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Críticas de Chris Jiménez
Críticas 2 192
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
10 de mayo de 2024
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Los escarpados acantilados de Cimadevilla, las olas de un mar embravecido rompen la calma del increíble paisaje asturiano, un mar de furia que de algún modo anuncia tragedia.
Mientras tanto los peces rojos dan vueltas y se dejan arrastrar por la fuerte corriente, hacia un destino fatal...

El destino fatal y los pobres miserables que lo viven. José Antonio Nieves Conde vuelve a las aguas turbias, mugrientas del cine criminal en el cual se ha hecho un nombre como uno de los más brillantes realizadores de la Historia universal; llega al ambicioso proyecto de “Los Peces Rojos” igual que les sucede a muchos de sus personajes, por la casualidad y la influencia de otras personas. Y el principal era Carlos Blanco, un señor que podía situarse entre los mejores guionistas de su generación y que concibió una historia casi como una extensión de la de “Los Ojos dejan Huellas”, dirigida por José Luis Sáenz de Heredia.
Intrincada, compleja, una historia que admiraba y que pasó, en un proceso largo, pesado e incluso surrealista, por muchas manos antes de llegar de rebote a las del segoviano, y el tiempo que permaneció en EE.UU. contratado por compañías del calibre de Columbia y RKO le permitió acercarse a Joseph Mankiewicz, Jack Cardiff y otros, pero, como era habitual en su carrera, la suerte no le acompañó, y en este caso tampoco el presupuesto necesario. Y su terrible desconfianza a que se metiera de por medio Nieves Conde tiene su justificación en la jugarreta que le hizo con el guión de “Llegada de Noche”, donde cambió parte del diálogo sin avisarle...

Ahora la situación era distinta, ya no había permiso para cambiar una sola coma de un libreto tan codiciado y en el que tanto se volcó, aunque hubo cosas que inevitablemente se volvieron en contra del autor. La estructura, gracias a Dios, no, iniciada como la concibió, en las calles de ese Gijón nocturno y azotado por una tormenta, al que llegan la pareja Hugo e Ivón para pasar unos días; hay algo un poco extraño en este prólogo, un tercero en discordia, un joven hijo llamado Carlos a quien escuchamos interaccionando con los otros dos, y sin embargo nunca se persona en pantalla.
La narración se corta y entonces nos hallamos en mitad del caos, a la mujer desesperada vociferando por las calles, al padre sobre el Cerro de Santa Catalina con la mirada clavada en las rocas: ese hijo al que no vimos ya no lo veremos porque se ha caído por el acantilado. Entonces esta es una intriga policial, pensamos; detectives a la manera clásica del “noir”, con sus gabardinas, sombreros, cigarros en la boca, se arremolinan alrededor de la pareja y hacen preguntas...y de repente algo cambia en el ambiente; Ivón cesa sus lloros, la tensión se disipa, parece todo esto estaba hurdido desde hacía tiempo.

Aunque la mujer vuelve a su estado natural Hugo siente un peso encima...y aquí empieza a urdir su trampa el inteligente guión, que vuelve a interrumpir el presente, pero esta vez para mandarnos a un tiempo pretérito. Nieves Conde participa en el juego con su técnica, brillante: la cámara se acerca a Hugo y su voz es la que da pie al “flashback”, vamos a escudriñar en su mente por una razón muy importante que ya sabremos. Ahora es otra historia, la de este escritor frustrado interpretado por el gran actor mexicano Arturo García y la de su novia, bailarina de un espectáculo un tanto cutre.
A ésta, aunque la iba a encarnar Aurora Bautista, le presta su dura belleza Emma Penella (y Blanco le da el nombre, en su versión castiza, de una de las “femme fatale” por excelencia, Yvonne de Carlo). Nos instalamos así en la crisis de la pareja, en un Madrid que (excepto por una espectacular panorámica a plena luz del día) sólo visitaremos a través de sus bares llenos de humo, salas de fiestas, callejuelas desiertas y apartamentos nada lujosos, un Madrid de romántica fantasía negra, tal como lo ve Hugo, pero es reprendido por su editor, que prefiere seguir la moda del momento y contar la realidad tal como es, cuando él lo que precisamente desea es escapar de su realidad, la despreciable y sucia realidad.

