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El fotógrafo del pánico

Terror. Thriller Böhm interpreta a psicópata que fotografía a sus víctimas mientras mueren; es un hombre profundamente perturbado, cuyo desequilibrio hunde sus raíces en la infancia. Su padre, un científico obsesionado por estudiar las reacciones infantiles ante el miedo, destrozó su psique y lo convirtió en un adulto acomplejado y afectado por una demencia demoníaca. El personaje necesita registrar en imágenes el terror que sienten sus víctimas antes ... [+]
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Críticas 52
Críticas ordenadas por utilidad
26 de enero de 2020
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Soberbio proto-slasher dramático sobre la autoconsciencia de los trastornos propios, el morbo del voyerismo y la necesidad enfermiza de la documentación continua y absoluta. Se trata de una película cuyos temas posiblemente sean más relevantes que nunca, ahora que la intimidad está prácticamente condenada a muerte y las enfermedades y perturbaciones mentales son el pan de cada día.
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RdelHM
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2 de junio de 2021
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Puestos a imaginar, uno puede espiar por la cabina de proyección de cierto cine londinense donde se estrenaba, un día de abril de 1960, "El fotógrafo del pánico". Desde esta privilegiada posición, a modo de panóptico foucaultiano, descubrimos a lo largo del patio de butacas un bosque de cabezas, las miradas ocultas, caras vueltas a nuestro deseo de vislumbrar la expresión de esos rostros, mientras en la pantalla se desarrolla la primera de las escenas del film...
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Cautivo del mal
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8 de junio de 2023
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Última obra relevante dentro de la filmografía de Michael Powell. Desconocía a este director por completo hasta que, un día como cualquier otro, llegó a mis ojos esta película, que a priori, parecía un slasher más pero... algo me llamó la atención. La pospuse durante fechas y fechas, hasta que ha llegado el momento de visionar uno de, en mi opinión, los mejores slashers que se han hecho en la industria del cine.

El fotógrafo del pánico es una película de bajo presupuesto (concretamente de 150.000$) que consiguió hacerse un gran hueco en la industria del cine y convertirse en una película a la que, a día de hoy, podemos seguir rindiendo culto, totalmente atemporal. Pocos escenarios, pocos personajes, narrativa simplificada y un vestuario común. De manera opuesta tenemos; mucho arte, mucho talento, mucha profundidad abstracta, mucha originalidad, mucho cine.

Mark Lewis (interpretado por Karlheinz Böhm) es un hombre perturbado, un psicópata que se encuentra trabajando en el set de rodaje de una película como técnico de iluminación. Este desequilibrio viene de raíz debido a que su padre -un científico obsesionado por el estudio de las emociones del ser humano- destrozó la psicología de Mark durante toda su infancia, convirtiéndolo así en un adulto acomplejado, introvertido y misterioso que posee secuelas que le incitan a actuar como hizo su padre. Está obsesionado y quiere ser director de un documental terrorífico, para ello, busca de manera constante víctimas a las que fotografiar mientras estas experimentan las mismas emociones que Mark experimentaba durante su niñez, primeramente haciendo que estas pasen miedo y, posteriormente, acabando con sus vidas.

Esta película es diferente, muy diferente al resto de películas de terror. Michael Powell se deja de misticismos y recursos varios para atrapar nuestra atención como espectador y sacar conjeturas acerca de lo que estamos viendo. El asesino carece de identidad, tan solo en 5 minutos conocemos quién es, a qué se dedica y nos impregnamos de ese aura tan misteriosa que tiene Mark. De hecho, nos adentra dentro de la psicología del protagonista a través de una cámara (que simulan sus propios ojos) para conocer sus fetiches y el ambiente por el que se mueve.

Esta manera de enfocar la película hace que muchos otros aspectos puedan destacar y convertirse así en una película única. Un despliegue visual totalmente impactante, repleto de colores (por ejemplo el rojo cuando se encuentra en su versión sádica) capaz de capturar imágenes totalmente evocadoras. Un constante cambio de cámaras y planos que atrapan con todo detalle los escenarios y suman al ambiente. Un despliegue técnico magistral de primerísimos planos que nos deleitan mostrándonos las emociones por las que pasa cada personaje en todo momento, (la relación que tienen los personajes con el protagonista pasa de la intriga, felicidad, misterio, coqueteo, miedo y salvación) y un dominio absoluto como pocos he visto del uso de la iluminación (sombras perfectas, escenarios que pasan de la lucidez a la oscuridad y viceversa), en general, una sensación constante de terror.

Michael Powell tiene una maestría con la cámara y, gracias al guion, a través de Mark podemos tener otras perspectivas que siguen sumando aún más a la propia cinematografía técnica de la película. Con una cámara de 16mm bastaba, pero Powell nos lleva por escenarios como el piso de Mark u el set de rodaje en el que tiene amplia libertad para filmar lo que quiera. Así es que encontramos una obsesión por la fotografía que causan momentos extremos y únicos siguiendo una dinámica espectacular en la historia. A medida que Mark se sumerge más en su obsesión, se crea una atmósfera de tensión creciente que mantiene al espectador comprometido. La coreografía es muy buena, especialmente en los momentos de peligro. Son un desencadenamiento de acciones que contribuyen a que cada apartado técnico aparezca y se aglutinen conformando secuencia tras secuencia una película totalmente sólida. (Leer spoiler)

