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Queridísimos verdugos

Documental De la mano de los tres verdugos -"ejecutores de setencias"- existentes en la España de los primeros años setenta, se explora una zona particulamente oscura de la Dictadura. Más allá del alegato contra la pena capital, la película indaga en la historia personal de los tres protagonistas y sus maneras de entender el oficio que desempeñan, de los ajusticiados por ellos en el garrote vil y de sus virtudes, de los crímenes que se castigan, ... [+]
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Críticas 19
Críticas ordenadas por utilidad
22 de marzo de 2022
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Espeluznante, necesario y estupendo documento el de Basilio Martín Patino sobre los testimonios y andanzas de tres de los últimos verdugos, "catedráticos" del garrote vil, de la historia de España. La película se rodó, camuflando la verdad en el entorno de un supuesto reportaje sobre oficios antiguos, en el año 1970; aunque no llegó a estrenarse hasta el 1977, tras la muerte de Franco.

Bernardo Sánchez Bascuñana (Carrión de los Céspedes-Sevilla), el más veterano del trío, ex Guardia Civil, del bando sublevado, que utilizaba unas herramientas, para desempeñar su trabajo, de mediados del siglo XIX; y que para poner en valor su tardía vocación, que le llevó a pedir ingreso en la orden de los franciscanos, despidió a 19 reos, mientras retorcía sus cogotes diciéndoles: "Dichoso tú que atraviesas el umbral de la eternidad quién estuviera en tu lugar"

Antonio López Sierra (Badajoz), alias El Corujo, alumno aventajado del maestro Bernardo, ex presidiario (por el robo de una gasolinera), conocía a dos de los que "hizo la corbata"; a uno incluso llegó a estrecharle la mano, según sus palabras, antes de darle "matarile". También fue voluntario de la División Azul, tuvo 13 hijos y, por su condición de alcohólico impenitente, debía ser un chapucero de armas tomar, que sometía a sus víctimas a largas torturas innecesarias.
Tuvo el dudoso honor de dar pasaporte a los más mediáticos, comenzando con "Monchito", por el que cobró 60 pesetas del 1952; siguieron: "El asesino de las quinielas", "La envenenadora de Valencia", Jose María Jarabo, Joaquín Delgado Martínez (militante antifranquista)..., para terminar, el 2 de Marzo de 1974, con los 26 años de vida de Salvador Puig Antich (militante anarquista sometido a un Consejo de Guerra), cuatro años después de sus revelaciones en el documental del cineasta salmantino..

Vicente López Copete (Badajoz), amigo de correrías de El Corujo, con el que compartió ferias, estafas, contrabando y estraperlo; y al que requirió para que le ayudara en algunos "servicios". Era el titular de Barcelona, por lo que le hubiera correspondido despachar a Salvador, pero por aquellas fechas fue condenado por estupro y expulsado del cuerpo de "garroteros".