Todo rastro de “thriller” policial se esfuma y esto se asemeja más a un melodrama psicológico con ecos de James Cain e Ivón de mujer fatal al convertirse en el conflicto entre dos hombres: Hugo y Carlos, que al parecer la anhela y desea. Cuesta creer que la censura permitiese la relación de una mujer a dos bandas con un padre y su propio hijo, pero sí, sucede, y el motivo es que no se consuma, porque éste sigue sin aparecer. Carlos, objeto de misterio, del que ya sabemos gracias al prólogo que ha sido víctima de un complot familiar perverso. ¿Los celos lo propiciaron?, ¿una infidelidad que no vemos en pantalla?, ¿o un asunto de dinero?
Pero antes de enterarnos las olas vuelven a romper la ilusión, y volvemos donde estábamos, a la investigación policial, aunque una de las mejores cosas del guión es que Blanco no sólo nos revela secretos por medio del acceso al pasado, sino también gracias a los hechos presentes. Ahora lo que importa es la presencia de un dinero que iba a ser heredado por el hijo, así que nuestras sospechas son confirmadas; las luces y sombras físicas de Nieves Conde esconden otras sombras que se destapan poco a poco, pasándose el protagonismo a los dos policías encargados del caso...

(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)

Un ejercicio desafiante y estilizado (no pocas ovaciones merece la puesta en escena y la fotografía de Francisco Sampere) que sabe equilibrar de maravilla el suspense, la violencia, la tensión, el duro drama social, el melodrama negro, la intriga policíaca y su toque de horror psicológico...y que, claro, fue más allá de lo que el público español de la época pudo soportar (el no acostumbrado a este cine, el vulgo, para qué mentir).
Por eso fracasó en taquilla, pero el tiempo no tardó en colocarla entre los títulos imprescindibles de nuestro cine.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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8
10 de mayo de 2024
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Noche cerrada, lluvia torrencial y terroríficos relámpagos. Dos hombres, dos médicos, echando por tierra cualquier valor relacionado con la humanidad, y todo con un único motivo: contribuir a la ciencia.
Los caminos que por ella puede tomar el ser humano son oscuros e incomprensibles...

No podría ejemplificarse mejor este pecado que en el relato del gran Louis Stevenson “The Body Snatcher”, publicado en 1.884 y que utiliza de base hechos tan espeluznantes como el saqueo de tumbas y los asesinatos llevados a cabo por William Burke y William Hare para el eminente científico y maestro de anatomía Robert Knox, en una Edimburgo donde la primera práctica estaba a la orden del día. El autor le pasa el testigo a otro doctor, Wolfe MacFarlane, asistente de Knox, y nos cuenta, a través de la voz de un narrador que se menciona en primera persona, la manipulación al joven doctor Fettes, quien va perdiendo poco a poco sus valores morales...
Un material perfecto para una película de terror audaz. Eso pensó Val Lewton, el hábil autor y productor de títulos de bajo presupuesto para RKO, y además el salvador del sr. Boris Karloff después de su exilio de la Universal; sin embargo el material original parece demasiado audaz incluso para la serie “B”, así que el guión de Philip MacDonald y Lewton va a incluir una serie de detalles que, de algún modo, arrojan una luz a la oscuridad podrida en la que nos hundía Stevenson. Detalle que sobresale desde el primer momento: la presencia de una niña parapléjica y cuya madre suplica a MacFarlane para que la opere.

Por supuesto no existía ninguna pobre niña que tuviera que ser salvada; el personaje de Fettes se muestra aquí en su juventud, al contrario que en el relato, donde le vemos demacrado por la edad y el alcohol; y MacFarlane parece asumir el papel del dr. Knox, ya que acepta al anterior como su asistente. El cambio más sustancial es el de John Gray, quien originalmente tenía un papel muy reducido a pesar de su estrecha relación con el doctor, pero todo esto cambia ya que le da vida Karloff, y así él se convierte en el protagonista de la historia, quitándole ese privilegio a Fettes. Pero no es que sólo sea el protagonista...
Por obra y gracia del actor, que tal vez nos regale aquí la mejor interpretación de su vida, Gray es algo así como un maestro de ceremonias, un titiritero del Mal que domina a los demás personajes con su pérfida presencia e ingenio depravado; pero es curiosa la forma en que aquí se repara la maldad, porque MacFarlane es la imagen de la moral corrompida, sin embargo los cuerpos que usa en sus experimentos gracias a su colaboración con Gray, quien los sustrae del cementerio, tienen un fin redentor: liberar a una niña de su parálisis. Quizás resulte más perverso este detalle del guión, que hasta ella percibe, de ahí su imposibilidad de andar tras la operación.

