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España España · Santa Cruz de Tenerife
Críticas de Ozymandias_Iskander
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Críticas 136
Críticas ordenadas por utilidad
7
16 de julio de 2013
10 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mad Max nos cuenta la historia de un futuro distópico, donde la lucha por la gasolina ha engendrado a unos locos de la carretera y unos agentes de policía que luchan como pueden contra ellos. Hoy, no parece nada muy innovador, pero porque ya ha sido bastante copiado (véase la regulera Doomsday) desde que el director George Miller y su guionista James McCausland encontrasen la fórmula.

Mostrando una economía de recursos (doce semanas de rodaje, 350.000 dólares), pero no obviando la espectacularidad (desde el comienzo, siguiendo al Jinete Nocturno), Mad Max se convierte en una obra con persecuciones trepidantes y una historia de venganza que, aunque típica, nos recuerda el poder de este punto de arranque en el arte.

La película sigue el arquetipo de un western: espacio árido donde un grupo de hombres defiende la frontera del ataque de un grupo de enemigos; aquí unos lunáticos motoristas liderados por Cortauñas (un repulsivo Hugh Keays-Byrne), inspirado en Genghis Khan.

El asesinato de la gente que le importa a Max (un joven Mel Gibson) hará que pierda la cabeza y cruce la línea, dejando atrás la mera justicia y convirtiéndose en alguien tan loco como indica el propio título (o como otros héroes de la ficción, véase Batman). Insisto, si cambiamos un par de conceptos, nos encontramos ante un western que aprovecha el concepto de distopía para remodelar sus bases para un público cansado de las historias de vaqueros, pero no de aquellas de vaqueros que están enmascaradas bajo otro estilo.

La película no pierde el tiempo, sabe la historia que va a contar, pero tras varias escenas inspiradas (como la huida por el bosque), la cinta detona en una venganza llevada en poco tiempo (quizás demasiado). El final es tan atrevido que me atrevo a ponerlo en spoiler. Como conclusión, uno no sabe si, por el bien de ese mundo distópico, lo mejor que le pudo pasar es que Max pierda la cabeza y emplee su “justicia” contra una pandilla de moteros contra los que la ley no ha podido.

Destacar la influencia de Mad Max en el cine (y no solo en el séptimo arte, ya que estamos, también en el cómic. Véase El viejo Logan de Mark Millar y Steve McNiven, que unen a Lobezno con Mad Max y Sin perdón). No se queda solo en el ámbito de Australia, sino que hoy es complicado no imaginarse un mundo postnuclear (donde no se indaga demasiado, solo es el escenario) sin el aspecto de la cinta. Destacar esos policías de cuero que tampoco se diferencian tanto de los pandilleros, anárquicos y lunáticos. Eso sí, como curiosidad, el único que vestía de cuero real era Mel Gibson que era el protagonista, todo ello debido a que el presupuesto no era demasiado alto.

Mad Max se convirtió por derecho propio en una de las mayores muestras de la distopía en el cine, aunque hoy, que la gasolina parece oro, que hay lunáticos en la carretera y gente que se toma la justicia por su mano, no parece más que una adaptación (algo exagerada, por suerte) de nuestro presente.

Crucemos por tanto la autopista como un jinete nocturno, cargado de gasolina y lloremos ante nuestro final.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ozymandias_Iskander
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8
13 de julio de 2013
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Grumetes, os voy a contar una historia. El reino de Pixar yacía en su esplendor entre crítica y público, pese a que sus últimos movimientos no habían sido deslumbrantes. El imperio Disney parecía solo tener un contrincante en cuanto a animación: los cada vez más poderosos estudios Ghibli. En la sombra, Dreamworks a veces regala algún destello de su botín como El origen de los Guardianes y el hedor de alguna secuela indeseada. Mientras, las aguas parecían tranquilas, pese a los espasmos de la animación menos anclada a los grandes estudios. Entonces, apareció la bandera negra (de plastilina) de los estudios Aardman, los creadores de Wallace y Gromit, y abordaron a una industria demasiado confiada, demostrando que sus piratas han visto tierra y pueden ser un digno adversario en los océanos de la animación. ¡Al abordaje!

Hurm, después de tanto melodramatismo, comencemos.

Lo inesperado, cuando es bueno, se agradece. Esto le ha ocurrido a un servidor con ¡Piratas!, una película caracterizada por un humor subversivo, una buena historia y una animación en stop motion estupenda.

Lejos del humor facilón de propuestas como Madagascar, lo edulcorado de lo último de Pixar o lo cansino de sagas como Shreck, ¡Piratas! se descubre como un producto salvaje, despendolado, que aviva el cine de aventuras, hoy casi extinto por la manía de tanto efecto visual sin alma.

