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Críticas de GonzaloyGracias
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Críticas 208
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
21 de marzo de 2024
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El director argentino Hugo Fregonese inició su carrera cinematográfica en su país y en 1950 empezó a rodar en Hollywood. También rodó producciones internacionales en Italia y España y acabó haciéndolo finalmente en Argentina.

En Argentina, en su primera etapa, rodó "Apenas un delincuente", (1949), una notable película, entre el cine negro y el carcelario, con una intención de reflexión social y moral sobre la riqueza y el robo, y el propio sentido de la vida. Rodrigo Moreno en "Los delincuentes" (2023), ha retomado el argumento para hacer su propia reflexión, con un estilo muy diferente, más de autor y menos de género.

En Hollywood, Fregonese rodó interesantes y hasta notables películas como "Denbow, frontera indomable" (1952), "Soplo salvaje" (1953), con estrellas como Gary Cooper, Barbara Stanwyck o Anthony Quinn, o "Fugitivos rebeldes (El asalto)" (1954), una de sus mejores películas, en géneros como el wéstern o, incluso, el terror.

"On Way Street" (título original y no el ridículo que se le puso en España), se inicia y finaliza como cine negro, como un thriller, y tiene un interludio que se desarrolla en una aldea mexicana. En el inicio comentado, conocemos a los personajes encarnados por lo gánsteres Dan Duryea y William Conrad, que acaban de recibir el botín de un atraco. James Mason es un médico que asiste a los heridos y al jefe, Dan Duryea, un tipo psicótico y con cefaleas. Märta Torén es la amante del jefe.

Sin entrar en detalle, por supuesto, la huida de James Mason y Märta Torén, les lleva por accidente a una aldea mexicana. Es el interludio comentado: ambos tendrán ocasión de experimentar otro tipo de vida, de conocerse mutuamente y así tomar decisiones que puedan redimir sus vidas. El pasado siempre acecha y ese es el leit motiv del guion de Lawrence Kimble, un pasado que tarde o temprano regresa o retorna.

El tercer acto, de nuevo, en el campo del cine negro, resuelve la cuestión como en una tragedia.

La dirección de Fregonese es la de un maestro: basta ver en inicio del film, con ese edificio enfilado por la cámara o el final, bajo la lluvia constante, con una gran fotografía de Maury Gertsman. Las escenas en el apartamento del gánster están bien resultas, tantos en los momentos de acción, como en los diálogos que preparan esa tensión previa al estallido.

El interludio, donde los personajes de James Mason y Märta Torén, se conocen, se reconcilian con sus pasados, y toman las decisiones oportunas para intentar encauzar sus vidas, es verosímil y emotivo, un melodrama con toques de wéstern mexicano, a pesar de que es un corte narrativo.

El elenco de actores es excelente, con James Mason y su susurrante voz, la tierna y bella Märta Torén, o Basil Ruysdel, en el papel paternal y discreto del cura que los acoge. Dan Duryea compone un personaje psicópata y vengativo, en el que le hemos visto en otras ocasiones.

Una película excelente, un mirlo blanco, que merece conocer y ver, al igual de la filmografía de Hugo Fregonese.
GonzaloyGracias
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7
3 de enero de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película poco conocida de Mark Robson que, en mi opinión, es una de las grandes contribuciones del cine al tema a la reincorporación de los soldados a la vida civil, y a su vida cotidiana anterior al reclutamiento y a la experiencia bélica, en general traumática.

William Wyler había tratado este tema en "Los mejores años de nuestra vida" (1946), desde la perspectiva de varios soldados que son considerados héroes tras su retorno y el fin victorioso de la II Guerra Mundial, pero que tienen enormes dificultades para reencontrar su sitio en el mundo que dejaron. No solo por el peso de las experiencias y recuerdos de horror y muerte de la guerra, que les ha transformado en otras personas, también porque la sociedad a la que regresan ha seguido su camino en esos años y ellos se encuentran fueran de lugar. En la película de Wyler aparece además el caso de un soldado mutilado y las dificultades para ser admitido por su novia y la familia…

El guionista Robert Buckner partía de una novela de Baymanr Kendrick para desarrollar el caso de un soldado norteamericano herido en combate, en 1943, en las operaciones para desalojar a los alemanes del norte de África (Túnez y Libia). Una herida de bala ocasionada por los disparos de unos francotiradores lo deja ciego. Trasladado a un hospital de su país, tiene que hacerse a la idea de que su ceguera es para siempre, que no hay milagros.