La trama entonces se centra en el duelo entre Gray y MacFarlane, en el control que el primero, cual brujo de cuento de horror, ejerce sobre el segundo, quien sigue la inhumana práctica no sólo de usar cadáveres para sus clases de anatomía, sino personas asesinadas; y cuesta creer que un tema tan sórdido y moralmente deplorable fuese tratado en aquel momento, con la estricta censura de Hollywood en su apogeo, por lo que el film posee ese espíritu desafiante que tenía el cine pre-Código Hays (pero, de nuevo, el relato de Stevenson es más cínico y pesimista porque no hay ninguna niña de por medio).
Robert Wise, al inicio de su carrera y tras haber servido en RKO como asistente y editor, filma prestando una atención especial a las atmósferas, cada vez más opresivas e inquietantes conforme el malévolo poder de Karloff crece sobre el resto de individuos; el rastro del horror gótico clásico y las sombras del expresionismo son el atractivo de fondo para una historia que no pierde el tiempo en artificios baratos, ni muertos vivientes, ni criaturas de fantasía, sino en el puro y genuino terror psicológico, donde la presencia del Mal es algo tangible y la ciencia la siniestra quimera que lleva a la degradación del alma y la mente.

Las muestras de cinismo, crueldad, obscenidad y bajeza moral de esta película causan una sensación de continuo malestar, reforzado por la sonrisa perpetua en el rostro de Gray, un Diablo humano, y la frialdad del carácter de MacFarlane, que tras un acto terrible acaba inevitablemente convertido, y ya para siempre, en el reemplazo del mismo Gray, quien sigue consumiéndole aun sin estar presente en estado físico. La total sumisión del primero a su control durante el intenso clímax, a bordo del carruaje y bajo el violento temporal, logra algunos de los momentos más memorables del cine de terror de todos los tiempos.
Sin embargo el Fettes de Russell Wade es un tipejo sin carisma, un cero a la izquierda demasiado ingenuo y también cínico, pues mucho se queja ante su maestro del reprochable negocio con Gray pero luego se olvida de ello, como si tal cosa; su análogo literario se presenta atormentado y reflexionando sobre cómo la manipulación de MacFarlane le está cambiando, hasta volverse igual que él. Otro fallo horrible del guión es la participación de un algo débil Béla Lugosi, en su última película junto a Karloff; evidentemente él debería haber sido MacFarlane y no Henry Daniell (aunque hace un papel brillante), así el duelo entre ambos actores habría sido antológico.

Además, para acabar reducido a un personaje tan torpe y con esa nula trascendencia en la trama (tampoco existe en el relato) hubiera sido mejor que ni aceptara la oferta de Lewton.
Por su parte “The Body Snatcher”, ayudada por una divertida (y algo macabra) campaña de publicidad, fue un éxito de taquilla, aunque no se libró, como es comprensible, de ser atacada en varias ciudades por sus temas y violencia, obligando a la productora a censurar algunas escenas.
Chris Jiménez
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7
8 de mayo de 2024
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La anciana se sienta sobre la hierba y observa los vastos campos que se extienden frente a ella; entonces mira sus manos, sus arrugas, y piensa en los años que han pasado...
y de repente nos precipitamos al interior de sus viejos recuerdos, como llevados por la corriente de un apacible río.

