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Chile Chile · Santiago
Críticas de KRIVO
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Críticas 75
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
6
1 de abril de 2024
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La vi en su época de estreno y me pareció una película interesante, atractiva, pero desigual e irregular. Grandilocuente y casi presumida obra de su director, que termina por ensombrecer un producto que pudo ser brillante. La volví a ver hace poco tiempo y, en general, mantengo mi apreciación. Y no eludiré las comparaciones con los clásicos sobre el tema.

Kenneth Branagh entrega una puesta en escena tan deslumbrante como hiperbólica, con un tono a veces excesivo, de teatralidad filmada. Se nota que quiere alcanzar la majestuosidad como cine, tanto en lo técnico (decorados, paisajes, fotografía, ambientación) como en la dirección propiamente tal (cámara nerviosa, por momentos apabullante). Es una película imponente en su factura, creo que no hay duda. Claro, el bueno de Keneth dispuso de un generoso financiamiento. Pero destaco sobre el conjunto, la monumental banda sonora de Patrick Doyle, acorde con el ritmo de la película, aunque casi no da respiro.

Algunas interpretaciones planas, otras correctas y algunas pasadas de rosca (especialmente la del propio Branagh). Curiosamente, la más contenida es la del histrión Robert de Niro, en el papel de un monstruo que mucho me recuerda (en su caracterización facial y de vestuario) al compuesto por Christopher Lee para "La maldición de Frankenstein", de la Hammer, 1957.

La cinta se me hizo larga, al incluir la parte de la travesía polar ártica, buscando ceñirse a la obra literaria. A diferencia de las versiones de la Universal y de la Hammer, que son mucho más sintéticas y van al grano. Por eso mismo, son más eficaces, narrativamente hablando.
Esta versión de Branagh (y Coppola como productor) se inicia con la expedición hacia el Polo Norte del capitán Walton y su sorpresivo encuentro con Victor Frankenstein, quien tiene una larga, extraña y sobrecogedora historia que contar. Y desde ahí, en un racconto, transcurre toda la película para terminar en el mismo punto de partida, y con un final sorprendente. En todo caso, es un comienzo y final con notables imágenes, pero que más parece cine de aventuras.

Branagh muestra a Víctor Frankenstein en su niñez rodeada del cariño familiar, aquí hace otro guiño al clásico de Hammer, y construye un personaje con cierta complejidad psicológica, con su particular concepto de la ciencia, de la moral y de la vida. Algo entra en las disquisiciones existencialistas, éticas y antropológicas que caracterizan a tan interesante figura, pero sin profundizar. Más bien, prima lo frenético. Prefiere la acción, a ratos atropellada, el melodrama personal y de pareja, para el lucimiento propio. Todo es rápido, incluso las escenas en el laboratorio que necesitaban ralentizarse para crear más atmósfera (qué diferencia con el magnífico clásico de la Universal,1931). Su personaje es el centro absoluto de la película, con buena dosis de sus reconocidos dramatismos shakesperianos, que en ocasiones peca de narcisista (por ejemplo, la excesiva escena de la creación del “monstruo” o su exhibicionismo a torso desnudo y lubricado).
Y el corolario casi demencial es la creación-resucitación de la esposa de Víctor, una histriónica, pero en general correcta, Helena Bonham Carter, en un añadido innecesario, además de trepidante como escena. Tal vez es un homenaje de Branagh al otro clásico de Universal, la soberbia “La novia de Frankenstein”, 1935.

