahora tu realidad está aquí”. En la segunda faceta, en la de trasladar a imágenes la fuerza dramática de su historia, también creo que la directora obtiene muy buena nota, siendo capaz de que sus cerradísimos planos nos interpelen. En ese sentido, destacaría claramente las elocuentes miradas de Luisa, considero también brillantemente resuelto el pasaje en que María escucha la noticia que le cambia la vida, me acelero con el bailoteo seductor de María en la noche de San Juan… Mención especial merece la fotografía, que brilla con luz propia en una película tan oscura.
Todo rema, en fin, para que tenga la sensación de que, si hubiera formado parte del jurado donostiarra, me habría apuntado al caballo ganador.
https://alliayeraquiahora.wordpress.com/2023/10/15/critica-de-cine-o-corno/