"Deseaba poder representar la esencia de la emoción y el afecto de los coreanos, que fluyen en el corazón como una célula viva, y al mismo tiempo la belleza de nuestra tradición y cultura", dijo Chang-Ho Bae sobre la ardua peripecia de la película con la que inició el nuevo siglo tras algunos años retirado de la industria desde la realización de "Love Story", reconstrucción de su propia vida y de su matrimonio con la actriz Yu-Mi Kim, que ellos mismos protagonizaron y que acabó suscitando algunas duras críticas por su supuesta "autocomplacencia y egolatría" y por ir en contra de los gustos del público.
Y cuando todos daban a este veterano, pilar del cine surcoreano en los '80, por perdido, llegó con esta pequeña gran producción bajo el brazo, financiada de su bolsillo y cuyo guión escribió junto a su esposa, inspirándose en anécdotas de las vidas de sus madres y abuelas. "Jeong" se hunde en las raíces de una tierra y una forma de vida, desde mediados de la década del '10, cuando el país se halla bajo dominio del Imperio japonés, pero Bae, a pesar de enseñarnos cosas como las bodas tradicionales y la condición de las mujeres en el seno de los hogares privilegiados, se abstiene de ofrecer cualquier comentario de tipo político o social demasiado espinoso...

De hecho la historia de la protagonista es universal y aplicable a cualquier tipo de cultura...lo malo de ella se desarrolla alrededor de la primera media hora, que sigue su matrimonio, siendo tan solo una adolescente, con el heredero de una familia despiadada. Este tramo es insoportable, demasiado largo y suficiente como para querer abandonar la película, porque nada agradable resultará al espectador contemplar la pasividad de una chica ante la inutilidad de un subnormal al que debe llamar esposo mientras su madre la maltrata constantemente por la más mínima falta; es aún menos comprensible que aguante una década en esas cuatro paredes entre golpes, gritos y, para colmo, infidelidades.
Ojalá el guión se inclinase a tener en cuenta la sensibilidad del espectador y permitiese al personaje huir a las pocas semanas, no después de años de martirio, pero así lo quiere Bae, para hacer hincapié en el tremendo sacrificio por el que debían pasar las mujeres de aquellos tiempos, una mirada no muy distinta de la de Yi-Mou Zhang, y que se extrapola a diferentes experiencias revelando la película su dimensión episódica. En este sentido Soo-Ni recuerda más a las heroínas ordinarias de Kenji Mizoguchi, y concretamente a Oharu, cuya vida también transcurría "en capítulos", aunque sin tocar el tema de la explotación sexual.

En realidad, aunque observemos a la protagonista enfrentándose a situaciones difíciles (igual que Kim, quien la encarna de un modo magistral y aguantó unas condiciones bastante miserables durante el rodaje), Bae no se regocija en aspectos sórdidos, él sólo observa la evolución interior de una mujer que, pese a soportar una durísima juventud, es capaz de empatizar, comprender y mostrar afecto por quienes se acercan a ella. En lo que más se relaciona con el maestro japonés es en sus descripciones implacables sobre los hombres, que son cobardes, mentirosos, infieles, brutales o simplemente idiotas.
Se suceden otras dos experiencias en el viaje a ninguna parte de Soo-Ni, más extensas en la trama: su extraño noviazgo con un alfarero y vendedor iniciado desde el secuestro y que tendrá una conclusión inesperada y su encuentro con una joven madre (la estrella Yoo-Sun Yoon) que huye de su marido, quien la ha vendido en una apuesta. Esta 3.ª y mejor parte, con ella prostituyéndose por su propia voluntad para pagar el cobijo y la comida que Soo-Ni le ofrece amablemente, ejemplifica de mejor manera el coraje de las mujeres contra la tiranía de los hombres y una de las principales filosofías del cine de Bae: que los infortunios que trae la vida, tan inesperada y convulsa, siempre pueden verse compensados por gestos o incidentes reparadores.