Mark Robson, a través de la interpretación de Arthur Kennedy, nos narra los pasos que da nuestro héroe desde la inicial incredulidad, al rechazo y a la rabia, y a una cierta asunción de su realidad cuando empieza a convivir con sus compañeros en la misma situación, o a saber manejarse con el entrenamiento que les proporcionan en ese hospital especializado. En cierta manera, el mundo cerrado del hospital, de sus compañeros, de la pequeña ciudad a la que van de permiso, es un círculo de seguridad. En ese círculo conocerá a otras personas e inclusive otras posibilidades de vida, de estudios, o de trabajo que antes ni siquiera se había planteado.

Un momento clave del film es la fase en que Larry (Arthur Kennedy) tiene que regresar a su casa, a su familia y a su ciudad en el Sur. El instante en que Larry habla por teléfono con su madre es uno de las más brillantes interpretaciones que se hayan dado en el cine: de repente Larry parece que se va a echar a llora, pero se repone… Todo en unos segundos: ¡fantástico!

El regreso no puede resultar más frustrante para Larry porque su viejo mundo es un lugar donde él no tiene cabida: ni con su novia, ni con la familia de ella. Ni siquiera es un héroe porque queda lo peor de la guerra por delante: todavía seguimos en 1943.La conversación de Larry con su padre es muy significativa, pues los prejuicios contra un ciego se ponen en paralelo a los prejuicios raciales contra los negros que él ha demostrado en el hospital y que son el pan de cada día en el Sur. La discriminación a los discapacitados se pone en paralelo a la discriminación racial.

Trama muy bien desarrollada por Mark Robson, sin cargar nunca las tintas en lo más dramáticos, ni en los aspectos más dulces de la historia (que los tiene). Las interpretaciones son excelentes, con un papel impresionante de Arthur Kennedy como ya se ha comentado.
La fotografía en blanco y negro de William H. Daniels, sobria, le da un aire de documental, explotando muy bien los interiores.

Es una película sobre la reincorporación a la vida civil de los soldados heridos y con mutilaciones que merece un mayor conocimiento. Una pequeña joya olvidada.
GonzaloyGracias
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7
5 de diciembre de 2022
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película notable de un director, Richard L. Bare, poco conocido y frecuentado, salvo por los que vuelvan a ver series como "La dimensión desconocida" o "El virginiano" y reparen en sus casi anónimos realizadores. Con un guion de Russel S. Hughe y Richard Sale que tiene elementos de novela negra, con intriga, acción, vueltas de tuerca y un final propio de un melodrama. Un film muy completo, por tanto.

Rodada en los primeros años de su carrera cinematográfica, la película tiene vocación de obra mayor, por encima de su bajo presupuesto y su adscripción a la llamada serie B. El inicio nos remite de lleno a "Rebeca" de Alfred Hitchcock y a la novela más conocida de Daphne du Maurier, de titulo homónimo, con una casona bautizada como Sans Souci, con una voz fuera de campo que nos narra una historia, con una verja, con niebla, y de fondo el mar embravecido y un acantilado.

Y a continuación vemos a un hombre en una situación extrema, de vida o muerte, que es quien nos cuenta la historia y que, atiborrados de referencias cinéfilas, nos recuerda al “Crepúsculo de los dioses” de Billy Wilder, y a ese narrador imposible que flotaba en una piscina. Pero ambas películas son de 1950 y solo cabe conjeturar sobre azares e influencias.

La historia que nos cuenta esa voz en off , en forma de flash back, es la de un vagabundo, un “matao”, sin trabajo, que no tiene derecho ni a mirar un escaparate, algo que le trae como consecuencia una detención y una multa o una condena a cárcel. Es la parte más social, negra, del film, la que dará lugar a una propuesta que solo es posible aceptar cuando se está en una situación desesperada o que solo se puede proponer cuando se es un sinvergüenza.

En este momento, ante la propuesta extraña de un abogado a un vagabundo a punto de ir a chirona (y recomiendo no leer la sinopsis), se inicia la intriga propiamente dicha: un desaparecido, una herencia pendiente, un hermano que odia a otro hermano, una cuñada astuta y seductora, una esposa ingenua y un abogado que se presenta como justiciero. La galería de personaje funciona muy bien en las distintas secuencias, no muy largas, pues la película es breve, pero concisas y eficaces. Actores y actrices que no llegaron a ser estrellas, hacen un trabajo sobrio y solvente.

