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Críticas ordenadas por utilidad
24 de junio de 2011
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine nunca deja de sorprenderme. Nunca. Pues, a pesar de las toneladas de películas que llevo vistas en mi vida, de vez en cuando me encuentro con alguna sorpresa que descoloca todos mis principios cinéfilos, los cuales creía ya muy asentados. Y un buen ejemplo es "El más valiente entre mil".
No obstante, no es la película lo que me ha sorprendido o asombrado, pues se trata simplemente de un western correcto, crepuscular y desmitificador muy en la línea de otros similares de finales de los 60. Lo que me ha maravillado y fascinado sobremanera ha sido el señor Charlton Heston. Desde siempre, mi opinión sobre Heston ha sido en todo momento la misma y apenas ha cambiado a lo largo de los años. Dicha opinión, la cual supongo que mucha gente corpartirá, es que estamos ante un actor solvente y correcto, pero de unos registros y recursos interpretativos muy limitados (un caso muy parecido al de Tom Cruise en la actualidad), es decir, un actor mediocre, pero muy adecuado para determinados tipos de papeles que borda sin problema.
Sin embargo, en "El más valiente entre mil" me encontré con una espléndida, entrañable y erforzada interpretación de Heston, repleta de matices y de una convicción asombrosa que le permitía lucirse en todo momento con escenas violentas, intensas, dramáticas, cómicas y hasta románticas. Y en todas ellas sale victorioso con total convicción. Francamente no sé a qué o a quién atribuir este mérito de la estupenda interpretación. Lo primero que hace pensar es que Tom Gries ha sabido dirigirlo mejor que nadie y sacar todo su potencial como actor. Sea como sea, lo beneficiarios somos, sin duda, los espectadores.
En fin, que nunca es tarde para rectificar para bien y, aunque me asombre hasta escribirlo aquí, Charlton Heston ha entrado en mi galeria de grandes actores, aunque solo sea por esta película.
www.eldespotricadorcinefilo.com
No obstante, no es la película lo que me ha sorprendido o asombrado, pues se trata simplemente de un western correcto, crepuscular y desmitificador muy en la línea de otros similares de finales de los 60. Lo que me ha maravillado y fascinado sobremanera ha sido el señor Charlton Heston. Desde siempre, mi opinión sobre Heston ha sido en todo momento la misma y apenas ha cambiado a lo largo de los años. Dicha opinión, la cual supongo que mucha gente corpartirá, es que estamos ante un actor solvente y correcto, pero de unos registros y recursos interpretativos muy limitados (un caso muy parecido al de Tom Cruise en la actualidad), es decir, un actor mediocre, pero muy adecuado para determinados tipos de papeles que borda sin problema.
Sin embargo, en "El más valiente entre mil" me encontré con una espléndida, entrañable y erforzada interpretación de Heston, repleta de matices y de una convicción asombrosa que le permitía lucirse en todo momento con escenas violentas, intensas, dramáticas, cómicas y hasta románticas. Y en todas ellas sale victorioso con total convicción. Francamente no sé a qué o a quién atribuir este mérito de la estupenda interpretación. Lo primero que hace pensar es que Tom Gries ha sabido dirigirlo mejor que nadie y sacar todo su potencial como actor. Sea como sea, lo beneficiarios somos, sin duda, los espectadores.
En fin, que nunca es tarde para rectificar para bien y, aunque me asombre hasta escribirlo aquí, Charlton Heston ha entrado en mi galeria de grandes actores, aunque solo sea por esta película.
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7 de julio de 2009
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Leo McCarey es un director muy dotado para la comedia, incluso para el cine romántico, como muy bien han demostrado sus grandes películas. Pero dudo mucho que tenga talento, temple o simplemente artesanía para rodar un buen film dramático. Y este "Hubo una luna de miel" es una buena prueba.
Por una parte es una película que me ha sorprendido muy gratamente, pues esperaba una insulsa comedia, y me encuentro inesperadamente con un terrible drama político y humano ubicado en la Europa del principio de la II Guerra Mundial. Una crítica durísima al nazismo y como fueron invadiendo o anexionando a todos los países de Europa. Un tema muy interesante y que, al menos yo, he visto poquísimas veces en el cine.
Y ahí está el gran error de este film. Pues si Hubo una luna de miel hubiera sido solo una película seria, dramática, concienciada y de propaganda bélica podría perfectamente ser un excelente producto, muy hijo de su época (se rodó en el año 1942, en pleno apogeo de la guerra). Pero todas esas buenas intenciones se quedan en nada con los desafortunados toques de comedia que una y otra vez McCarey mete, incluso con calzador, en la amplia mayoría de las escenas.