¿Y la criatura? Compleja construcción y desafío para De Niro. Como el inmenso actor que es, sabemos que logra prácticamente todos los registros. Aquí, creo que hay una mezcla de elementos. Nos entrega una interpretación cercana al espíritu del original literario, en el sentido de que el “monstruo” es un ser desvalido, solitario y que se siente rechazado por la sociedad. Un ser incomprendido e incompleto. Pero aprende a hablar, a leer y otras reglas básicas de la socialización, demostrando un cierto nivel cognitivo. No es el simple bruto asesino solamente. Mantiene conversaciones con su creador, tiene sentimientos y hasta llora. Está correcto el oscarizado De Niro, en líneas generales. Pero ocurre que es De Niro (y no un actor desconocido) y entonces, hay varios gestos y muecas suyas que me recuerdan a sus malvados de otras películas. Como Max Cady de “Cabo de Miedo” por nombrar uno. Y en la célebre escena del encuentro e interacción con el ciego (momento mítico del clásico de 1935), hay un esfuerzo por construir una interpretación propia, diferente y humana. Está bien Robert. Pero no puedo sustraerme de la inmortal creación de Boris Karloff, para el mismo momento, con mayor grado de emotividad, bajo los sones del Ave María, logrando la mayor humanización del monstruo que se ha visto en pantalla. Sobre esta misma escena, pero en un sentido muy diferente, recomiendo revisar la genial parodia de Mel Brooks ("El Jovencito Frankenstein"), en la cual aparece un divertido Peter Boyle como la criatura y un espléndido Gene Hackman como el ciego. Escena de una hilaridad suprema, y con veneración al clásico.
Como indicamos anteriormente, respecto al maquillaje facial y al abrigo que porta la criatura (en esta versión de 1994) cuando sale a enfrentarse a la sociedad y al mundo, la principal inspiración para ese aspecto del rostro y esa indumentaria, está en la primera película de la Hammer sobre el tema (la ya citada del '57). Quizás, otro homenaje del director, como británico que es.

En resumen, no está del todo mal, pero pudo ser un producto muy superior. Esta versión queda un poco ahogada por la fastuosidad y el efectismo impuesto por su director. Es decir, acá prima la forma sobre el fondo.
KRIVO
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La mentira de Lance Armstrong
Documental
Estados Unidos2013
7,2
1 759
Documental, Intervenciones de: Lance Armstrong
9
16 de julio de 2023
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Sobre la figura de Lance Armstrong se han realizado películas y documentales, de distinto calibre, pero todos siempre muy interesantes de ver y más si somos aficionados al ciclismo.
Este de Alex Gibney es un documental honesto, franco e impactante, en el cual el mismo realizador nos revela el giro que toma debido al destape noticioso del "caso Armstrong". Lo que iba a ser casi una apología de un triunfador que llegó al Olimpo, termina siendo una denuncia sobre ese mismo ganador, después caído a los infiernos.
Todo con un halo de veracidad y realismo que atrapa. Es un producto muy bien realizado, yo diría técnicamente irreprochable, ágil, y que mantiene vivo el interés a lo largo de su desarrollo. Cubre adecuadamente diversas etapas de la vida del ciclista estadounidense, develando incluso su lado más humano y vulnerable, la ausencia de padre, el rol de una madre participativa y motivadora y su desmesurada ambición por ganar desde muy joven, cuestión que será clave en la construcción de su personalidad y carácter, a través de toda su carrera.

Hay que aclarar para los no seguidores del ciclismo mundial, que Lance Armstrong, antes de ganar el Tour de Francia por primera vez en 1999, ya había sido Campeón del Mundo en Ruta, además de otros importantes logros. Por lo tanto, no era ningún advenedizo en el ciclismo de élite. Sólo que se propuso ir a competirle (y ganarle) a los europeos en su propio terreno, procediendo de un país (EEUU) que muy poca historia tenía en el ciclismo mundial.

Entonces se involucra en el tema del doping como un proceso científicamente planificado a cargo de especialistas. Porque triunfar en el evento deportivo más exigente del mundo, con un rigor casi sobre humano, sin ayuda, es prácticamente imposible. Eso el estadounidense lo sabía y la ha sabido el pelotón de corredores desde siempre. Obviamente, no es una práctica nueva, al contrario. Sólo que Armstrong empezó a hacerlo de una manera mucho más eficiente. Demoledoramente efectiva.

Que se muestre o se perciba al ciclismo como el único deporte, o el más contaminado, con el flagelo del doping, es una idea errónea e injusta, cuando, en realidad, son muchas las disciplinas deportivas que recurren a sustancias químicas para incrementar el alto rendimiento. De eso hay abundante evidencia y bullados casos. Al respecto, véase el excelente documental "Icarus", por nombrar sólo uno.
Pero ese es un tema más de fondo, y que dice relación con los múltiples intereses que giran en torno a las competiciones deportivas de nivel mundial, la obsesión por el triunfo y la institucionalización de ciertas formas de alcanzar victorias y medallas. Es todo el deporte comercial y los contratos millonarios de insumos deportivos, de bicicletas, zapatillas, vestuario, equipamiento, accesorios, etc. que están asociados al rendimiento y a la televisión. Esto seguirá ocurriendo y es imparable.
Y respecto a cierta hipocresía sobre el tema de las drogas en el ciclismo (y el deporte de alto rendimiento en general), cito la mítica frase del antiguo ganador de 5 Tour de Francia, el francés Jacques Anquetil: "El Tour no se gana sólo con agua mineral".

