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Críticas de Luis Guillermo Cardona
Críticas 3 333
Críticas ordenadas por utilidad
9
26 de mayo de 2013
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Usted está convencido de que su esposa murió en un naufragio hace casi siete años. Ahora, ha vuelto a enamorarse y quizás piense en una nueva madre para los pequeños hijos que han quedado a su cargo. ¿Qué haría usted, si justo el día en que ha contraído matrimonio con su nueva enamorada, se entera de que, su primera y muy querida esposa, continúa viva y ahora busca recuperar a su familia?

En este embrollo ha metido, el director Garson Kanin, al protagonista de su chispeante comedia <<MI MUJER FAVORITA>> -el título original es “My Favorite Wife”, pero decir ésto ‘es bigamia y es pecado’ (¿?), y tocaba suavizarlo para no meterse en líos con la inquisición-. La situación es muy original y embarazosa… y para acabar de enredar las decisiones, nos daremos cuenta luego de que la esposita no es ningún sufrido angelito y que, en aquella isla donde pasó siete años “extraviada”, consiguió llevar a cabo una suerte de remembranza del paraíso, con Adán y Eva incluidos.

Con la maravillosa Irene Dunne, representando a Ellen Arden, la esposa reaparecida, y desbordando ingenio, marrullas y encanto a borbotones, la situación resulta cada vez más ingeniosa y alocada, al tiempo que el pobre Nicky -el abogado tontuelo que representa con suma gracia el estupendo, Cary Grant-, se debate entre decirle la verdad a su nueva esposa Bianca o mandar al cuerno a la cachona madre de sus hijos.

Escrita por Sam y Bella Spewack, con la colaboración del brillante escritor y director, Leo McCarey, (merecedores de una nominación al Oscar), era éste último quien había comenzado a dirigir la película, pero un accidente en automóvil lo sacó del rodaje y él mismo decidió dejarla en manos de, Garson Kanin, quien era su amigo, y por entonces, tenía ya alguna experiencia como director de comedias. Años después, más se oiría de Kanin como excelente guionista, siendo el autor de joyas dirigidas por George Cukor, como: “Adam’s Rib”, “Born Yesterday” o “It Should happen to you!”, entre otras.

El punto de partida de ésta disparatada y deliciosa comedia, fue “Enoch Arden”, el famosísimo poema de Alfred Lord Tennyson que ya había inspirado, entre otros, a David W. Griffith para su película del mismo nombre... y para darnos esta pista, a la pareja principal se le puso a llevar el apellido Arden. Llama también la atención ver a Randolph Scott -el reconocido héroe de tantísimos westerns-, haciendo aquí del Adán que empaña la hoja de vida de la encantadora señora Arden, aunque también está dispuesto a casarse con ella.

Es muy probable que, Leo McCarey, haya asistido a Kanin durante el rodaje del resto de la película, porque en el filme se adivina el espíritu de ambos; y la magia que, McCarey, había ya impregnado en sus anteriores y memorables comedias con Irene Dunne, “Awful Truth” y “Love affair”, reluce de nuevo aquí, en esa romántica compenetración en la que el amor late muy, pero muy hondo, y el espíritu de re-unión familiar está dispuesto a salirse con la suya.
Luis Guillermo Cardona
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8
18 de abril de 2013
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con más frecuencia de la que puede imaginarse, los más pequeños dan muestras de una sabiduría, fortaleza, solidaridad y lealtad, que podría enorgullecer (o avergonzar) a muchos adultos… si tan siquiera se dieran por enterados. Pareciera que valores como estos viniesen de una herencia muy lejana, pues cuando se observa el comportamiento de los padres, no resulta evidente que pudiese esto haber sido heredado de ellos. Quizás la reencarnación sea lo que explique este fenómeno, pues sorprende grandemente el comportamiento que a veces vemos hasta en nuestros propios críos.