Por otra parte la forma de emplear las estaciones y el clima es una de las mejores bazas de la película, pues se corresponden con las sensaciones interiores de los personajes, uniéndose a esto el brillante uso de la música de Seong-Jae Lee, quien conmueve con sus bellas composiciones sin importar lo sentimental de su estilo para que las imágenes golpeen con más fuerza al público.
A nivel superficial "My Heart" no podría ser una historia más sencilla, pero su interior está colmado de intensos sentimientos, de pura humanidad y reflexión sobre el paso del tiempo, la fidelidad, el amor y las costumbres, además posee algunos giros argumentales sorprendentes y, porque decirlo una vez sabe a poco, una actuación soberbia de Yu-Mi Kim y una banda sonora que podría haber ganado un Oscar. No en vano, aunque con un estreno discreto en su país de origen, fue premiada en algunos festivales internacionales y reconocida por la crítica como el regreso triunfal del director.
Chris Jiménez
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3
7 de mayo de 2024
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Tal vez "Bahía de Sangre", de mejor título original "Reazione a Catena", fue lo más lejos y a lo más violento que el sr. Mario Bava pudo llegar en su carrera.

Aquella desconcertante obra que significó el germen para la mayoría de futuros "slashers", que se desarrolló en el caos por culpa de una producción con múltiples impedimentos (el presupuesto, como siempre, el más importante de todos) y que se ganó la repulsión de la mayoría de críticos se mantiene igual de fascinante en su irrefrenable locura, y su manera de amoldarse a lo que demandaba el horror moderno no pudo ser mejor. Pero volvió a recibir una oferta de Alfredo Leone que le haría dar un paso atrás, y la razón fue regresar a un género, el terror gótico, que en esos comienzos de los '70 estaba un tanto desfasado.
Por supuesto Bava no aceptó de buena gana aquel guión llegado a las manos del productor de puro rebote gracias a otro productor americano, y es que si de algo estaba harto era de las historias dentro de grandes castillos. Sin embargo puede que nunca volviera a tener una oferta mejor, y la oportunidad de rodar en localizaciones reales y no en estudio terminó de convencerle para aceptar viajar a la baja Austria...por desgracia un escenario no lo es todo a veces, y en el caso de "Gli Orrori del Castello di Norimberga" aún menos. Dicho escenario es el bonito castillo medieval de Kreuzenstein, donde va a parar Peter, el anodino protagonista de esta aventura en cuyo comienzo ya se empiezan a reunir todos y cada uno de los estereotipos del género.

Ya tenemos un castillo, un barón que aterrorizó a toda la población siglos atrás, un joven interesado en saber más de él, un empresario restaurador del lugar, una jovencita de muy buen ver (y tanto, es Elke Sommer), un cabeza hueca que cuida el castillo y, cómo no, un conjuro que sirve para despertar a los muertos y del que está claro que Peter y Eva harán uso...cuando podrían irse a hacer otras cosas, pero si algo bueno (y también malo) tiene la película es que en absoluto se preocupa por desarrollar a sus personajes ni por usar una trama secundaria como subterfugio, todo avanza muy rápido y se dirige de frente a la problemática de que despertar a un chiflado que torturaba a un montón de gente y además quemó a una bruja no es muy buena idea...
Pero el imbécil del protagonista considera que es interesante jugar con los hechizos. Esta primera parte, a pesar de las tonterías que desata el guión y de algunas ocurrencias de Bava fuera de lugar ("zooms" descontrolados, tomas en mano horrorosas), posee esa atmósfera extraña y ese estilo del terror clásico. Parece que en efecto vayamos a asistir al conocido espectáculo de apariciones, pesadillas, fantasmas y maldiciones en la línea de aquellas geniales adaptaciones que Roger Corman hizo de los relatos de Allan Poe...pero la magia, la poca que había, se rompe cuando el cadáver del barón Von Kleist sale de debajo de la tierra...

De un agujero en el suelo, no de un féretro ni nada parecido, escena que debería ser inquietante y acaba siendo cutre y ridícula...y sólo llevamos unos 25 minutos. A partir de aquí lo único que sentí fue una desconexión total con la trama, que toma a ese muerto viviente y lo lleva de aquí para allá cumpliendo con la norma del asesino del "slasher". Por estos cauces se mueve la historia, entre el "slasher" de toda la vida y una pizca del terror que aún se mantiene de forma muy endeble, añadiendo a la típica médium que tampoco puede faltar (Rada Rassimov) y que ocupa unos pocos minutos para no volver a aparecer; así, la incoherencia argumental deriva en el caos.
Bava podría haberse apegado a un horror más onírico de atmósferas elaboradas, algo en lo que era un experto, y en lugar de eso tiene al barón correteando por los pasillos del castillo, desmembrando al que se le cruce y acosando a la pobre Sommer, quien protagoniza algunos de los momentos más ridículos de toda su carrera, en particular una larga secuencia en la que el barón la acorrala en el castillo y lo único que hace ella (se supone que es una chica inteligente) es dar gritos durante un tiempo excesivo para mi gusto; pero, y para colmo de lo inexplicable, Peter no sólo llega a tiempo al lugar...¡sino que la volverá a dejar sola, perfecto para que vuelva a caer en las garras del muerto viviente asesino! (¿y cómo ha llegado de un punto a otro sin ser visto?)

