La primera vez que me tragué esta cosa fue hace unos 15 años, seguramente más. Me habían dado las tantas y tenía la tele sintonizada en un canal al azar como ruido de fondo, a la que prestaba atención de manera pasiva. A los pocos minutos de empezar, recuerdo con claridad dejar de lado lo que estaba haciendo para concentrarme en la película. Tras un revisionado, entiendo por qué.

Estamos ante una reinterpretación del apocalisis bíblico en forma de relato de ciencia ficción cristiana, enmarcada en los años de paranoia por el fin del milenio. Añade un presupuesto comparable al de un episodio de Expediente X junto a unos actores deliciosamente histriónicos y el resultado es tan gracioso como suena. Creo que la colocaría en el top 5 de mis comedias involuntarias favoritas.

¿El argumento? ¿Os acordáis de hace 19 años, cuando Dios hizo un Thanos y se llevó con él a la mitad de la población, dejando la tierra vulnerable al ataque de un falso profeta que te robaba el alma si le jurabas fidelidad conectándote a unas oculus rift? Pues aquí pasa lo mismo, te enseñan las aventuras de la resistencia así en plan documental.

De manera sorprendentemente entretenida, para más inri. Muchas de las vacas sagradas del cine cutre tienen un ritmo horrendo que convierte todo lo que hay entre una escena graciosa y la siguiente en un sopor, pero no es el caso de esta. Si hay algo que concederle, es que replica muy bien el movimiento constante de los blockbusters de los 90 a los que trata de imitar.

Además sale un policía escéptico que ha perdido la fé, una ciega y un tullido que se pasan todo el metraje haciendo bromas sobre discapacitados y soltándose frases rimbombantes como la del título, un satán tentando gente con el culo en pompa y una señora negra que canta. Yo no sé qué más se le puede pedir ya.

Finalmente, lo de Thanos tampoco es el único detalle que el MCU saca de aquí. Si parpadeas, te pierdes el cameo de Dios, que se pasea por ahí cual Stan Lee divino moviendo vasos (pero no) y haciendo de bombero.