Ahmad (seguro homenaje del director Abbas Kiarostami a uno de sus hijos) es la clase de niño que tarda muy poco en despertar afecto, respaldo, consideración y el más profundo encomio, cuando vemos la indeclinable paciencia con que se enfrenta a aquel puñado de adultos indiferentes (madre, padre, abuelo, cerrajero…), que metidos en lo suyo son incapaces de escucharlo. Además, tiene que soportar la arcaica educación del abuelo quien piensa que, el castigo físico periódico, es la única manera de formar a hombres dignos.

Por fortuna, en el camino de Ahmad, la vida sabrá poner a uno de aquellos escasos adultos sabios que entienden de solidaridad y de respeto, como para que el niño no pierda del todo la esperanza en la deplorable generación que le precede. Más, al momento de emprender su pequeña odisea para encontrar a su compañero de escuela, Nemazadeh, para devolverle el cuaderno que se guardó por error, lo que sentimos por Ahmad desborda cualquier sentimiento, y como el inolvidable Ali de “Niños del paraíso” que corre con ansia desesperada en procura de ganar las zapatillas para su hermanita Zahra, este pequeño iraní (bellamente representado por Babek Ahmed Poor) también se mete en nuestro corazón y nos hace desear con fervor que consiga alcanzar su propósito en aquel ambiente donde sufre muchísimas carencias.

Es hermoso y aleccionador que, un cuento tan decididamente sencillo, contado en el más pleno estilo neorrealista, con técnicos de segunda línea y con actores naturales, pueda alcanzar una profundidad humana de tanto significado y de tantísimo valor como ejercicio de valoración de la infancia.

Abbas Kiarostami nos deja hondamente sensibilizados, y de nuevo, queda bien demostrado que el arte es ante todo un impulso del espíritu y que, por más parafernalia con la que pueda contarse, si se carece de aquello, el resultado será siempre fatuo y probablemente inane.

Tengo la impresión de que “¿DÓNDE ESTÁ LA CASA DE MI AMIGO?”, no dejará indiferente a ningún corazón que palpite con vigor y con ternura. ¡Ah! Y si los profesores supieran un poco más acerca de la vida personal de sus alumnos, ¡cuánto más tolerantes y comprensivos serían con aquellos que faltan a sus deberes!
Luis Guillermo Cardona
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8
16 de enero de 2013
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Por qué será que la vida no nos concede a veces las pequeñas cosas que le pedimos?, ¿Por qué habrá personas que se pasan la vida entera anhelando algo en particular y jamás lo consiguen ni por asomo?, ¿Por qué ha de ser que algunos solo aspiren a lo que las vida les deniega y no ven jamás la posibilidad de buscarse otra cosa?... Nada sencilla resulta la comprensión de la existencia, sobre todo cuando se nos enseña que, si no logras lo que tanto ansiabas, solo frustración puede caber en tu alma. Y por esto, tantas cabezas bajas entre los mayores, tantos hombros encogidos y tantos ceños fruncidos.

A nadie, o a casi nadie, se le ocurre enseñarnos que puede tener mejor suerte el que no logra lo que desea que el que siempre obtiene lo que se le antoja, porque no siempre es bueno lo que deseamos y no deseamos siempre lo que sería correcto. Tampoco se nos enseña que no basta con anhelar las cosas, ya que muchos desean con temor, con maleabilidad, con negligencia y hasta con sentimientos de no merecer aquello desean… y a quienes así piden, jamás se les concederá lo que dicen desear. Y también deberían enseñarnos, que a veces la vida nos deniega algunas cosas porque tiene para nosotros otras mucho mejores. De estas, nos dará pistas, pero es deber nuestro estar atentos para conseguir verlas.