Pues así, a este nivel de estupidez, llega Bava, que no repara en mostrarse muy cansado tras la cámara, y por otro lado vemos a Joseph Cotten aún más cansado frente a ella. Sin saber muy bien qué pinta en este desaguisado e imagino que preguntándose cómo de bajo había caído en su carrera, el pobre encarna a un misterioso personaje que quiere adquirir el castillo; la pareja protagonista le relacionará con el barón según unas deducciones un tanto idiotas (lo peor de todo es que tendrán razón, haciendo honor el guión al sinsentido total). ¿Y los policías que dan vueltas sin ayudar a resolver nada?, ¿y la médium, que podría haber tenido más escenas?
¿Y esas soluciones peregrinas que se va sacando el guión de la manga para desvelar la identidad y la debilidad del barón?, ¿y por qué los protagonistas aparecen y desaparecen porque sí cuando son evidentemente necesarios? Muchas preguntas sin respuesta, y cientos más que hay (como por ejemplo, ¿tiene alguna función la niña además de decir obviedades?). A Bava no se le nota nada inspirado, ni siquiera es capaz de regalarnos lo que la traducción al castellano sugiere; en ningún sitio hay orgía de sangre, a lo sumo un par de asesinatos cruentos.

Así que la película, pese a ciertos instantes interesantes (la invocación de la bruja, lo mejor) no funciona ni dentro del "slasher" ni del horror gótico...y eso que al parecer funcionó moderadamente bien en taquilla, en especial en Norteamérica, donde A.I.P., como de costumbre, la estrenó en una versión un tanto "maquillada".
Chris Jiménez
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7
6 de mayo de 2024
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Un monstruo de más de 30 toneladas, armado con tres cañones y tres ametralladoras, capaz de dirigirse a más de 40 km/h en campo abierto y ocupado por cinco hombres protegidos por un blindaje de 90 mm. de espesor con un único objetivo: hacer pedazos al enemigo alemán.
Sin concesiones y sin reparos, porque esto es la invasión.

Aunque en la producción de David Ayer destaquen sobre todo películas de acción intensas, crudas y adrenalínicas, siempre ha estado ligado al género bélico, que consumía desde su infancia; además viene de tradición militar y sirvió en la marina en la época de Ronald Reagan, así que de algún modo "Fury" sirve de tributo a todo lo que aprendió y le enseñaron, inspirado principalmente por el algo controvertido libro de Belton Cooper "Death Traps", donde narraba sus memorias de la 2.ª Guerra Mundial como soldado de la división blindada.
Este puede ser el mayor aliciente para los que somos fans del bélico, porque un servidor al menos nunca ha visto una historia enfocada en dicha división, en la vida de aquellos hombres que a bordo de carros como el M4-A2 Sherman tenían que abrirse camino a través de las filas enemigas, en sus vidas dentro de semejante armatoste. Y Ayer, sin dejar de ofrecer espectáculo al público como buen cineasta de códigos hollywoodienses que es, quería ante todo realismo y originalidad (difícil de conseguir esto) mientras obligaba a su elenco de estrellas a realizar duros entrenamientos para representar el combate ante la cámara de la manera más fiel posible.