La película nos cuenta la historia del Capitán Pirata (Hugh Grant) y su variopinta tripulación en la que destaca Número 2 (Martin Freeman), que se han presentado al premio Pirata del Año, una especie de Oscars de los ladrones de alta mar. Como el Capitán no es lo que era, decide ir en busca de un gran botín. Entonces, se cruza con el mismísimo Charles Darwin, que está buscando moza -y alguna especie en extinción- (voz en inglés del fantástico David Tennant). Sus pasos (o su trayectoria marítima) les llevarán hasta una Reina Victoria (Imelda Stuton) que odia a los piratas que quedan en el mundo. Fruto de una mezcla imposible, tenemos una trama más interesante, compleja incluso y entretenida que la cuarta entrega de la malograda saga Piratas del Caribe, por poner un ejemplo.

Acción y diversión se mezclan en este barco, demostrando por qué Pixar puede hacer grandes películas, pero nunca sacar una vena tan gamberra como Aardman (véase el London calling, los chistes con respecto a no ligar en alta mar, la animación de las travesías por el mapa, los intentos de abordaje frustrados a barcos como el nudista, ese mayormono que patea el culo al perro parlanchín de Up!, esas bromas sobre la Reina Victoria o el propio Darwin y su evolucionismo…). Uno se imagina que en otros estudios de animación más conservadores habría un señor con una campanita que la haría resonar cuando viera algo “indecente”, como el cura de Cinema Paradiso.

Aardman demuestra un detallismo con su stop motion y una gracia propia de este estilo de animación a reivindicar más allá de los excelentes proyectos de Henry Sellick. Este estudio decide tomarse su tiempo antes de cada proyecto, divertirse con cada uno y darnos lo mejor pese al lustro de trabajo que pueda llevarles. Es ese perfeccionismo y esfuerzo el que se nota en cada fotograma, desde los personajes hasta los ambientes como esas preciosas maquetas del Londres victoriano. Por tanto, el stop motion puede seguir a toda vela.

Los mayores problemas de ¡Piratas!, que no la hacen naufragar no obstante, puede ser alguna falta de ritmo en algún instante o alguna escena donde el gag no funciona del todo.

Por suerte, con ¡Piratas!, Aardman vuelven a demostrar que son un adversario digno y que enarbolan con orgullo su bandera… pirata. Lo bueno de la competencia en el mundo de la animación, sin duda.
Ozymandias_Iskander
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9
11 de agosto de 2013
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Existió una época donde experimentar con la música y el arte en general, reivindicar el mundo bohemio y vestirse como una mujer luciendo purpurina y espectáculo fue algo original, fue un movimiento: el glam. Artistas de toda una época jugaron a cambiar los convencionalismos, ponerse máscaras y cantar canciones que no hemos olvidado. En esa época, la transgresión valía la pena.

En ese momento, un adolescente admirador de esta música acaba convirtiéndose en un periodista que recuerda su tiempo pasado como algo mejor. Era ese chico que alucinaba cuando veía una entrevista de la superestrella Brian Slade en la televisión. Sí, ese chaval homosexual que encontraba un ejemplo en Curt Wild. Era un chico que huyó de su casa buscando una vida diferente, distinta, y deseando ser el mismo. Terminó siendo un periodista buscando a Brian Slade diez años después de su desaparición, cuando fingió morir sobre el escenario.
La nostalgia de la época en la que fuimos libres y soñamos con el arte. De eso trata Velvet Goldmine, un homenaje al rock glam (no obstante, el título del guion era Glam!), a David Bowie y todas esas figuras que representaron el mundo de la música como si fuese un juego de máscaras e imagen, porque acaso ¿el arte no lo es?

También aborda los desengaños y el hecho de que te rompan el corazón, que es uno de los grandes temas de la música que desborda todo este film y que queda reflejada con el personaje de Mandy (una Toni Collette que nos recuerda a Angela Bowie).

Todo ello a partir de una trama de un periodista que desea encontrar a aquella estrella con la que se sentía identificado. Quizás, el problema del film es la lentitud de algunas partes, no acudir a más fuentes que hubiera hecho más rápida la película y no encontrar un final mejor para todos estos personajes que vieron nacer y enterrar el glam.