Hay que tener en consideración que los estimulantes y sustancias químicas para mejorar el rendimiento en el ciclismo, lo hacen en un 10 % aproximadamente. Cifra que, para los ciclistas "normales", es decir, aficionados, incluso avanzados, pero no profesionales, es poco. Muy poco. Pero para los pedaleros profesionales, y especialmente los de punta, un 10 % es mucho. Demasiado. Simplemente es la diferencia entre ganar o perder. Entre estar o no estar en el podio.

Por otra parte, no cualquier ciclista de élite estaba o está capacitado (aún con un programa intenso de dopaje) para llegar a la cima del Tour y mantenerse ahí varios años. Armstrong era físicamente un portento de la naturaleza (no en vano pudo superar una enfermedad devastadora) y reunía unas condiciones extraordinarias para el ciclismo de alto nivel, en términos de fortaleza y elasticidad muscular, generación de potencia (medida en vatios), capacidad pulmonar, consumo de oxígeno, irrigación sanguínea, tolerancia y recuperación frente al esfuerzo, etc.
Todo aquello era la sólida materia prima de la que dispuso el médico Ferrari, para aplicar sus teorías fisiológicas del ejercicio, extender los límites de la capacidad humana (como era su obsesión científica) y construir un fenómeno deportivo de laboratorio. Fue capaz de triunfar no una, sino varias veces (hasta 7, logro inédito) en la más extenuante competencia del ciclismo mundial.

La pregunta es ¿Por qué, después de ser Armstrong despojado de sus 7 títulos, no le dieron las victorias al corredor que salió segundo, al tercero o incluso al cuarto de cada versión del Tour ganada por el texano? Se decía por entonces, que para encontrar un competidor "limpio", había que retroceder unos 10 ó 12 puestos en la clasificación final.
Entonces ¿era Armstrong el villano casi de terror que han pintado? No. Sólo hizo mejor lo que la gran mayoría hacía y que pertenecía a los códigos no escritos de la disciplina y de la competencia.
El punto es que cometió una inmensa equivocación al retornar a la carrera francesa en 2009, impulsado por su desmesurada ambición, al querer demostrar al mundo que podía volver a ganarla, estando “limpio”. El propio Lance confesó años después, que ese fue su principal y fatal error. El regreso, cuando no tenía ninguna necesidad de hacerlo. Se aprecia en el documental claramente.

Pero está lo otro. Lo que queda para el público y la posteridad. Su gran falla fue faltar a la verdad y persistir en mantener una mentira por tanto tiempo, enlodar a otras personas y la imagen de su deporte, escudándose en su condición de benefactor social.
KRIVO
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8
10 de julio de 2023
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La primera sensación que me produce el ver The Program, como aficionado al ciclismo hace décadas, es que la película me entretiene desde el minuto uno hasta los créditos finales. La he visto unas cuantas veces y probablemente volveré a verla de vez en cuando. Por lo tanto, mi apreciación tiene una dosis de subjetividad.

Cuenta una historia apasionante y reveladora, que todos los aficionados al deporte del pedal obviamente conocíamos (y bien). Pero como hay y se realizan pocas películas sobre ciclismo, sobre todo modalidad de ruta, bienvenida sea ésta, con sus fortalezas y debilidades.
Muestra la cruda realidad del doping, pero además de eso, es una historia sobre el poder y la manera de conservar ese poder. Cuando llega Armstrong al ciclismo, evidentemente el doping era una práctica histórica. Sólo que él y su equipo empezaron a hacerlo mucho mejor.
Esa manera finalmente fue develada a través de una investigación judicial y periodística y la posterior confesión de los propios ciclistas implicados.

