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Las olimpiadas de Tokio

Las olimpiadas de Tokio
1965 Japón
Documental, Intervenciones de: Abebe Bikila
7.0
184
Documental Aclamado documental dedicado a los Juegos Olímpicos que Japón hospedó en 1964. (FILMAFFINITY)
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
9 de julio de 2018
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
He sido gratamente sorprendido por esta película del no tan conocido director Kon Ichikawa cuya película más conocida es "El arpa birmana". Se trata de un film muy bien dosificado con imágenes de gran calidad. Recurre a la cámara lenta a veces (gimnasia, maratón), al stop motion (minuto final de la definición de voley femenino). Alterna las competencias con la reacción del público y la actividad de los deportistas en la villa olímpica. En el rubro técnico lo más sorprendente es el sonido: llamativo especialmente en la competencia de equitación y en los trabajos en barras y paralelas. Es notoria la recuperación mostrada por un Japón que había quedado devastado tan sólo 19 años antes al finalizar la IIa.Guerra Mundial. El mensaje de hermandad entre los pueblos a través del deporte es evidente y está muy bien mostrado. Como dato anecdótico quiero resaltar la sorpresa que tuve al ver uno de los corredores africanos recorrer los más de 42 kms. de la maratón olímpica con los pies descalzos: asombroso !!! Comparando esta película con la soberbia realización de Leni Riefenstahl sobre los juegos olímpicos de Berlín de 1936, me parece que casi 30 años atrás, la directora alemana logra un film aún más espectacular que este, pese a que fué filmado en blanco y negro.
HUSTON
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8 de junio de 2021
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Los documentales de larga duración sobre los juegos olímpicos son de alguna manera un género aparte. En todo caso dos de ellos destacan sobremanera. Primero, en blanco y negro, el de Leni Riefenstal sobre los juegos de Berlín de 1936. Y entre los filmados ya en color, este de Kon Ichikawa rodado en 1964 y publicado en 1965.

En muchas cuestiones, por razones obvias, parte del "argumento" se repite. Cosa propia de los rituales. y los juegos olímpicos son sin duda alguna un ritual. Volvemos a encontrar el itinerario de la antorcha, los planos del público en el estadio, la música de jazz en la carrera ciclista en carretera, el maratón como broche final, etc... La plasticidad de los movimientos es una fuente de inspiración como pocas otras. La tensión de la competición, lo mismo. La atención del público presente se nos contagia. La diversión y la distensión, cuando acaba el horario de torneo, también.

Una peculiaridad del este montaje de Kon Ichikawa viene dada por abrirlo y cerrarlo con imágenes del sol, simbolizado también en la bandera del país anfitrión, llamado del sol naciente, por el que ancestralmente consideramos que amanece primeramente.

En el aspecto técnico, se resalta en los créditos el número de personas (506) que trabajaron para el film, y se detalla que se hicieron servir 104 cámaras de cine y 41 grabadoras de sonido. No son datos sin importancia, pues en el resultado podemos ver el fruto de esa gran variedad de registros. Aunque el montaje final es lo que nos llega, nos imaginamos el gran proceso selectivo en todo ello.

Es especialmente destacable el protagonismo de los sonidos... En muy diferentes momentos, desde el ruido de las banderas al viento, el batir de alas de las palomas, los ruidos urbanos, el de la única valla que cae en la carrera de obstáculos, el roce de los gimnastas con el suelo o con la barra de ejercicios, las patadas al balón, los remos en el agua, el líquido de las esponjas preparadas para los maratonianos, etcétera... Son una especie de "sonido de los silencios" pues son resaltados aparte, como quirúrgicamente. El protagonismo que Ichikawa da a esos sonidos en el montaje final es muy llamativo y lo diferencia mucho, por ejemplo, de los documentales oficiales de Melbourne o Roma, ocho y cuatro años antes. Genera con ello un equilibrio entre el hecho de retomar imágenes olímpicas habituales junto a algo distintivo según el evento, el paréntesis, el detalle o el lugar concreto.

Desde aquellos años de Melbourne, Roma, Tokyo o México, los JJOO han cambiado muchísimo. Han perdido autenticidad al no exigirse la profesionalización, han perdido espíritu de concordia al ser otro foro de disputa con más foco en la clasificación medallero que en los medallistas o en sus excepcionalidades. En los medios se encuentra uno mucho nacionalismo banal y añoramos cuando los comentaristas sabían más del deporte de que hablaban y menos de los detalles insulsos de la identidad de los deportistas.

Por ello los documentales olímpicos nos transportan a lo mejor del mundo de los cinco aros sobre fondo blanco. Y de todas formas este es uno de los documentales de deportes de mayor valor histórico y también cinematográfico que se puede encontrar.

Se apaga el pebetero. Es de noche y el fuego retorna al sol.
Ugrafiator
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15 de noviembre de 2022
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Paradojas del destino. Dos de los países que intentaron dominar su parcela del mundo por la fuerza dando lugar a la IIGM, son los que nos han dejado las obras maestras fílmicas en relación con unos juegos que invitan a la paz y la concordia.
Leni Riefenstahl en los juegos de Berlín de 1936 en blanco y negro y Kon Ichikawa en los de Tokio veintiocho años después a color. La primera bajo el auspicio de la propaganda nazi demostraba que Alemania se había levantado de sus cenizas fruto de la IGM y el segundo reivindicaba lo mismo para Japón tras la segunda contienda. Debajo de la "alfombra" ambos países aspiraban a conquistar el mundo o bien por la fuerza de las armas o bien por el esfuerzo tecnológico e industrial de un pueblo que funcionaba como una colmena.
Ichikawa (1915-2008) ya era considerado un maestro cinematográfico a nivel internacional con un amplio curriculum, habiendo cosechado premios en Venecia, Cannes y una nominación al Oscar, antes de este documental. Su gran logro aquí fue humanizar los juegos más allá de cualquier otro tipo de interés.

El collage de estilos narrativos que emplea el director con una sobresaliente edición donde todos los recursos fímicos de la cámara se optimizan para conseguir belleza, emotividad o dramatismo son apabullantes. El ritmo se adecua a cada momento, el gusto por el detalle es exquisito y sobre todo especial mención merece el sonido al mando de Ichiro Hoshi, en una sinfonía individualizada de cada disciplina deportiva que estremece y emociona.

Ha pasado casi medio siglo en un mundo que solo cada cuatro años se acuerda de competir bajo el símbolo de unos aros de hermandad.

cineziete
ELZIETE
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