La fotografía de Carl E. Guthrie destaca por conseguir una luz nebulosa para el jardín, por ese acantilado y ese mar tenebroso, o por esa secuencia magistral de un asesinato en la que la cámara gira suavemente para que lo veamos en sombras proyectadas en una pared.

Un hermoso perro, guardián del jardín, es unos de los personajes principales, pues como en la “Odisea” de Homero es el único que no es engañado por ese hombre que reaparece tras siete años, en un caso porque está disfrazado y en este por no es quien es. Perro que inquieta a los personajes (y al espectador) en varios momentos y que tendrá un papel fundamental en el desenlace.

El tema de la suplantación tiene una larga trayectoria en la literatura y en el cine. “Sombras acusadoras”, de Michael Anderson, y más de refilón “A pleno sol”, de René Clément, son algunos ejemplos. Pero la primera es de 1958, y la segunda de 1960, por lo que cabe hablar en justicia de la originalidad de esta cinta también en este tema, luego muy utilizado con distintas variantes.

Película muy notable que recomiendo encarecidamente.
GonzaloyGracias
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7
14 de noviembre de 2022
32 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
En "Master Gardener" ("El maestro jardinero"), de Paul Schrader, (película de clausura del festival), retoma el guionista y director uno de sus temas fundamentales: la redención y la posibilidad o imposibilidad de una segunda oportunidad. Lo hace a través de este jardinero jefe de un jardín señorial, y a la vez monitor de varios jóvenes aprendices. La jardinería, su práctica, nos devuelve a la tierra, a su olor, a los ciclos de la vida, a ver sus ritmos en cada una de las semillas y plantas que vemos crecer o morir. Hay jardines cartesianos, jardines asilvestrados..., tantos como posibilidades en la vida. ¿Hay predestinación o destino? Schrader se lleva interrogando sobre estas cuestiones durante toda su ya larga obra creativa. Schrader, mediante sus personajes, quiere librarse de la predestinación y alcanzar su destino. El destino está oculto siempre y es quien decide, aunque hay que estar dispuesto a recibirlo.

Es lo que le ha ocurrido a Narvel Roth (Joel Edgertun), que ha dejado de odiar a cierta gente diferente a él por su color de piel sin saber porqué lo hacía, que ha traicionado a sus antiguos correligionarios neonazis, y que ha cambiado de nombre y de vida al ingresar en un programa de testigos protegidos. Ahora es jardinero jefe, un maestro, al servicio de una dama estirada y exigente, Norma (Sigourney Weaber). Pero el pasado siempre vuelve, no como farsa pero sí como variación musical: regresa porque el pasado no está a nuestras espaldas, sino delante de nosotros, aunque no lo creamos así. Narvel Roth al encontrarse con Maya (aprendiz en su jardín) tendrá que ajustar su papel con Norma y realizar cierto ajuste de cuentas con una parte de su pasado.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
GonzaloyGracias
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8
14 de noviembre de 2022
18 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las “banshees” del título son espectros femeninos que anuncian la muerte en el folklore irlandés. E Inisherin es una isla imaginaria situada en la costa occidental de Irlanda. En esta Inisherin hay una “banshee”, un pub, dos amigos, una hermana de uno de ellos, un policía malo y un hijo de este que hace el papel de los tontos del pueblo de antaño. También hay un fantasma no enunciado como es la sombra de “El hombre tranquilo” de John Ford, no porque haya una relación directa, sino por su contribución a crear una mitología contemporánea sobre Irlanda y los irlandeses. Del director, Martin McDonagh ya habíamos visto “Tres anuncios en la afueras” (2017), con Frances McDormand, y las expectativas eran grandes.

Uno de los dos amigos, Colm, decide que no quiere ser más amigo de Pádraic porque le aburre mortalmente y porque quiere aprovechar su tiempo para componer canciones: la vida es breve y no puede perderse el tiempo. Pádraic no acepta esta decisión, se rebela porque no quiere perder a su amigo, porque la razón esgrimida es absurda y porque no le da la gana.

El resto hay que verlo… Estamos ante una de las historias más encantadoras vistas en los últimos tiempos. No sé si los personajes que aparecen en el film son irlandeses de una Irlanda real o solo imaginaria, porque lo que cuenta es la verosimilitud de sus decisiones, de sus comportamientos y de sus locuras.

Un guion perfecto, una dirección y puesta en escena a altura de esta historia y un elenco de actores memorables: Colin Farrel, Brendon Gleeson y Kerry Condon.
GonzaloyGracias
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