¿Algunos reparos como película? Puede ser cuestionable que se pretenda mostrar o quede la sensación de que el deporte de las dos ruedas silenciosas, sea el único o el más contaminado con el flagelo del doping, cuando, en realidad, son muchas las disciplinas deportivas que recurren a sustancias químicas para incrementar el alto rendimiento. De eso hay abundante evidencia y bullados casos. Al respecto véase el excelente documental "Icarus".
Pero ese es un tema más de fondo, y que dice relación con los múltiples intereses que giran en torno a las competiciones deportivas de nivel mundial, la obsesión por el triunfo y la institucionalización de ciertas formas de alcanzar victorias y medallas. Es todo el deporte comercial y los contratos millonarios de insumos deportivos, de bicicletas, zapatillas, vestuario, equipamiento, accesorios, etc. que están asociados al rendimiento y a la televisión. Esto seguirá ocurriendo y es imparable.
En la cinta de Frears, sólo tangencialmente se hace esa reflexión conceptual, para centrarse más bien en el denominado “programa de doping más sofisticado en la historia del deporte mundial”, con un tono de denuncia y algunos elementos de documental. Y respecto a cierta hipocresía sobre el tema de las drogas en el ciclismo (y el deporte de alto rendimiento en general), cito la mítica frase del antiguo ganador de 5 Tour de Francia, el francés Jacques Anquetil: "El Tour no se gana sólo con agua mineral".

Puede también cuestionarse la poca profundidad que se da a la vida privada de Armstrong, previa a su enfermedad de cáncer y a su primer triunfo en el Tour de Francia. Su infancia y adolescencia sin padre, su formación a cargo de una madre participativa y motivadora, lo cual marcó su personalidad.
Puede uno, finalmente, tener reservas con el poco énfasis que se da a la causa que, en rigor, desencadenó el descubrimiento de todo el minucioso y elaborado plan que Armstrong había desarrollado para ganar sus 7 Tours. Esa causa no es otra que el retorno de la estrella estadounidense a la carrera francesa en 2009. Impulsado por su desmesurada ambición, quiso demostrar al mundo que podía volver a ganarla, estando “limpio”. El propio Lance confesó años después, que ese fue su principal y fatal error. El regreso, cuando no tenía ninguna necesidad de hacerlo.
Pero también debo señalar que, de haber considerado o profundizado en todo lo anterior, resultaría una película de más de 3 horas de duración.

Dentro de lo cinematográfico propiamente tal, destaco de inmediato la brillante y carismática interpretación de Ben Foster. Su aplomo, sus silencios, sus sonrisas decidoras, su discurso manipulador, su ejercicio de autoridad y poder en el pelotón, incluso su habilidad arriba de la bicicleta, le dan un enorme verismo a su rol de Lance Armstrong. Para premiarlo. Su performance eleva notoriamente la puntuación de la película.
Del mismo modo, Chris O'Dowd está muy convincente como el agudo y pertinaz periodista que no le pierde pisada al campeón. Jesse Plemons está notable como el ciclista estadounidense Floyd Landis y Guillaume Canet se ve muy metido en su papel como el médico Michele Ferrari (un genio de la fisiología del ejercicio), líder de todo el proceso, el cual es llevado desde un enfoque rigurosamente científico, lo que explica su enorme efectividad. Denis Menochet está muy creíble como el entrenador del equipo. ¿Dustin Hoffman? Episódico, con su acostumbrado oficio, pero su pequeño rol no da para el lucimiento.

Con un comienzo espectacular, y que deja en claro para el público general cuál es el evento deportivo más duro del planeta, la película tiene gran ritmo, una dirección ágil, alterna imágenes reales de archivo (que son una delicia para los aficionados al ciclismo) con otras recreadas con magnífica interpretación actoral. Presenta a los personajes de manera dinámica y va creando interés, en una trama bien urdida que va in crescendo, con algunos giros interesantes. Muestra adecuadamente el mundo interior del ciclismo de élite profesional, sus códigos, sus prácticas, sus mitos y el entusiasmo desbordante de los aficionados por un deporte que tiene mucho de épica. También hay espacio para el drama, la emotividad y el lado humano de los corredores y especialmente de Armstrong (al frente de su Fundación, cómo enfrenta su enfermedad, etc.), mostrando una ambivalencia que puede parecer desconcertante.
Me gustó también la música, contribuye a crear un clima atractivo reforzando el notable ritmo de la película.

