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Argentina Argentina · Buenos Aires
Voto de Juan Rúas:
7
Comedia. Drama. Romance Cansado de fingir ser un modélico y convencional padre de familia, Steven Russell decide que su vida deje de ser una farsa y le cuenta la verdad a su mujer Debbie (Leslie Mann): es homosexual y lo sabe desde niño. Se entrega entonces a una vida disipada, pero, para poder cubrir sus gastos, comete una serie de fraudes que lo llevan a la cárcel. Allí mantiene una relación amorosa con su compañero de celda, Phillip Morris (Ewan McGregor). ... [+]
3 de septiembre de 2010
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Curiosa película Phillip Morris, porque a pesar de elegir, quizás innecesariamente, el camino del thriller con "doble faz" y ciertos clichés emocionales ha sabido construir con verdadero talento un perfil humano complejo, contradictorio. Jim Carrey encuentra aquí, sumada a su nueva condición sexual, los roles que ha desarrollado en otras pelis. A saber...

. Hace de su vida una falacia, como en el mundo de Andy, como en cierta medida le sucedía en Mentiroso compulsivo, como también aparecía esa falsa identidad en La máscara, o en la soledad que sufría en The cable guy. Pero en Phillip Morris, Steven hace de sus ilusiones un método de escape frente su peor condición, esa no del todo asumida: el ser adoptado. El ser un falso hijo le transforma, quizás por despecho, en un eterno falso hombre. Un hombre ilusorio que ve de pronto en su condición sexual su única faceta verdadera, y por eso lo canta a viva voz, mientras que todo lo demás lo va construyendo en cierta medida sabiendo que, en última instancia, deberá seguir y seguir escapando de esa ley que lo rechazó desde un comienzo. Llámese ley materna, llámese ley del mundo civilizado.

Los directores sorprenden, saben mezclar diversos estilos. Saben, por encima de todo, engañar en el buen sentido. La escena de la falsa primera persona entrando a la cárcel y luego Carrey apareciendo desde otro plano, o "la falsa muerte": ese desplazamiento de la cámara que distrae al espectador es verdaderamente notable. Los tonos fluctúan entre la sátira decadente y el humor corrosivo per sé, con un ritmo apreciable que logra que la peli no decaiga.

Pero, ay, dudo que todos esos engranajes de falsas verdades superpuestas sean lo que realmente esta peli exigía. Lo sorpresivo es importante, no lo dudo, pero de ninguna manera puede ser la columna vertical de una trama que se centraba, como al comienzo, en el desarrollo de un carácter. La metáfora de ese ser sin identidad se comprende, lo que no se comprende es que quede relegada en un segundo plano en pro de efectismos narrativos.
Juan Rúas
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