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La madre muerta

Drama Ismael (Karra Elejalde) ha cometido varios asesinatos, pero sólo uno de ellos, por sus consecuencias, continúa obsesionándole. La hija de una de sus víctimas (Ana Álvarez), una niña de corta edad que presenció el crimen, quedó tan impresionada que perdió la razón. Veinte años más tarde, Ismael la secuestra para determinar si ella lo reconoce o no como el asesino de su madre. (FILMAFFINITY)
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Críticas 26
Críticas ordenadas por utilidad
19 de diciembre de 2015
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
A veces, hasta los seres más abyectos son capaces de sentir ternura. La inocencia de Caperucita desarma al lobo feroz más cruel (Karra Elejalde) en una historia original y sin concesiones a la sensiblería. Una cinta de suspense con un ligero toque de humor negro que nos muestra lo mejor de Juanma Bajo Ulloa antes de ese giro a los infiernos de lo chabacano, iniciado con "Airbag", en un camino que nos ha llevado a la horrible "Rey gitano". Vuelve Juanma, te echamos de menos.

Aquí la magnífica interpretación de Karra y la delicadeza de Ana Álvarez nos trasladan a situaciones por momentos absurdas, por momentos ridículas en un dibujo de personajes con matices. Esto es un cuento para adultos, en el que el malo, a veces, también es bueno, como desgraciadamente pasa en mundo real.

No quiero dejar de mencionar la memorable banda sonora de Bingen Mendizabal. Lástima que el cine español no prodigue más estos recursos tan esenciales para una buena película, como es esta. No es perfecta, le sobran algunas escenas de pis y caca (¿me explican lo que significa el cambio del pañal del bebé en el tren?), el abuso de la lluvia a chorros, las pistolas en vitrinas listas para desalmados que pasen por ahí... Aun así, con sus imperfecciones, la película consigue introducirnos en una historia improbable, pero no imposible. Vuelve, Juanma, vuelve.
Babayaga
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20 de enero de 2024
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otra oportunidad desperdiciada del cine español, y otra vez es el mismo drama que se repite dentro del cine español. Buen planteamiento, buen desarrollo hasta tres cuartos del metraje, buena música, actuaciones correctas que podrían ser más convincentes aunque brilla Ana Álvarez haciendo de una especie de autista.

Una trama extraña pero con momentos llenos de brillantes chispazos de verdad humana, a veces mal explicada o sin profundizar, que se queda en eso.

Karra Elejalde es un asesino que tras asesinar a una mujer en presencia de su hija la deja en un estado mental extraño casi de autismo, entonces va años después (¿años después?) a una especie de sanatorio para secuestrarla para ver si lo reconoce pedir una recompensa, y después fallido este plan para matarla. Además vive con una novia completamente servil en un ambiente medio okupa. (La mentalidad servil de su novia que se da cuenta de todo es un estudio psicológico desaprovechado).

Sin embargo, empieza a sentir cosas por la chica (a la que ha destrozado la vida) y empieza a dudar en matarla.
El director no consigue crear ni un ambiente tenebrista del todo acorde con la historia, ni tampoco una narrativa comercial. Y aunque uno se siente cómodo con la historia y al principio tiene sentido, poco a poco va dando círculos y desvariando y esperas que haya un gran final que le dé mayor sentido.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Alfonso Marlowe
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30 de marzo de 2015
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta peli la hace Tarantino y hubiese sido un exitazo mundial. Desafortunadament, las producciones españolas no cuentan con tanta cobertura.

Choca bastante ver a Karra Elejalde hecho un chicarrón del norte, y en un papel tan agresivo, pero he de decir que tanto él como Lio, lo bordan. De Ana Álvarez, no sabría qué decir, salvo que la prefiero en papeles de chica mona, y que le reconozco el esfuerzo. Silvia Marsó, la azafata del '1, 2, 3', no aporta nada.

Me parece una historia muy original, aunque poco creible, pero no por ello menos interesante. Con algunos retoques de guión, hubiese quedado un peliculón.
echulin
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19 de diciembre de 2015
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La madre muerta es una joya del cine español, con dos interpretaciones maravillosas, y un inicio brutal (que te mantendrá hasta le final te maraville o no el resto de la película).
Antes del final pierde magia y es aquí donde para mi gusto falla o mejor dicho no explota y se convierte en una obra maestra, por que lo tiene todo pero le falla algo, lastima.
Es cierto que la escena final es muy buena pero los últimos 15-20 minutos podrían haber sido la mecha que hiciera explotar esta pequeña gran joya en algo inolvidable en conjunto y no solamente las interpretaciones de Karra y Ana.