Se nos sitúa en los estertores de la contienda, cuando las tropas aliadas asedian ciudades a lo largo del territorio alemán y supuestamente respetando el lema de la Proclamación de Eisenhower "Llegamos como un ejército, no como opresores", con un protocolo establecido para desalojar a los habitantes de manera pacífica...aunque una cosa es lo que los papeles decían y lo que aquellos militares hastiados, sin suficiente suministro, ni preparación ni siquiera munición, hacían en realidad. Desde el primer plano sabemos que esta es una lucha de buenos y malos, y el malo es el tipo que acaba con el ojo apuñalado por un Brad Pitt que sin miramientos se lanza sobre él.
El tanque es un hogar para los soldados "Coon-ass" (repelente Jon Bernthal), "Gordo" (Michael Peña, por eso de añadir color al grupo) y "Bible" (Shia LaBeouf, quien, en su línea, no se llevó bien con nadie durante el rodaje), comandados por el veterano "Wardaddy", mientras fuera la campiña de Oxforshire simula la Alemania en plena ocupación de 1.945. Pero claro, hay que pasar por clichés, y Ayer usa el que menos me gusta: que la historia se cuente desde los ojos de un recién llegado al escenario; el joven Logan Lerman como el mecanógrafo Ellison nos guía a través de esta tierra extraña donde hay que asesinar o ser asesinado y nos presenta a los no muy educados ni sensibles veteranos.

Esta es una maniobra innecesaria y repetida hasta la saciedad unida a una mentalidad muy hollywoodiense: dar al espectador alguien con quien identificarse, cuando sería mucho mejor dejar que por su propia cuenta se identificara con los personajes que considere oportuno, sin verse forzado a ello. Por otro lado, y a pesar de que los alemanes son un enemigo algo impersonal, no existe esa tan criticada propaganda por ningún sitio en "Fury" porque no se esboza a soldados piadosos ni de moral intachable (puede que "Bible" hable de religión cristiana pero, mientras, el sargento (Pitt parece recién llegado de "Malditos Bastardos") obliga al inexperto muchacho a acribillar sin compasión a un alemán arrodillado...).
Lo que hay son hombres hartos de luchar y de morir, que un día estuvieron en la piel de Ellison mientras otro sargento les ordenaba matar; no hay blancos y negros aquí (pero tampoco hacía falta que Ayer me lo justificara por medio de esa escena tan larga, tan incómoda y repulsiva en la que "Wardaddy" y Ellison encuentran a dos mujeres en un edificio y se ponen cómodos en su casa cuando de repente son abordados por los del resto del grupo; suceden muchas cosas durante este corto tramo, se exponen multitud de personalidades, y resulta ser un añadido sin pies ni cabeza porque no guarda ninguna relación con el resto del film).

La trama se construye de una manera casi episódica, hilvanando situaciones, pero dicha escena pareciera que surgió durante el rodaje y el efecto es horrible y desorganizado (no estaría mal que el chico recordara a la pobre Emma al final, pero no, qué más da...) y si Bernthal ya caía mal ahora sólo deseas verle convertido en gravilla por un obús alemán. El último acto (que podría haber abarcado toda la película si se hubiera escrito mejor el guión) se centra en el quinteto y olvida a los demás secundarios: basándose en una de las experiencias descritas en la novela de Cooper, Ayer regresa al bélico menos realista y más aventurero manteniendo en el Sherman a los protagonistas contra una oleada de soldados nazis.
El espíritu de "Doce del Patíbulo", "Hell is for Heroes" o "La Colina de la Hamburguesa" (hay mucho de Vietnam en esta 2.ª Guerra Mundial) lleva el tono y la violencia a cotas casi surrealistas, pero en pantalla esto se traduce en un ruidoso disfrute de cuerpos volando por los aires, proyectiles que iluminan la noche como lásers de "Star Wars" y fuego, carne, humo, metralla y tierra por doquier. Esto es una delicia para todo aquel que sepa apreciar el género en su más espectacular forma; el de Illinois no se anda por las ramas, su estilo es crudo y su ritmo rápido, un digno heredero de artesanos como Siegel o Fuller, que muestra la violencia de frente, sin hacer ascos a la brutalidad.

Por otro lado, al igual que Ford, nos enseña lo que significa la camaradería masculina, la sensación de hermandad en situaciones de pesadilla e inhumanidad.
Al final no hay quien crea que "Fury" pudiera representar un episodio real en ningún momento de la guerra, pero tampoco pierde su mérito de entretenimiento de primera clase.
Chris Jiménez
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