Por supuesto que es muy loable intentar buscar un tono desenfadado y divertido a tan gravísimos acontecimientos, y combinarlos para aportar un tono agridulce a dicha historia, de hecho, ahí tenemos la soberbia Obra Maestra de Lubitsch Ser o no ser (1942) con la que este film tiene muchos puntos en común. Pero si la maravillosa película de Lubitsch sale airosa, no se puede decir lo mismo de la de McCarey, pues los inapropiados toques de comedia restan veracidad a la historia global. Y de hecho, reconozco que las escenas más tristes, violentas y dramáticas están muy bien dirigidas y resueltas, pero no encajan de ninguna manera con la ligereza, superficialidad, humor y banalidad de las escenas románticas entre Cary Grant y Ginger Rogers.
Y es que resulta evidente que el poder combinar sabiamente comedia con drama es un talento que no está al alcance de todos, es más, está al alcance de muy pocos.
El Despotricador Cinéfilo
Por una parte es una película que me ha sorprendido muy gratamente, pues esperaba una insulsa comedia, y me encuentro inesperadamente con un terrible drama político y humano ubicado en la Europa del principio de la II Guerra Mundial. Una crítica durísima al nazismo y como fueron invadiendo o anexionando a todos los países de Europa. Un tema muy interesante y que, al menos yo, he visto poquísimas veces en el cine.
Y ahí está el gran error de este film. Pues si Hubo una luna de miel hubiera sido solo una película seria, dramática, concienciada y de propaganda bélica podría perfectamente ser un excelente producto, muy hijo de su época (se rodó en el año 1942, en pleno apogeo de la guerra). Pero todas esas buenas intenciones se quedan en nada con los desafortunados toques de comedia que una y otra vez McCarey mete, incluso con calzador, en la amplia mayoría de las escenas.
Por supuesto que es muy loable intentar buscar un tono desenfadado y divertido a tan gravísimos acontecimientos, y combinarlos para aportar un tono agridulce a dicha historia, de hecho, ahí tenemos la soberbia Obra Maestra de Lubitsch Ser o no ser (1942) con la que este film tiene muchos puntos en común. Pero si la maravillosa película de Lubitsch sale airosa, no se puede decir lo mismo de la de McCarey, pues los inapropiados toques de comedia restan veracidad a la historia global. Y de hecho, reconozco que las escenas más tristes, violentas y dramáticas están muy bien dirigidas y resueltas, pero no encajan de ninguna manera con la ligereza, superficialidad, humor y banalidad de las escenas románticas entre Cary Grant y Ginger Rogers.
Y es que resulta evidente que el poder combinar sabiamente comedia con drama es un talento que no está al alcance de todos, es más, está al alcance de muy pocos.
El Despotricador Cinéfilo
2 de julio de 2009
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
A lo largo de mi vida como cinéfilo (y de mi constante admiración por el cine de John Ford, es decir, por el cine en estado puro) siempre he tenido una gran curiosidad por visionar “El gran combate”, pues es un film del que siempre he leído que fue una obra desdibujada y desvirtuada por los productores, los cuales vilmente masacraron y cambiaron totalmente la idea original de la película tal y como la concibió Ford.
Esto llevaría a pensar que “El gran combate” es una película desequilibrada, fallida, descompensada e incoherente, pero, cual grata ha sido mi gran sorpresa, cuando me he encontrado un film compacto, consecuente, inteligente y nada adulterado. No se cuáles fueron esos cortes que los “malvados” productores hicieron a esta obra tan fordiana, lo que sí sé en que no la desvirtuaron en absoluto, pues mantiene todo el espíritu y emotivo homenaje a los cheyennes, así como al tremendo éxodo al que se vieron obligados. Una obra fordiana genial y crepuscular, impecablemente rodada como era habitual en el Maestro.
Entonces ¿qué es despotricable en ella? pues algo que me irrita considerablemente y que quiebra rotundamente el (hasta entonces) magnífico ritmo de la película. Me estoy refiriendo a ese episodio cómico, metido con calzador, de la partida de poker entre James Stewart, Arthur Kennedy y John Carradine. ¿Qué sentido tiene esos toques de humor en una película tan sería y dramática como esta? puede que la intención de Ford fuese desdramatizar un poco la tensión acumulada y, por eso, mete este numerito cómico. Pero en mi opinión fracasa totalmente, y, esto, sí que desvirtúa la película.
Que el bueno de Jimmy Stewart esté impecable (como siempre en él) haciendo de Wyatt Earp no justifica la existencia de este episodio, pues es un episodio totalmente incoherente en la trama, innecesario, absolutamente prescindible; podría estar metido en esta película como en cualquier otra, es intercambiable, entonces ¿qué necesidad habría de mantenerlo? Y no digo que esté mal rodado o sea más flojo que el resto del film, no, por Dios, está magistralmente rodado, pero no aporta nada a la película y es sumamente superfluo. Menos mal que la película es tan magnífica que este “desliz” no consigue empañar el buen sabor de boca que siempre nos deja el Maestro de Maestros, el siempre añorado John Ford.