Aun así muy buena película, con algunas escenas sublimes, si eres de los que te falta la mecha para que explote te quedaras con ganas de más, con la sensación que falta o falla algo y si la ves sublime en conjunto, disfrutaras durante toda la película.
Athletic74
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5 de noviembre de 2020
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Carlos, o mejor dicho, Ismael López de Matauko (Karra Elejalde), es una bomba de relojería infalible para su detonación a la que el filme de Juanma Bajo Ulloa procura automatizar con la pieza faltante: Leire (Ana Álvarez), una joven discapacitada que vio morir a su propia madre a manos del mismo, y a la que secuestra por miedo. Con reminiscencias del cine nacional underground, esta película pertenece a la nueva ola de cine vasco en la que se aprecia el carácter identitario de Euskal Herria: desarrollado y realizado por vascongados en territorio vasco o que trate temas relativos a su cultura. Desde un punto de vista cinematográfico, La madre muerta no se diferencia de producciones del resto de la región, ni si quiera tiene similitudes estilísticas con sus compañeras de corriente ya que nunca ha habido pautas para el Euskal Zinema, simplemente directores independientes que conforman unos rasgos de identidad, desde un foco sociológico, y también necesario para la perpetuación de una cultura e idioma en declive desde el posfranquismo.

Juanma Bajo Ulloa solo necesita unos minutos para presentarnos unos personajes de los que lo único que importa es su construcción psicológica. No necesitamos ni explicaciones, ni presunciones, ni siquiera razones, ya que el director no nos va a permitir desentrañarlos al completo. Ismael es un maníaco, y Leire una persona con problemas mentales, introducidos de forma simultánea con un flashback en la que se da al espectador los dos elementos que necesita el filme. A partir de aquí, la conexión más allá de la trama argumental apela a los sentimientos y a la carencia de afecto, amistad o amor que convierte a una persona en monstruo o, simplemente, en un cascarón vacío, como son Ismael y Leire respectivamente. Desde ese relativismo, Bajo Ulloa engrasa este thriller para que avancen sus dos manecillas hasta la gran explosión de vana soledad que enloquece a su dúo de protagonistas.

De hecho, Bajo Ulloa concibe a Ismael como un villano totalmente deshabilitado de humanidad, como una concepción del Joker de Bill Finger, Bob Kane y Jerry Robinson por Vitoria en lugar de Gotham. Este hecho hace que no tengamos si quiera que preguntarnos el por qué de muchas de sus acciones, ya que la irracionalidad está tan atada al amor como a la locura, dos estados que mezcla Ismael en un cóctel de crueldad y que comparte con su pareja, Maite (Lio), personaje auxiliar arrastrado por la necesidad de amor hacia Ismael y responsable de provocar los conflictos que permiten a la película avanzar. El símil del lobo seduciendo a Caperucita Roja es obvio; Ismael, el primero, solo transmite crueldad y vileza, enmascarándose para seducir a Leire, mientras que la segunda solo es capaz de mostrar inocencia y pureza, rasgos antónimos de los que nace una atracción casi imperiosa por el punto común, la falta de amor a la que me refería antes.

El director gasteiztarra apuesta por convertirse en un justiciero poético, retroalimentándose de un drama afectivo y de los sentimientos para determinar el destino, el desenlace de Ismael y Leire. Pero eso no es un limitador para enseñarnos lo más bajo e inmundo del ser humano, la perversión en estado puro que recrea a través de su protagonista, una escenografía claustrofóbica y una excelente fotografía harapienta y oscura de Javier Aguirresarobe, que, junto una excelente banda sonora orquestada por Juan de Udaeta de una belleza siniestra que eriza el vello. Es ahí, y solo ahí, donde la película encuentra similitud en la nueva ola de cine vasco, en el tono sórdido que adquiere y comparte con películas como El día de la bestia (Alex de la Iglesia, 1995) o Salto al vacío (Daniel Calparsoro, 1995). Pero es en el fragor de la lluvia donde Bajo Ulloa eleva a la máxima el tema de su creación, referenciando a la también oscura Blade Runner (Ridley Scott, 1982) con esa secuencia final en la que sustituye el cielo de Los Ángeles por el de su amado País Vasco que empañan los primeros primerísimos planos de dos actores en estado de gracia.

Y es que sin Elejalde y Álvarez, La madre muerta no sería la misma. En dos papeles muy laboriosos, ambos desbordan todo lo que el guion de los hermanos Ulloa demanda. El primero, con una agresividad exaltada pero que no coarta a su personaje de mostrar una psicopatía más insidiosa y sugerente que mezcla el infantilismo con el instinto más animal. La segunda sabe mirar directamente a la cámara, a Ismael y a nosotros, con la mirada perdida pero capaz de colarse en nuestro corazón, cultivando la delicada flor del afecto y, sobretodo, de la protección más paternal en nosotros, en el espectador, y que el director explota con la contraposición de primeros planos. Es una verdadera lástima que estos dos actores no tengan el reconocimiento que merecen, aunque solo fuera por este papel, especialmente el primero, empapado en la nueva ola de cine vasco.

Es La madre muerta la manera con la que Bajo Ulloa habla desde el alma, y nos empuja a amar y dejarnos amar, ya que cuando una persona no tiene amor en su vida deja de ser persona. (7.5).
Tiggy
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