Con estos cronistas ¿qué podía salir mal? La autenticidad bullía en las cámaras y registros de sonido. Martín Patino debió alucinar con el material que tenía entre manos y seguro que pensó más de dos veces si sería conveniente darlo a conocer, u ocultarlo por dolorosa vergüenza. La España que se nos descubre es la misma que Goya había pintado 150 años antes. Los mismos caciques, los mismos tontos, los mismos argumentos, las mismas conclusiones...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Sinhué
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20 de julio de 2017
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hacía mucho que iba detrás de este documental, realmente complicado de acceder pese a su incalculable valor. Así es este país. Afortunadamente hace unos meses está en Youtube. Queridísimos Verdugos es "spanish gothic" agudo, relato y testimonio de los tres últimos verdugos a cargo del infame garrote vil. Incluído el que le daría el golpe de tuerca a la víctima final: Salvador Puig Antich. El docu transcurre en continuas arenas movedizas, durante su rodaje el caudillo aún daba la murga por los campos de Castilla, con lo que la denuncia en ocasiones parece ambigua. Al menos hasta que brotan los testimonios más espantosos, tanto a cargo de estos tres pobres diablos hechizados por la miseria, prácticamente analfabetos y, con todo, la pura esencia del mal, que a golpe de vinos glosan sus hazañas, como de otros testigos mucho más formados que se encuentran con la tortura y la muerte en toda su potencia. Es increíble descubrir como vivencias límite pueden impactar de forma tan dispar al ser humano. Queridísimos Verdugos no escatima en detalle o cortapisa, es un testimonio indispensable, que eleva la "España profunda" a cotas de crimen de Estado.
Kris
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12 de enero de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hasta las ratas lloraban. Toros, flamenco y garrote. Comer mucha carne, beber mucho vino y a tomar todo por saco. Administrador de justicia. Ejecutor de sentencias.
No lo tienen muy claro, es una vorágine sin centro ni propósito, a retazos o trozos, fragmentos, es retranca, sordidez y espanto, deprimente espectáculo, chanza y misa negra, barroco siniestro, es picaresca y miseria, pobre gente que mata pobre gente, es la escoria de la sociedad que se escurre por el sumidero de la intrahistoria, la mierda del poder, toda la excrecencia que se adhiere al suelo que pisamos cada día y que apesta a derrota, fracaso y abandono, esperpento y tragedia.
Se dispersa, es caótica y aleatoria, arbitraria y bamboleante, no tiene punto de vista, es vaga y dejada, fácil en ese sentido, en el de dejarse llevar sin estructura apenas, a lo que salga, a la buena de dios, no sabe si reírse de ellos, de los matarifes, o si compadecerlos, no apuesta ni por el testimonio de los abogados, médicos y demás patulea oficial ni por los familiares de los desgraciados ajusticiados ni por los verdugos del todo ni decide muy claramente si hablar de este muerto o más bien de aquel otro, no hay a este respecto el más mínimo criterio, de esa ejecución penosa o de cualquier otra, si señalar con el dedo acusador a las instituciones y los gerifaltes o centrarse más en cambio en los ejecutores, si hacer un repaso histórico o mirar más en el presente, si ser un ensayo, una comedia negra, un drama de personajes estrafalarios fieros, un poema satánico lunático, crónica truculenta de sucesos escabrosos o un estudio concienzudo o más ligero sobre la muerte o tal vez una defensa a ultranza de la vida, duda, da bandazos, no tiene orden ni concierto, no es ni piadosa ni crítica, no es ni muy seria ni tampoco demasiado sarcástica o paródica, no sabe bien si reír o llorar, es un poco casi de todo a la vez, a ratos, contrahecha, a media vista, de lado, oblicua, torcida, esquinadamente, es desagradable por tanto, fría, informe, infame, especialmente pavorosa por su contenido y aun más si cabe, la guinda del pastel, por su chapucera forma, igual que la utilización de la música, mucho choteo malvado a veces, como chusco contraste o sangrante contrapunto, y de los recortes de los periódicos y las fotos y los datos que se manejan siempre cortantes y yuxtapuetsos, montados a horcajadas unos sobre otros, delirantes o ausentes, aberrantes, inapropiados y vomitados o susurrantes, absurdos y onomatopéyicos con esa voz en off que va y viene, e inteligente al no mojarse, al mostrar el panorama a contrapelo, descoyuntado.
Y aun así interesa, aterra, desguaza el alma, hace pupa, polvo. Pese a estar tan desfigurada, despanzurrada, depauperada, desasida, descarriada.
