Más impactante que ver la sangre (a la que tan acostumbrados nos tiene el cine), es ver la vida que alimentaba esa sangre. Esto es lo que hace Gus Van Sant, en un ejercicio de estilo, en el que sabe transmitir la normalidad de un día de instituto, presentando la matanza como otro elemento más de un día normal de la semana. Aunque no consigue que nos acerquemos a los personajes, que nos sintamos identificados, que sintamos algo por ellos. Al haber elegido los mismos personajes estereotipados de institutos americanos.

Además de mostrarnos la inocencia de las víctimas, también nos enseña que la culpa no es de los agresores, sino de la sociedad que les pone el arma en la mano y les incita a usarla, de la familia, la marginación,...

Obra, como otras, a la que debería seguir una reflexión para buscar una solución. Pero viendo a su presidente, la respuesta a la violencia siempre es más violencia... y hasta el próximo capítulo.

Como punto de partida común Nueva York y la brillantez de los tres autores. A partir de ahí historias muy diferentes y llevadas a cabo con suerte dispar.

Scorsese nos ofrece la historia de un artista maduro y egoísta, que utiliza su talento para rodearse de jóvenes y atractivas futuras artistas. En cuarenta minutos llena de de color un gran lienzo al ritmo de una bonita banda sonora.

Coppola nos cuenta una pequeña historia de una niña pequeña niña rica, que hubiera encajado mejor como telefilme en las tardes de los sábados bajo el sello de Disney, que entre las dos historias de sus colegas.

Y por último Allen, nos cuenta de manera brillante la historia de un "Edipo reprimido", y de su desquiciante madre, que llega de manera mágica al cielo de Manhattan para intentar manipular los hilos de la vida de su desesperado hijo.

Tres escenas realmente divertidas. El resto es una historia sin gracia, con pedos, frases repetidas, famosos metidos con calzador, humoristas metidos a actores sin gracia.

Santiago Segura es un tipo con mucha gracia, pero la fuente de torrente se ha secado. Aunque no la de la taquilla.

Gran reparto, que con su encanto y su sencillez, consiguen hacerte entrar en una historia tan oscura, como si fuera algo que ocurriera todos los días.

La música, los diálogos, las transiciones, los sonidos, los silencios, todo recuerda a la gran Waking life, eso si, creado con un toque de amor presente en cada rincón de Viena, donde se desarrolla la película, y sin el efecto rotoscópico de la otra cinta.

Los diálogos igual de interesantes, pero por momentos menos abstractos, más terrenales.

Película agradable, para ver en cualquier momento y con quien sea.