En resumen, un buen producto en general, considerando que no es nada sencillo hacer una película que tenga al ciclismo profesional como foco (y en realidad, a cualquier deporte de alto nivel, recreando a los deportistas con actores), sin caer en el documental puro y duro.

Trama y desarrollo = 7.0
Guión = 7.0
Protagonista principal = 10
Protagonistas secundarios = 8.0
Fotografía = 9.0
Música = 8.0
PROMEDIO = 8.1
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
KRIVO
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4
10 de julio de 2023
Sé el primero en valorar esta crítica
El tema es interesante, no cabe duda. Pero vi la película, y desde el desafortunado título, ya me pareció, estereotipada y desenfocada. Además, una pareja de "viejos", interpretada por actores jóvenes, ¿Qué significa esto? Se puede interpretar como una exploración actoral, un trabajo de experimentación. Pero el resultado no es satisfactorio. Le resta credibilidad, ese “experimento” no convence, al margen de la buena labor de ambos (como actuación).
Por otra parte, esta pareja de adultos mayores mantiene una mala relación de convivencia, llena de tensiones, son dos personas casi desagradables el uno para el otro, no tienen tema de conversación, lo único que comen es pan con tecito. Es la pobreza, se entiende el contexto, pero es una visión deformada de las carencias. No conversan, no hay reflexión, no hay interacción, más allá de la simplicidad y precariedad de lo cotidiano. Queda esbozada una crítica social, pero es epidérmica.
En la película no hay casi nada de lo que podría haber, tratándose del tema del envejecimiento. Sólo lugares comunes (de hecho, esa película argentina, con tal nombre, es un producto muy superior sobre la misma temática).
Sólo al final la cinta sube peldaños con un buen clímax dramático, más que nada por el buen hacer de los protagonistas.

En resumen, una oportunidad desperdiciada para hacer una película mucho más profunda, con mayor sentido, más existencial si se quiere, y de todas maneras más entretenida, acerca del conflicto gerontológico y sus variadas aristas. Y sin tanto estereotipo esterilizante.
Termino con una frase del antropólogo Ashley Montagu: "La idea es morir joven, lo más tarde posible". Eso me interpreta mil veces más que esta película fallida.

Trama y Desarrollo = 3.0
Protagonistas = 7.0
Fotografía y Ambientación = 4.0
Música = 3.0
PROMEDIO = 4.25
KRIVO
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7
12 de junio de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película bastante entretenida y muy de la cultura estadounidense. Un producto totalmente “Made in USA”, que cumple con su objetivo principal.
Traslada los códigos del western a las carreteras, aunque presenta ciertas incongruencias y varias escenas con actos inverosímiles, que podemos soslayar en aras de la diversión a toda velocidad, a toda máquina, a toda destrucción y a toda cámara lenta. Es de Peckinpah.

Entonces ¿Es un tipo de western urbano, cambiando caballos y diligencias por camiones y autos? En cierta forma sí, podríamos hacer la analogía.
Mantiene al sheriff, aunque aquí claramente corrupto y con un sentido de la “ley y la justicia” particular e interesado. Muy diferente al espíritu “impoluto o modélico” de los sheriffs del western clásico. Mantiene a los vaqueros que se saltan y agreden a quienes representan la ley y tienen su espíritu de libertad, sus propias "normas" y su forma de arreglar los problemas (los camioneros). Incluso, aparece el salvataje desde la cárcel de uno de los compinches del líder. Mantiene el saloon (el bar) y las peleas por motivos baladíes y los escenarios naturales, obviamente modernizados acorde con la trama. Aparece nuevamente México como "la tierra prometida". Mantiene el trato a las mujeres (bueno, en esto último, me refiero principalmente a Peckinpah).

