Será que los múltiples desmanes del mundo en el que vivimos me han vuelto insensible. Será que las catástrofes y desgracias que cada día nos muestra la televisión han hecho que nada me afecte. Será que uno creció en un barrio marginal, y que muchos de mis primeros compañeros de juego están muertos, en la cárcel o absolutamente idos, muertos vivientes por culpa de la droga y la metadona. Sea por lo que sea, el caso es que ves a Leonardo DiCaprio, lees las críticas donde alaban su trabajo y no lo entiendes. A mí, particularmente, el mayor lastre de la película es, precisamente, la actuación de su protagonista, demasiado ocupado en demostrar lo bien que se mete en su papel para dotar a su personaje de corazón, de vida. Lo único que veía mientras pasaban los minutos era a una estrella de Hollywood haciendo de drogadicto, y no me lo creía. Y las pocas veces que conseguía identificarme con él, no sentía empatía alguna, ni compasión, ni lástima; únicamente rabia, rabia por una vida tirada por la borda, por una madre destrozada, por todo lo que se queda en el camino.

A lo mejor no estoy todavía completamente insensible…

- Del Scorsese, tú.
- Ya...
- Y con Robert De Niro, que está que se sale...
- Sí...
- ¡Con guión del Schrader!
- Lo sé...
- Con Joe Pesci.
- Sí, dándole una paliza a un mafioso, qué original...
- El montaje, la fotografía...
- Muy buenos, sí...
- ¡Pero si le pusiste un nueve a "Taxi Driver"!
- ¡Qué buena película!
-¿Y esta?
- No me ha gustado.
-¡Qué raro eres!
- Pues será eso...

Bueno, pues otra película de culto que se me escapa. Y conste que en esta sí que veo los elementos para ser lo que (dicen) es. Y, a priori, lo tiene todo para gustarme: Jennifer Connelly y David Bowie, Jim Henson, magia, fantasía... Pero como que no, que no me cuadran, no me enamoran, la suma de las partes es menos de lo que debería ser.

He leído algunas de las críticas que la ensalzan, y puedo entender a los que las escriben, pero me siento ajeno a lo que dicen. Yo veo una peliculita demasiado infantil, demasiado ñoña, con algunas escenas interesantes, pero a la que le falta, precisamente, magia para atraparme. Cuando miras dos o tres veces el reloj para ver cuánto falta para que termine, malo.

Y de verdad que me da rabia sentirme ajeno a ese sentimiento que otros ven, pero, ay, va a ser que no. Y, francamente, no creo que la culpa sea mía, no hay más que mirar la nota que le puse a "La princesa prometida", por poner un ejemplo.

Un mundo de fantasía, sí, pero sin magia.

"Las dos torres" siempre ha sido el libro que más me ha gustado de la trilogía. Oh, sí, "El retorno del rey" tiene momento épicos, como la grandiosa batalla a las puertas de la ciudad sitiada, pero también tiene cien tediosas páginas finales que, sabiamente, Jackson casi obvia en la película que cierra la serie.

Pues bien, ese acierto en la película final se vuelve mediocridad en la parte central de la historia, la película que nos ocupa aquí. No sé, será porque nada empieza ni nada termina en esta cinta, por ese insoportable super Gandalf indestructible o por sobredosis de elfos, pero es, con mucho, la que menos me gusta de las tres.

Pero, oigan, "pa gustos, colores". Allá cada cual...

Película francesa, en el mejor y en el peor sentido, lo que significa que nos hallamos ante un producto de calidad, bien hecho y mejor interpretado, con una Scott Thomas muy convincente (aunque, con esa cara, la mitad del trabajo ya estaba hecho) y..., pues eso, un ritmo narrativo asfixiante, contemplativo, lento hasta el aburrimiento, con una fotografía gris y apagada, con una profundidad pretenciosa en el fondo y en la forma, y con una visión de la vida como valle de lágrimas que mustia al más optimista.

Pese a todo, y centrándonos en la parte positiva, no se puede negar que la cinta consigue sus objetivos, manteniendo cierto interés en todo momento, y que la factura técnica es excelente. Pero es que...

Resumiendo, no hay más que ver el cartel promocional para ver a qué nos enfrentamos.