El Despotricador Cinéfilo
Esto llevaría a pensar que “El gran combate” es una película desequilibrada, fallida, descompensada e incoherente, pero, cual grata ha sido mi gran sorpresa, cuando me he encontrado un film compacto, consecuente, inteligente y nada adulterado. No se cuáles fueron esos cortes que los “malvados” productores hicieron a esta obra tan fordiana, lo que sí sé en que no la desvirtuaron en absoluto, pues mantiene todo el espíritu y emotivo homenaje a los cheyennes, así como al tremendo éxodo al que se vieron obligados. Una obra fordiana genial y crepuscular, impecablemente rodada como era habitual en el Maestro.
Entonces ¿qué es despotricable en ella? pues algo que me irrita considerablemente y que quiebra rotundamente el (hasta entonces) magnífico ritmo de la película. Me estoy refiriendo a ese episodio cómico, metido con calzador, de la partida de poker entre James Stewart, Arthur Kennedy y John Carradine. ¿Qué sentido tiene esos toques de humor en una película tan sería y dramática como esta? puede que la intención de Ford fuese desdramatizar un poco la tensión acumulada y, por eso, mete este numerito cómico. Pero en mi opinión fracasa totalmente, y, esto, sí que desvirtúa la película.
Que el bueno de Jimmy Stewart esté impecable (como siempre en él) haciendo de Wyatt Earp no justifica la existencia de este episodio, pues es un episodio totalmente incoherente en la trama, innecesario, absolutamente prescindible; podría estar metido en esta película como en cualquier otra, es intercambiable, entonces ¿qué necesidad habría de mantenerlo? Y no digo que esté mal rodado o sea más flojo que el resto del film, no, por Dios, está magistralmente rodado, pero no aporta nada a la película y es sumamente superfluo. Menos mal que la película es tan magnífica que este “desliz” no consigue empañar el buen sabor de boca que siempre nos deja el Maestro de Maestros, el siempre añorado John Ford.
El Despotricador Cinéfilo
27 de mayo de 2011
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Debo reconocer que mi neutralidad, objetividad y disposición a la hora de enfrentarme al visionado de esta película no eran los adecuados. Pues la maravillosa versión del cine mudo "El séptimo cielo" (Frank Borzage, 1927) es una de mis películas favoritas de todos los tiempos y una de las más altas cotas que ha alcanzado el romanticismo en el cine.
Y eso que, desde cierto punto formal, partía con cierta ventaja ante la versión muda. Para empezar, la incorporación del sonido, los diálogos y la música que siempre pueden aportar más matices que una película silente. Pero está claro que no es problema del guión, ni tampoco de los actores, pues James Stewart está francamente bien, convincente (aunque claro, ¡qué difícil es encontrar una película en que Stewart no esté bien!), y la mirada de Simone Simon no puede ser más expresiva, tierna, cándida y maravillosa (aun así es imposible competir con la antológica interpretación de Janet Gaynor de 1927).
¿Dónde puede residir entonces el problema? Pues quizás en que para rodar esta película se necesita un director muy romántico o, mejor dicho, extremada y enfermizamente romántico, como lo fue siempre Frank Borzage. Henry King, a pesar de ser un excelente artesano y un director más que notable, no es capaz de obtener todo el halo de romanticismo exacerbado e irracional que necesitaba el film. ¿Cuál es entonces el resultado? Pues una buena película sentimental, muy bien interpretada y que puede conmover mucho, sobre todo si se desconoce la magistral versión muda.
Eso sí, lo que es imperdonable es haber cambiado la emblemática escena de Chico, ya ciego, subiendo acelerada y apasionadamente los siete pisos del edificio hasta llegar a su ático. Se trata de uno de los momentos más dramáticos, intensos y maravillosos que ha dado el cine, y en esta versión de 1937 lo omiten de forma descarada. Por tanto, nos queda una sensación agridulce y un final mucho más insípido que el que todos esperábamos.
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Y eso que, desde cierto punto formal, partía con cierta ventaja ante la versión muda. Para empezar, la incorporación del sonido, los diálogos y la música que siempre pueden aportar más matices que una película silente. Pero está claro que no es problema del guión, ni tampoco de los actores, pues James Stewart está francamente bien, convincente (aunque claro, ¡qué difícil es encontrar una película en que Stewart no esté bien!), y la mirada de Simone Simon no puede ser más expresiva, tierna, cándida y maravillosa (aun así es imposible competir con la antológica interpretación de Janet Gaynor de 1927).