La historia es muy simple y mucho se señala en las críticas (especializadas y no), que se basa en la letra de una canción country muy de moda en los ’70. Eso a estas alturas es anecdótico.
Yo veo que no tiene una trama seria ni menos contundente. Por el contrario, es una historia muy básica.
Si queremos encontrar algún motivo o justificación para la abundante acción, persecuciones de vehículos policiales y disparos múltiples, excelentes imágenes de los camiones en carretera, autos saltando y chocando por todas partes, destrucciones varias (propio de las películas y series de TV de la época), remontémonos al inicio de la película.
Vemos el pequeño grupo de camioneros que reclaman contra el bajo límite de velocidad en carreteras que se ha impuesto, lo que consideran algo obsoleto y perjudicial para sus intereses como transportistas. Y empiezan a hartarse y reclamar por las presiones y la persecución que el despótico sheriff realiza hacia ellos. Hasta ahí el nudo simple y elemental de todo.
Pero después se van uniendo más y más camiones por el solo hecho de viajar en caravana (“es más divertido” dicen) sin reivindicaciones claras, salvo el límite de velocidad en algunos casos explícitos, y posteriormente, liberar a uno de los suyos. Así hasta formar un largo convoy de casi 2 kilómetros de largo.
Es ahí cuando son descubiertos por la prensa y por los políticos de turno (en vísperas de elecciones) para utilizar el aparente “movimiento social” en beneficio propio. Y llegar al Senado como representantes de sus demandas sindicales, presentando incluso ante la Casa Blanca dichas supuestas reivindicaciones.

Nada más lejos de la realidad. Esos camioneros no tienen esa conciencia política ni de clases. Sólo quieren la libertad de tránsito a la mayor velocidad posible, para efectuar la mayor cantidad de viajes factible. El pseudo líder Duck (y su icónico pato de goma), un buen Kristofferson en su mejor papel en manos de Peckinpah), no es representante de nada. Sólo de sí mismo, pero el resto empieza a seguirlo. Ni él se asume como cabecilla; los hechos lo van empujando. Hasta su desquiciamiento total. Su aparente lugarteniente, un opaco y secundario Burt Young, que apenas habla, solo sigue a su “jefe”.
Ali Mac Graw, con un look diferente, pero siempre atractiva y sensual, que con motivos fútiles se sube a la máquina de Duck, poco aporta a la historia. Pudo haber sido un interesante contrapunto o incluso una especie de consejera para él, pero nada de eso. El director, eso sí, se solaza mostrando las esbeltas piernas de Ali, y nos regala esa magnífica escena inicial llena de sex appeal, que más parece un spot comercial de los buenos.
Un logrado papel de Ernest Borgnine, como el rudo, irascible y barrigón sheriff que acosa a los camioneros, los presiona, los humilla, exige sobornos, los va desquiciando paulatinamente, empezando por su líder. Secundarios correctos, pero nadie de ellos queda para el recuerdo.

Pareciera que Perckinpah con este producto quiso mofarse de ciertos convencionalismos estadounidenses (y cuestionarlos). Del mundo de las carreteras y los camioneros (como potencial grupo de presión), los códigos de la política, los medios de comunicación de masas y el show de la TV, hasta de los evangélicos. En cuanto a la policía, tema aparte. Los representantes de la ley se ven inoperantes y ridiculizados por los camioneros, quienes son hasta vitoreados por el público.
La película tiene un tono de broma permanente, muy acorde con la ligera y simpática música. La cinta en general, no se puede tomar muy en serio. No hay temas de fondo (pudiendo haberlos), no hay conflictos trascendentes (pudiendo haberlos). Sólo individualismo, un aire de libertad en las carreteras, un “hago lo que quiero, nadie me detiene”, y un aparente espíritu de cuerpo en estos transportistas.
Fíjense en la pelea del bar. Creo que todos los actores y extras ahí lo pasaron fenomenal. Lo inverosímil de las acciones era lo de menos. Es la diversión y los mamporros lo que importa.

La película tiene algunos estupendos planos generales, y en resumen, es todo un divertimento y una gran risotada. Esto se confirma en el cierre, con la carcajada de Bornigne, que no puede creer lo que ve (véase spoiler). Este cierre me parece un símbolo del espíritu de la película.
"Convoy" entretiene y se entiende que fue la más taquillera en la trayectoria del director californiano. Fines de la década de los ’70, al parecer anticipó cierto tipo de cine que venía. Y que llegó.

Trama y Desarrollo = 7.0
Personajes principales = 8.0
Personajes secundarios = 5.0
Música = 7.0
Fotografía y ambientación = 8.0
PROMEDIO = 7.0
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
KRIVO
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