En una ciudad (Atlantic city) que está siendo demolida paso a paso para dar lugar a una nueva esperanza, Lou Pascal, ahora viejo, no desea grandes cosas: solo sueña con ser un gánster (como Capone), tener una amante joven (como Sally la vecina de al lado) y ser capaz de defenderla de todo aquel que pretenda maltratarla. Pero, desde hace 40 años, Lou es solo un mantenido, cuidandero y amante esporádico de la enferma mujer de su exjefe... y consiguiendo centavos con pequeñas apuestas en las frías calles de las afueras.

Cuando Buddy, el arruinado marido de Sally, osa aparecerse con la hermana de ésta… embarazada de él, una ocasión de oro se presenta en el destino de Lou, cuando Buddy lo entra en el negocio de vender una droga que recién ha hurtado a unos mafiosos. Quizás, entonces, comience a tomar forma su lejano sueño y sus últimos días den sentido a las eternas mentiras que sobre su propia vida pregonó ante los demás.

Louis Malle, un director que sabía mucho de seres humanos, ya que tuvo sobradas experiencias de las buenas y de las malas, logra bordar unas figuras humanas vibrantes y muy sentidas. Y sirviéndose de solventes intérpretes como Burt Lancaster, Susan Sarandon y Kate Reid, consigue uno de los más redondos filmes de su carrera. “ATLANTIC CITY” desborda nostalgia, mirando con respeto ese turbio pasado que a veces persiste como si perteneciera a lo eterno.

Tanto Lou como Sally -quien por su parte ansía convertirse en la primera mujer croupier del casino de Montecarlo-, sienten los tropiezos, pero ellos insistirán en sus anhelos porque no han tenido ocasión de comprender otra cosa. No pueden verse como seres ejemplares, pero lograremos comprenderlos y aceptarlos en su pequeñez existencial y en esa sensación de soledad que les ha deparado la vida.
Luis Guillermo Cardona
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7
4 de enero de 2013
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Llamado antiguamente Trastorno de doble personalidad o de personalidad múltiple, el ahora llamado Trastorno de identidad disociativo, ha sido bastante discutido y cuestionado, pero continúa descrito en el DSM IV como “la existencia de dos o más identidades o personalidades en un individuo, cada una con su propio patrón de percibir y actuar con el ambiente. Al menos dos de estas personalidades deben tomar control del individuo de forma rutinaria y están asociadas con un grado de pérdida de memoria que va más allá de la falta de memoria normal. Los síntomas deben ocurrir independientemente del abuso de sustancias o de una inducción médica”.

Personalmente, no he conocido ningún caso y de su real ocurrencia solo dan fe algunas historias llevadas a la literatura y/o al cine, ya sea como registro de hechos reales como el que cuentan Margery Lawrence en “LA MADONNA DE LAS SIETE LUNAS”, Corbett Thigpen y Hervey M. Cleckley en “Las tres caras de Eva” o Flora Rheta Schreiber en “Sybil”, y también historias de ficción como las de “Psicosis” o “Vestida para matar”. Mejor explicación de lo que comúnmente ocurre en la realidad, puede encontrarse en una película como “Las dos caras de la verdad” donde, Aaron el joven procesado por asesinato, nos da unas clasecitas de brillante manipulación.

Sin embargo, el abuso sexual en niñas o adolescentes (como es el caso de Maddalena la protagonista de “LA MADONNA…”), suele inducir conflictos psicológicos como neurosis, sociopatías y hasta podría causar un cierto trastorno de identidad disociativo, al querer huir inconscientemente del maltrato sufrido o de la imagen personal que provocó aquel incidente.

El caso que nos cuenta Margery Lawrence en su famoso libro y que, el inglés Arthur Crabtree, ha llevado al cine con innegable atractivo y emocionalidad, nos habla de una chica de Florencia, Italia quien, tras ser violada en su adolescencia, entra en un convento, es reclamada en matrimonio por un hombre de la alta sociedad, y tras tener a su hija, la lleva a estudiar a Inglaterra, y se va a vivir a Roma, donde espera poder olvidarse de su pasado. Pero el trauma parece haber dividido su mente y cuando la realidad se le vuelve inmanejable, Maddalena oye una voz que la llama, huye y enseguida regresa a Florencia, donde se transforma en la gitana Rosanna y se reencuentra con su gran amado, el truhán Nino.

