En este extraño thriller con detalles de humor negro, de difícil clasificación, el laureado Christoph Waltz encarna a un misterioso ejecutivo que se hace cargo de una compañía dedicada al desarrollo de software, la cual se encuentra en apuros económicos. Críticas sociales con respecto a la ambición desmedida por el dinero y los ascensos y promociones aparecen aquí y allá, aunque siempre en tono jocoso o delirante. Ciertos elementos sobrenaturales, más bien insinuados que expuestos de forma explícita, permean el metraje.

Si bien es cierto que la narrativa es ágil, y que el hecho de que los 8 capítulos tengan poco más de 30 minutos de duración cada uno ayuda a que la serie pueda ser vista de un tirón, el producto no llega verdaderamente a levantar vuelo.

La curiosidad inicial despertada por las excentricidades del oscuro personaje jamás es realmente satisfecha, y con el devenir de la historia el interés va decayendo, aunque también es cierto que en momento alguno el guión llega a hacerse soso o aburrido. En definitiva, los elementos aparentemente sobrenaturales acaban careciendo de propósito, y la serie parece navegar sin rumbo definido. Al final, ¿adónde se pretende llegar con todo esto? Es difícil de saber.

Muchas cosas quedan en el aire, y es imposible discernir por qué el personaje central parece ejercer oscuros poderes en algunas circunstancias, y en otras no. Además, la manera en la que convence al propietario anterior de cederle el control de la compañía es extremadamente confusa y poco creíble, y bordea el ridículo.

Aún así, y con todo esto, en alguna medida el relato entretiene, y la interpretación de Waltz, que es el punto alto de la serie, es más que adecuada.

En definitiva, un producto apto para aquellas jornadas en las cuales nos quedamos sin otras opciones más atractivas para echarles el ojo.