Lo que decía Paco Isbert, al fin y al cabo un oficio como otro cualquiera, te pongas como te pongas, hermoso mío, te remuevas o revuelvas en/sobre la silla o no, te vas a tener que morir, para eso estamos. Ese es, lo que comenta el de mayor salero, el más puro narrador, cuando el lenguaje era más libre al no haber llegado a él con tanta fuerza todavía el control del poder, cuando la gente, hasta los analfabetos, hablaban con mayor libertad, gracejo, sentido, originalidad e incluso finura que el individuo instruido medio de hoy día que se limita a repetir ciegamente, con la fe del carbonero, lo que oye en la tele, lo que lee a cualquier famoso majadero de twitter o escucha en youtube a tanto lumbrera, loros programados, máquinas impersonales de repetición, sin alma, autómatas; el otro, su compañero, es más seco y parco, parece que más metódico y correcto, certero, el tercero en discordia, el decano, es el más ridículo, poeta tenía que ser, el más moralista e hipócrita.
Todos dan miedo/pena. Y les saca, apunta a mirada con muy mala baba, todo el rato comiendo y bebiendo, como los personajes de Fargo, banalmente siendo. Orgullosos de ser/hacer lo que no se atreven todos los demás, el trabajo sucio, lo que nadie quiere, lo que da tanto miedo, aprensión o respeto, asco, de ser indispensables y valiosos, el último tornillo del sistema, el eslabón definitivo de la cadena, orgullosos del instrumento que manejan con, muy supuestamente, tanto garbo y eficacia. Orgullosos de cumplir el expediente, de ser profesionales. No se esconden ni agachan la cabeza, ni se avergüenzan o arrepienten, no tienen escrúpulos morales, ese lujo asiático, ni tampoco, dios los tenga en su gloria por ello, nos dan la vara con teorías peregrinas al respecto de su sanguinaria y terrorífica labor, no pontifican ni se excusan, no se justifican o nos dan la monserga, no lloran ni se quejan, no se victimizan como colectivo tan reducido, para qué, piensan, más bien justo lo contrario, lógicamente. Pero claro, por otro lado se da a entender que no siempre es tan ansí, que en ocasiones los muertos no se mueren del todo hasta un buen rato después, con lo que esa agonía abominable supone. O que las víctimas propiciatorias dan mucha pena si son mujeres jóvenes o también pobres chavales tardos y virginales, o que no aceptan su destino de tan buenas maneras los asesinos, se resisten gato panza arriba y montan, por eso, la de dios es cristo, alaridos inhumanos, carreras desesperadas a última hora, lloros, súplicas, ruegos, lamentos, imprecaciones..., toda la lista o gama, un largo etcétera. En fin, un horror, el horror. Muerte sobre muerte.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ferdydurke
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2 de diciembre de 2006
7 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un alegato que no termina de cuajar. Quizá por el momento histórico en el que fue concebida, o bien por la inquietud de invitar a la reflexión, 'Queridísimos verdugos' se queda a medio camino entre la crítica y la apología de la pena de muerte. Sin embargo, la fuerza de las muy diferentes intervenciones y su precisa contextualización la convierten en un valioso documento de enorme interés histórico, educativo y cinematográfico. Las palomas que revolotean al final del filme sobre las cabezas de los verdugos constituyen un punto y final elocuente y esperanzador.
Dravot
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7 de abril de 2015
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Además de rechazar la pena de muerte el documental de Martín Patino invita a conocer y juzgar a tres seres humanos que compartieron el siniestro trabajo de ser los ejecutores tal sentencia, lo peor a lo que ha podido llegar la justicia. Teniendo en cuenta los medios con los que se contaron para su realización no es extraño el pésimo sonido del documental, aunque bien es cierto que si en muchos momentos uno no se entera de lo que dicen los tres protagonistas es a causa de sus particularidades. Tampoco me extraña que alguno los sitúe sólo un pasito por delante de la alfabetización, verdaderos ejemplos de personas que sólo pueden ubicarse en el sustrato bajo de la sociedad, seres humanos muy limitados a los que el hambre y la miseria les empujó a trabajar en lo que trabajaron.

¿Hay que maldecirlos por ser verdugos? Yo no digo que no, para vivir hay que comer y para comer hace falta dinero, pero no atisbar ni un pequeño rastro de arrepentimiento me ha parecido terrible. Tal cual suena, en una tasca española, entre toneles de vino, con pinturas de cabezas de toros, nuestros queridísimos verdugos fuman y beben mientras charlan sobre las cosas de su trabajo. A mí me parece terrible. Es evidente que Fraga y otros tantos más en su momento, el dictador fascista Franco el primero, eran los que dictaban sentencia, pero este documental nos ofrece la cara, los ojos y las manos de quienes daban muerte. Alguno sale bailando en un tablao, pasean por la Alhambra, no se les entiende una de cada tres palabras y el documental avanza sin querer en una reiteración tal vez excesiva.

Los contrapuntos de la voz en off y las palabras (esta vez sí entendibles) de algunos testimonios aportan riqueza al documental, suerte de eso. De manera que lo que queda es tristeza porque fueron años malos, muy malos para todos, para los que estaban y para los que se iban. Esas palomas que aparecen al final me ha parecido un gesto de esperanza dignísimo.
Luisito
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