Se evidencia un profundo afán por huir del sufrimiento y como dice en aquella extraña brújula en el jardín, pareciera que Maddalena (Phyllis Calvert) solo quiere contar con las horas de alegría que la vida pueda proporcionarle. En su vida intervendrán entonces, su adorable y comprometida hija Angela (la bellísima Patricia Roc) y Sandro Barucci, el oportunista gitano que pareciera un mal pronóstico en sus vidas, eficazmente representado por el futuro brillante director, Peter Glenville, en sus tiempos de actuación.

“LA MADONNA DE LAS SIETE LUNAS” es un drama que consigue atraparnos y que demostrará las profundas y extrañas experiencias que podríamos llegar a tener en nuestra vida.
Luis Guillermo Cardona
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7
23 de diciembre de 2012
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo he sentido y lo he comprobado muchas veces: Así como no hay nadie tan próximo a la música clásica como un amante del rock, no hay igualmente nadie tan cercano a la espiritualidad como un hombre de izquierda. Y casualmente, tanto al roquero como al izquierdista, les duele la vida, nunca están conformes, y suelen ponerse a disposición del cambio donde ven la esperanza de que pueda –y deba- suceder. Hablo por supuesto de los auténticos, porque, deplorablemente, tampoco estos senderos están exentos de gente liviana. Aquellos, son de corazón sangrante y noble, y sienten como suyo el dolor del pueblo y el lamento de los excluidos.

Creo que, Leonardo Favio (1938-2012), fue un hombre de corazón sangrante. Conoció la pobreza en su infancia, fue abandonado por su padre, estuvo en la cárcel… y tuvo la suficiente experiencia para comprender que las cosas en el mundo no andan bien repartidas. Después de estudiar en un seminario de donde se escapó pronto, hizo pequeños papeles en radioteatros conseguidos por su madre, hasta que consiguió acercarse al cine donde hizo de extra y de actor secundario, hasta llegar a su mayor deseo que era el de convertirse en realizador.

“NAZARENO CRUZ Y EL LOBO” fue la quinta película de este comprometido peronista, y en ella vuelve al tema que siempre alimentaba sus populares canciones: El Amor. Basado en un cuento tradicional argentino, esta es la historia de un muchacho que, como yo, vivió la “tragedia” de ser el hijo número 7. Al saberlo enamorado, Nazareno Cruz es visitado un día por el diablo y éste lo pone en la disyuntiva, según la cual debe escoger entre el oro o el amor. Si renuncia al amor lo hará rico, pero si elige el amor se verá convertido en lobo en cada noche de luna llena.

Favio se la juega con un guión que roza la más modesta, cristiana y poco sostenible tradición oral, pero logra sacarlo avante con unos magníficos y originales sets; sirviéndose de “encantadoras” y auténticas brujas que poco tuvieron que pasar por la sala de maquillaje; y con una, en general, muy cuidada fotografía, complementada con efectos que realzan los tonos emocionales de la gótica narración. Incluso, esos largos planos dispuestos a dar espacio para que suenen completos los preciosos temas “Soleado” de Zacar (Ciro Dammicco) y algún fragmento del “Rigoletto” de Giuseppe Verdi, tienen su propia magia. Y huelga decir que, el gallardo y cansado diablo, está muy bien representado por Alfredo Alcón, uno de los más sobresalientes actores argentinos.

Es la segunda vez que veo este filme y vuelve a conmoverme profundamente ese sentido momento cuando el rey del averno le dice a Nazareno: “No te olvides de mi. No te avergüences de mi cuando estés frente a Dios, Nazareno. Yo también, si Él quisiera, me repartiría como un pan de amor entre la gente”.
Luis Guillermo Cardona
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