El punto más fuerte de la propuesta es la banda sonora, donde se incluyen canciones con Thom Yorke de Radiohead, Placebo, Lou Reed, Brian Eno y otros grandes. Además, el director Todd Haynes intenta copiar el estilo visual y la locura de un videoclip, notándose que se lo pasó bien rodando la película al igual que cada uno de los actores: desde el periodista buscando a su viejo ídolo (interpretado por un más que solvente Christian Bale) hasta un Jonathan Rhys Meyers que consigue crear con su Brian Slade una versión de David Bowie y Ewan McGregor que se convierte en Curt Wild, una mezcla a Iggy Pop, Mick Jagger y Lou Reed (aunque Courtney Love consideró que McGregor se parecía demasiado a Kurt Cobain).

El mejor seguramente sea ese McGregor que consigue como Curt comerse la pantalla como un ser autodestructivo, decadente, pero brillante. Véase la escena del festival donde acaba dándolo todo encima del escenario como fruto de la inspiración y la locura, o quizás el alcohol y las drogas, a lo mejor el arte.

Hay que comprender por tanto la búsqueda de la imagen y la música como una pasión; la frivolidad y la autodestrucción como concepto clave. Solo así se puede entender un film que desde el principio deja claras sus intenciones de juguetear con aquel espíritu extravagante del glam (ese platillo volante). No es raro que el film tome a Oscar Wilde como uno de sus modelos, un hombre adelantado a su tiempo.

Irónicamente, David Bowie no estuvo involucrado en el proyecto, aunque se incluyen numerosos guiños como el propio título (nombre alternativo de una de las primeras canciones de Bowie) o la primera frase que le dijo a su esposa Angela: “Do you jive?”, que es la misma que le dice Brian a Mandy, los personajes fictios. Bowie se negaría por querer hacer una película propia que nunca llegó a ningún lado y porque al leer el guion encontró referencias a una biografía no autorizada y a un libro de su ex mujer.

Velvet Goldmine es un tributo a aquella música que nos cambió para siempre, nos hizo soñar y nos embarcó en un futuro bulevar de sueños rotos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ozymandias_Iskander
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7
12 de agosto de 2017
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Quién es tu peor enemigo? Tú mismo. Acaso, ¿revelarías a cualquiera cuál es tu mayor miedo? Seguramente no. ¿Jugarías con él a cambio de dinero? ¿Te someterías a una tortura con tal de ganar un videojuego? ¿Cuál es tu límite? Preguntas y dilemas que nos plantea la buena y oscura ciencia ficción de Black Mirror en el episodio de su cuarta temporada: Playtest, que, si bien no es de los mejores (¿no es tan provocador?), sigue siendo bastante atractivo.

A modo de muñeca rusa (y es lo que salva esta historia, los constantes giros), evocando al episodio del castigo eterno de White Bear (de la segunda temporada), la serie de Charlie Brooker nos transporta a un mundo donde los videojuegos basados en la realidad virtual están en auge, tanto que necesitan que alguien pruebe como conejillo de indias. Solo hay que pensar en algunos clásicos del ciberpunk, en las convenciones de fans de los videojuegos de nuestro alrededor o en la premisa de animes como Sword Art Online para hallar un reflejo de todo esto en nuestro día a día.

Siguiendo los esquemas del encierro en la casa encantada del cuento clásico (tener la necesidad de enfrentarse al terror debido a no poder, por ejemplo, pagar un pasaje de vuelta a casa), el protagonista Cooper se somete a una prueba de un nuevo juego de terror que jugará con sus peores miedos. La atmósfera del capítulo, en esta parte, aunque conseguida (gracias a Dan Trachtenberg, director de Calle Cloverfield 10), no logra la profundidad o el desgarro de otros episodios que tiene esta serie, tampoco posee la mordacidad cínica de Charlie Brooker, pero aún así, es un buen capítulo que desvela que nuestra peor pesadilla se puede hacer real. Su protagonista, un parlanchín simpático (bien interpretado por Wyatt Russell), está a punto de experimentar con su verdadero yo, lejos de la imagen que ha querido dar de sí mismo durante todo este tiempo. Parece un joven Juan Sin Miedo, pero pronto la imagen se rompe.

Publicada originalmente en http://elantrodelosvampirosyotrosmonstruos.blogspot.com.es/2017/08/black-mirror-3x02-playtest-el-juego-del.html
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ozymandias_Iskander
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6
23 de julio de 2013
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué meta le quedaba, tras tanto camino y carrera, al loco Max? Parece ser que George Miller decidió que el sendero del mesías (o, tal vez, más exactamente el de Moisés)… pero la carrera resulta hasta cierto punto fallida.

Max (Mel Gibson) vaga por el desierto y acaba encontrando los albores de una nueva civilización, Negociudad, que comete los mismos pecados de la anterior (pese a querer liberarse de la violencia de las guerras, ellos mismos tienden a la violencia).

