Es curioso ver que esta película, igual que ocurre en todas las de su director o en las de Almodovar, tiene críticas muy polarizadas, o gusta mucho o no gusta nada.

Quizá cueste un poco olvidarse de José Mota como cómico y verlo como actor, pero si se dejan los prejuicios a un lado tras los diez primeros minutos de metraje empieza a convencer y uno entiende por qué ha sido nominado a los Goya como actor revelación.

La película es visualmente atractiva, tiene puntos de humor socarrón tremendos igual que en su antecesora Balada triste de trompeta y mantiene el interés del espectador durante toda su duración. La crítica a los medios morbosos que juegan con la desgracia humana es brutal y recalca que todo el mundo puede vender su dignidad ya sea por mucho o poco. Podría decirse que hay un homenaje a la figura del parado que siente ser un inútil. Supone además un revulsivo muy fuerte a la regla del "todo vale" y nos recuerda qué supone realmente triunfar en la vida.

Es en conclusión una película atrevida, interesante y cargada de reflexión.

Pero por desgracia todavía pesa en nuestro país ese maldito prejuicio de despreciar lo nuestro. Me gustaría saber qué valoración tendría esta película si fuera una producción norteamericana.

En conclusión: acudan al cine sin prejuicios, con la mente abierta y disfruten.