Me gustó no tanto por sus atributos técnicos, los cuales son bastante limitados, sino por el discurso que contiene y que no es otro que el de la misma realidad tangible y sonante de nuestra cultura que tanto enaltece la mentalidad triunfadora del éxito y la superación personal. Visto de este modo, la película me parece una excelente denuncia acerca del costo de la excelencia que el neoliberalismo trajo en los ochentas con Reagan y Thatcher, que cobró tanta fuerza en los noventas (tiempo del filme) y que se ha consolidado en el siglo XXI bajo la industria de la felicidad, el coaching y la ideología positiva. Si alguien cree que esas prácticas pertenecen al pasado que no se equivoque; más bien sucede que al día de hoy han adquirido formas más sofisticadas y sutiles que aparentan buscar la satisfacción del trabajador pero que no hacen más que explotarlo de manera más fina y discreta. La tecnocracia y la meritocracia siguen siendo las pautas que gobiernan las esferas laboral y profesional de nuestro mundo.

Concluyo en spoilers.