El amor brujo

“El Amor Brujo” es una historia de pasión, música, locura y muerte.
Carlos Saura nos traslada a otro mundo, nos saca de nuestras sillas o butacas para transportarnos a otro espacio. El código con el que se comunican los personajes de esta historia no es el idioma español u otro, el código utilizado es el flamenco. El arte del flamenco se despliega en esta película para expresar la pasión, el dolor, la tristeza, el tormento, los presagios y los conflictos a que está expuesto el ser humano. Los personajes “hablan” no tanto con las palabras como con la música y la danza. Los diálogos son escuetos y están lejos de ser la parte más importante de esta historia. Su magia está en el arte.
Visualmente, esos cielos y esos vientos mágicos son una caricia para el alma.
La he visto recientemente, a más de 20 años de su estreno, y la recomiendo de corazón…

Una tragedia y una historia de amor embrujado, pasión y traición en un poblado gitano, con la música de Manuel de Falla en los momentos de "amor brujo" y la música y la danza flamencas en la vida de los gitanos. Escrita y dirigida por Carlos Saura y realizada después de "Bodas de Sangre" (1981) (poema de Federico García Lorca) y "Carmen" (1983) (ópera de Georges Bizet sobre una novela de Próspero Mérimée).
Filmada en un escenario donde el cielo es una luz de fondo de extraños tonos, es totalmente para disfrutar, aún con su carga de dramatismo patético propio del género. Estupendo ballet y canciones corales o con Rocío Jurado. Extraordinarios Antonio Gades, Cristina Hoyos, Juan Antonio Jiménez y Laura del Sol. Para ver.

El amor brujo de Carlos Saura es un drama musical basado en la celebración de un matrimonio gitano, en el que el novio tiene una amante secreta y la novia desde hace años tiene implicación sentimental con otro hombre. Dirigida con un ritmo activo en sus bailes y más tranquilo en la trama y realizada con el estilo reconocible y artísticamente bien trabajado del director, es la última de las tres obras que rodó con la colaboración de Antonio Gades y mantiene en ella el embrujo gitano con gran acierto para mantener al público expectante con lo que se le ofrece, concluyendo un digno film que cautivará a los seguidores del género y del director.
La fotografía es evocadora y hace gran uso de los claroscuros, creando el ambiente idóneo y multitud de detalles recónditos y portentosos que te transportan eficazmente al lugar, aunque siempre con aires de teatro. La música flamenca y folclórica acompaña el film con guitarras y melodías variadas que estimulan y arrollan gracias a sus ritmos llenos de emoción y talento con la conocida canción del mismo nombre que el film de Manuel de Falla. Los planos y movimientos de cámara consuman una brillante labor estética a través del uso de la grúa, seguimiento, reconocimiento, generales, cámara en mano, subjetivos, primeros planos, rotación, circulares, avanti y retroceso que sacan lo mejor de los bailes y las interpretaciones.
Las actuaciones son profundas y sentidas. Como protagonistas Antonio Gades está auténtico en su línea interpretativa teatral y Cristina Hoyos trabaja con hundimiento psicológico en un certero papel, siendo oportunos los acompañamientos de Laura del Sol, Juan Antonio Jiménez, Emma Penella, La Polaca y Gómez de Jerez entre otros. Emplea para estos la dirección artística unos vestuarios y caracterizaciones estéticamente sugerentes de gitanos en sus ropas bien detalladas en una notable labor que junto con los pertinentes decorados que simulan chabolas gitanas en pleno descampado te transportan in situ.
El guion, escrito por el director junto con Antonio Gades, muestra una historia apasionante de gitanos en la que el amor, los celos, la traición, la muerte y lo mágico se dan la mano para confeccionar una trama que tiene todos los componentes necesarios para entretener y llamar la atención del espectador, en especial de los seguidores del género y el director, ya que tiene algunas escenas y coreografías llenas de encanto y embrujo para deleite del público. Esto se lleva a cabo con una narrativa profunda y sugerente en sus conversaciones y desesperanzadas palabras y expresiones que gustan escuchar. Cabe señalar también, el montaje lineal, seguido y acompasado con salto temporal que exprime buena historia en apenas 100 minutos de metraje.
En conclusión, la considero un drama musical bello y apasionado que encandilará a los amantes del género y el musical, así como a los incondicionales del director que busquen el folclore andaluz en estado puro, concluyendo una trilogía musical junto a Antonio Gades para dejar en el recuerdo histórico el baile flamenco con toda su pureza y esplendor. Recomendable por su dirección, guion, actuaciones, fotografía, música, montaje, planos, movimientos de cámara, vestuarios, caracterizaciones, decorados y narrativa que hacen de El amor brujo, un film notable y atractivo para los que quieran conocer y deleitarse con el folclore andaluz y gitano.

No me gusta ese género demasiado, ni me identifico con el mundo alrededor de los gitanos, ni el ambiente que les rodea, pero tengo que reconocer que la película se deja ver, que los bailes son estupendos, de una ejecución y una sincronización magnífica y dignos de admirar, más para una persona poco acostumbrada a ver este arte.

La historia es, también, bastante atractiva, la fotografía, con ese chavolismo clavado, y la música, incluso el vestuario, son de alabar y la interpretación de las dos mujeres muy buenas, aunque se lleva la palma un Antonio Gades excelso acompañado de esa otra mujer que me ha deslumbrado, Cristina Hoyos.

Jamás hubiera pensado valorar una peli de estas características con un notable; pero en esta sí. Un 8.

Pasan los años y la película crece y crece, a pesar de la humildad del entorno y la economía de la producción. Pero los bailes despegan y la cámara los muestra en planos generales y primeros, rostros hondos y cuerpos empezonados y ardientes.
Rocío Jurado, al parecer, canta la mejor versión hasta hoy de la 'Canción del fuego fatuo', cuyo libreto fue compuesto por una mujer, María Lejárraga, con el nombre de su marido, Gregorio Martínez Sierra: un libreto que describe un triángulo amoroso como el que a ella le tocó vivir, que se resuelve como ella hubiera querido en el mundo real, y que en cierta medida así fue.
¿Y la música del Maestro Falla, en la que entrelaza la tradición y la vanguardia y conmueve de esa forma? Saura la visualiza con gran acierto. Uno no se cansa, y vuelve de vez en cuando a verla y oírla.