¿Dónde puede residir entonces el problema? Pues quizás en que para rodar esta película se necesita un director muy romántico o, mejor dicho, extremada y enfermizamente romántico, como lo fue siempre Frank Borzage. Henry King, a pesar de ser un excelente artesano y un director más que notable, no es capaz de obtener todo el halo de romanticismo exacerbado e irracional que necesitaba el film. ¿Cuál es entonces el resultado? Pues una buena película sentimental, muy bien interpretada y que puede conmover mucho, sobre todo si se desconoce la magistral versión muda.
Eso sí, lo que es imperdonable es haber cambiado la emblemática escena de Chico, ya ciego, subiendo acelerada y apasionadamente los siete pisos del edificio hasta llegar a su ático. Se trata de uno de los momentos más dramáticos, intensos y maravillosos que ha dado el cine, y en esta versión de 1937 lo omiten de forma descarada. Por tanto, nos queda una sensación agridulce y un final mucho más insípido que el que todos esperábamos.
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23 de abril de 2010
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Curiosamente, hace unos días vi la (excelente pero muy olvidada) película "La sombra de Frankenstein" (Rowland V. Lee, 1939) y me ha hecho confirmar, por enésima vez, lo sublime que es "El jovencito Frankenstein" (Mel Brooks, 1974) y cómo Brooks supo extraer, muy sabiamente, lo mejor de las películas del famoso monstruo.
Yo siempre había pensado que todo el material cómico había sido obtenido de las dos famosas películas de James Whale, pero qué gran sorpresa la mía al comprobar que esta nueva secuela tiene algunos de los mejores momentos de toda la saga, luego tan magistralmente parodiados por el amigo Mel Brooks.
Esto me hizo volver a pensar en por qué la filmografía de este autor está plagada en su totalidad de bazofias y cómo El jovencito… era la única muestra de un inmenso talento que empezó y acabó en una sola película. Pero de repente recordé cómo en mi niñez una de las veces que más disfruté en el cine fue viendo "Soy o no soy" (el peculiarísimo remake que en los años 80 Brooks hizo del clásico "Ser o no ser" de Lubitsch).
Por ello, con más miedo que ilusión, me enfrenté nuevamente a esta película que tan buenos recuerdos me traía, dispuesto a perder la emoción infantil que aún conservaba. Pero cómo me alegra comprobar que no hubo decepción alguna; es más, me reí y me encantó porque conservaba todo el encanto que tuvo en su día. Por supuesto que desmerece si es comparada con la sublime Obra Maestra de Lubitsch, pero, si se consigue visionar con ojos puros e inocentes, estamos ante una magnífica comedia con un Mel Brooks muy contenido y comedido en sus habituales excesos.
"Soy o no soy" es, por supuesto, una simplona y banal comedia para disfrutar y olvidarla enseguida; pero nadie podrá negar que tiene algunos aciertos que te hacen pasar un rato más que agradable y divertido. Y, sinceramente, es todo un alivio, pues son tantas las películas que adorábamos de niños que luego pierden la magia con el paso de los años que, cuando ocurre el proceso inverso, nos sentimos doblemente reconfortados.
El Despotricador Cinéfilo
Yo siempre había pensado que todo el material cómico había sido obtenido de las dos famosas películas de James Whale, pero qué gran sorpresa la mía al comprobar que esta nueva secuela tiene algunos de los mejores momentos de toda la saga, luego tan magistralmente parodiados por el amigo Mel Brooks.
Esto me hizo volver a pensar en por qué la filmografía de este autor está plagada en su totalidad de bazofias y cómo El jovencito… era la única muestra de un inmenso talento que empezó y acabó en una sola película. Pero de repente recordé cómo en mi niñez una de las veces que más disfruté en el cine fue viendo "Soy o no soy" (el peculiarísimo remake que en los años 80 Brooks hizo del clásico "Ser o no ser" de Lubitsch).
Por ello, con más miedo que ilusión, me enfrenté nuevamente a esta película que tan buenos recuerdos me traía, dispuesto a perder la emoción infantil que aún conservaba. Pero cómo me alegra comprobar que no hubo decepción alguna; es más, me reí y me encantó porque conservaba todo el encanto que tuvo en su día. Por supuesto que desmerece si es comparada con la sublime Obra Maestra de Lubitsch, pero, si se consigue visionar con ojos puros e inocentes, estamos ante una magnífica comedia con un Mel Brooks muy contenido y comedido en sus habituales excesos.
"Soy o no soy" es, por supuesto, una simplona y banal comedia para disfrutar y olvidarla enseguida; pero nadie podrá negar que tiene algunos aciertos que te hacen pasar un rato más que agradable y divertido. Y, sinceramente, es todo un alivio, pues son tantas las películas que adorábamos de niños que luego pierden la magia con el paso de los años que, cuando ocurre el proceso inverso, nos sentimos doblemente reconfortados.
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