Este Max ha pasado de ser un justiciero vengativo al estilo Charles Bronson o Harry el Sucio de la primera película a un vaquero al estilo Clint Eastwood en la Trilogía del Dólar en Mad Max 2. Guerreros de la Carretera. Ahora, en un mundo donde el tiempo ha pasado (ya ni siquiera hay carreteras), se convierte en la última esperanza de un mundo al borde del colapso (una civilización de mierda directamente) y de otra a punto de nacer, encarnada por docenas de niños que recuerdan a los Niños Perdidos, los Ewoks y al pobre Niño Salvaje del boomerang cortante de la anterior película (hermosa, aunque repetitiva, la idea de que el futuro son los niños). Él deberá decidir ahora.

El problema es que está premisa se hunde en un film que resulta irregular y largo, porque llegan a notarse las diferencias de los dos directores George Miller y George Ogilvie. Tras un comienzo que no está nada mal, luego llega la lucha en la Cúpula del Trueno y, desde ahí, el film se deshincha.

Ya sea porque el ritmo escasea, los niños Ewoks resultan poco llamativos o la amenaza de Negociudad (o Truequeciudad) resulta aburrida… o porque, sobre todo, no tenemos a una villana a la altura: Tía Alma, una Tina Turner que aporta poco, que uno no sabe si fue la financiación americana lo que la puso en la película o qué y queda muy atrás de villanos repulsivos como Humungus en la segunda o Cortauñas en la primera.

En la segunda mitad y el final de Mad Max 3 hay escenas salvables, pero no demasiadas y todo empieza a naufragar en este mundo postapocalíptico que se mezcla, de repente, con El Señor de las Moscas… Y el pecado de caer en los clichés ochenteros del cine de aventuras, como hacer de la violencia algo trivial al estilo Indiana Jones y no con la crudeza e incluso gore de las predecesoras de Mad Max.

Todo puede que se deba a que George Miller dejó la dirección de parte de la película por la muerte de un amigo, Byron, al que le dedica el film y Ogilvie se encargó de las escenas que no era de acción. Como deje entrever, se notan las cuatro manos.

A esto se suma que algunos puntos del guion a cargo de Miller y Terry Hayes quedan reiterativos (la historia narrada por el futuro ya lo vimos en la anterior) o algunos momentos algo incomprensibles que detallo en el spoiler.

Si bien algunos puntos “vacíos” quedaban bien en la segunda parte (nunca sabemos qué ocurre con la mujer de Max realmente), ahora nos encontramos con que nuestro personaje ya no cojea (como en la antecesora) y ni le falta un ojo (como se insinuaba en la anterior, al final) y, pese a que Max recibe bastantes golpes (uno de los logros de la trilogía es hacer a un héroe vulnerable), uno siente que ya no es tan real. Resultado general: un quiero, pero no puedo.

Y eso pese al mayor presupuesto, que se nota a la hora de recrear las civilizaciones, la destrucción del antiguo mundo (planos preciositas genuinos) y demás, pero se pierde en gran parte el efecto llamativo que recordaba tanto a los cómics (¿o los tebeos recuerdan a Mad Max?). La mejor idea es ese Maestro/Golpeador, que de pronto se redime sin que sepamos muy bien por qué (¿o esta especie de Yoda siempre fue Yoda sin que nos diésemos cuenta y los malos eran los otros?)… Se pierde un poco la gracia.

Hasta los vehículos o persecuciones están puestos a calzador (solo al final), sin la fuerza de las anteriores pese a un mayor despliegue de medios.

Y el personaje de Bruce Spence, su hijo hostiable y su avión poco pintan, pese a que aquí el actor interpreta a un personaje diferente al de la segunda parte, pero más olvidable pese a su papel fundamental.

La banda sonora de Maurice Jarre es uno de esos puntos donde se nota el cambio. Ya no corre a cargo de Brian May y se nota… para mal. Al principio, incluso resulta estridente o fuera de lugar (la primera vez que viajamos al submundo), luego no está mal, pero no tiene la gracia del miembro de Queen. Los aportes de Tina Turner a los créditos están bien, incluso quizás más que su aparición como “villana” de la película.

Pese a todos sus defectos, la película no deja de ser disfrutada y, quizás, es la más recordada de las tres… o, simplemente, la más parodiada (me viene al recuerdo cierto capítulo de la irreverente Futurama).

En fin, Más allá de la Cúpula del Trueno y más de dos décadas después, Max sigue recorriendo el desierto. ¿Quién sabe qué paraíso o infierno le deparan los dioses de la venganza y la locura? Solo Max y George Miller lo saben.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ozymandias_Iskander
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