Hablando de por qué esta película no es una película mas de terror centrandome puramente en el apartado técnico de la misma, ahora procederé a hablar del apartado reflexivo. El fotógrafo del pánico explora temas muy interesantes relacionados con la ética, la moralidad, los traumas, el manejo de la industria del cine desde dentro, y sobretodo, una enfermedad no tan conocida de la que padece Mark: la escopofilia. Una enfermedad muy rara que se nos presenta como incurable e ilimitada, pues este fotógrafo está dispuesto a cruzar cualquier límite para culminar su obra en su búsqueda de la imagen perfecta, el impacto directo y el final mismo de las vidas de las víctimas y su propia vida. Estos temas, alejados incluso de las películas de terror, invitan a la reflexión y generan discusiones sobre la responsabilidad de una misma persona para generar arte. Incluso la importancia que tienen los medios de los que disponen muchos fotógrafos-directores que resultan ser en muchas ocasiones escasos y, debido a esta circunstancia, su talento no sale a la luz.

Más abajo hablaré brevemente acerca de los personajes, pero concededme un favor, no toméis una película tan artística como esta de manera literal, pues la narrativa y los personajes se muestran a los ojos del espectador como meros apartados planos para conseguir una tensión y evocar ese miedo al espectador. No. Esta película es mucho más profunda de lo que nuestros ojos pueden percibir.

El fotógrafo del pánico es una película dentro del cine de terror que todo el mundo debe ver alguna vez. Es difícilmente asemejable a cualquier otra, es única. Guste más o menos, sus virtudes merecen como mínimo que esta película siga significando lo mismo que es a día de hoy, una obra espectacular que ha dejado huella dentro del mundo del cine y, una obra que por mucho tiempo que pase, conseguirá impactarnos como la primera vez.
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ʜᴏᴅᴇxɪɪᴀᴍᴠ
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13 de noviembre de 2021
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Según cuentan las crónicas, Michael Powell, toda una institución en UK, se auto-inmoló profesionalmente con esta película. Curioso, siendo del mismo año y tocando temas similares a Psicosis, de gran éxito.

Podría ser porque en la de Hitchcock el psicópata está 100% cargado de otredad, es muy distinto y distinguible de la gente "normal", es un psicópata aceptable en cuanto a aberración de la sociedad. En esta peli hay mucha más ambigüedad e incluso se insinúa que el germen del mal está en todos nosotros, cualquiera si no un asesino puede disfrutar de los asesinatos. O quizás escenas como la que expone al venerable pater familias normal y corriente como el pajillero que es eran difíciles de tragar. O simplemente de Hitchcock se podía esperar el shock pero no de Powell, un director de bien. Cambiar de registro puede pasar factura.

En cualquier caso, todo eso ya se superó completamente en los años 70. Y al fin y al cabo el mensaje de la película es que el verdadero asesino es la cámara, lo cual la ha hecho ir ganando relevancia con el paso de los años y los progresos tecnológicos. Hoy en día todo hijo de vecino va por ahí grabando las cosas, el prota de la peli no sería un tipo nada raro en la actualidad. De hecho si aplicamos la tesis de la película a rajatabla, dentro de poco tiempo la mayoría de la población seremos unos asesinos en serie.

Un caso paradigmático de película avanzada a su tiempo.

A pesar de ser floja con el punch emocional (al contrario que Psicosis) es una bomba en el nivel intelectual. Si la veis (está en Filmin y Prime), podréis disfrutar del juego de significaciones que se le da en cada momento al voyeur, al exhibicionista, quien graba, quien es grabado, el espectador, el director, los personajes, la vista, la ceguera, el ojo humano, la cámara, etc.

O mejor aún, de un sinfín de diálogos con doble sentido (casi que todos los diálogos no triviales lo tienen). Y acabamos sin poder resistirnos a transcribir un diálogo. Madre e hija hablan sobre visitar al vecino de arriba:
- Madre: Are you going up to him?
- Hija: May I?
- Madre: We both have the key of the door... Mine needs oiling - and yours needs exercise. Off you go.

Gustará a: voyeurs, troll dads, cerrajeros
No gustará a: modelos, gente que camina silenciosamente, Francisco José I de Austria
eristuff
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13 de agosto de 2016
8 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Yo no entiendo la fascinación por esta película y la nota tan alta que tiene, igual por nostalgia o si la viste en la época pues le pones una nota alta, no hablemos de los dieces, pero a día de hoy el ritmo es muy lento, no se ven casi asesinatos, quiero decir que son pocos y poco explícitos. Vamos, que de terror tiene ya muy poco. A mí se me hizo aburrida la verdad.

Como siempre digo no es una cuestión de guion ni de actores ni nada de eso, es simplemente que el tiempo le pasa factura, aceptémoslo. No es lo mismo ver «Metrópolis» ahora que el año en el que se estrenó. Si al menos la investigación se hubiera llevado de una manera mejor, no sé, que le presionaran más, que se viera que están a punto de cogerlo pero al final escapa pues a lo mejor le hubiera subida la nota. Lo digo porque por lo menos hubiera tenido algo más de tensión, pero esto no es así en este caso. No hay apenas.

Si tuviera que comparar esta película con la música lo haría con el álbum de Amaral «Gato negro · Dragón rojo», muy largo y además, solo valen la pena un par de canciones.
tipar
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